miércoles, 1 de febrero de 2017

Si no nos gusta Trump por qué se sigue sembrando

Trump no es una falla del sistema, ni un paréntesis casi surrealista con día y hora para terminar, es el resultado de los valores imperantes en nuestro entorno: el consumismo, el racismo, la destrucción del entorno, el individualismo, la resignación, la desorganización, el miedo, el ninismo, el desprecio de la mujer…, y esa ideología que seguimos sembrando, da en algunos momentos de la historia un fruto conocido llamado fascismo.
Hubo una época donde se definió con certeza el “imperialismo yanqui”. Esto es, la intromisión en la política de los gobiernos de EE.UU hacia el resto de países, en especial, del mal llamado tercer mundo, con el consiguiente saqueo de materias primas y colocación a sangre y fuego o por vía electoral de personajes siniestros a modo de presidentes, para salvaguardar sus intereses imperiales. Y esto era así con independencia de si en la Casa Blanca estaba un “demócrata” o un “republicano”, un halcón o una paloma.
El corrimiento de algunas organizaciones de la izquierda hacia la socialdemocracia, con líderes que fueron iluminados por el Señor y empezaron a ver en la economía de Mercado la salvación de sus pueblos, trajo consigo una distinción: los demócratas yanquis no eran iguales que los republicanos yanquis. Y a continuación se aplicaba la celebérrima teoría del “menos malo”. Que el gobierno de EE.UU bombardeaba y asesinaba en un país del mal llamado tercer mundo, se miraba quién estaba en la Casa Blanca, que era demócrata se decía que si fuera uno republicano el bombardeo duraría más días y las balas serían de mayor calibre. El imperialismo había conseguido abrir brecha en las organizaciones populares que, a partir de ese momento, dejaron de hablar de “imperialismo yanqui” para comenzar el capítulo de “inversiones necesarias para el desarrollo de nuestros pueblos”. Los “demócratas” pasaron a ser de la familia progresista, y si era negro, la prueba inequívoca de que eran de los nuestros.
Trump, no. Trump está en la otra orilla, en la del fascismo. Que Trump sea un mega millonario que ha tomado la presidencia como una de sus empresas, y que su ideología es de extrema derecha es innegable. La pregunta es qué ha pasado, qué se ha hecho mal para que millones de personas hayan sufragado por ese individuo, qué bases culturales, ideológicas, psicológicas, económicas… sustentan el voto a Trump o a Marine Le Pen en Francia en unos meses. Es decir, todo indica que, una vez más, la crisis del capitalismo ha parido neo-fascistas para seguir manteniendo la estructura del sistema. Y lo ha hecho con extrema facilidad, sabiendo que el terreno estaba abonado, que la ideología de la sociedad es la ideología de la clase dominante y que los Trump, Macri o Le Pen no son antisistema sino valedores y apuntaladores del capitalismo.
Lo que irreversiblemente parece haberse venido abajo es la mentira del llamado “capitalismo con rostro humano”, que parieron en su día los socialdemócratas. La crisis se ha llevado por delante esta concepción del mundo basada en que si los trabajadores no cuestionan la tenencia del poder, se les pueden ir dando a cambio prebendas y algún derecho para que sueñen, eso sí, lo más alejados de la conciencia de clase posible. Ocurre que agotada la leche de la vaca, aparece en escena el miedo inoculado durante décadas para preservar un sistema moribundo que no acaba de morir. Y descubrimos que millones de personas han hecho suyos los valores del enemigo de clase y van a la urna a decirlo con claridad y sin rubor. Mientras, al otro lado del tablero buena parte de las gentes se mira atónita sin saber muy bien cómo se ha llegado a esto, si el capitalismo parecía tan vivible y el menos malo de los sistemas, ¿verdad?

Trump no es una falla del sistema, ni un paréntesis casi surrealista con día y hora para terminar, es el resultado de los valores imperantes en nuestro entorno: el consumismo, el racismo, la destrucción del entorno, el individualismo, la resignación, la desorganización, el miedo, el ninismo, el desprecio de la mujer…, y esa ideología que seguimos sembrando, da en algunos momentos de la historia un fruto conocido llamado fascismo. Estamos ante uno de ellos pero hay más responsables que la gente que los vota convencidos, los que no aceptan que la dicotomía es socialismo o barbarie y siguen regando el árbol del acabose, pero mirando para otro lado y muy indignados.

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