El próximo 2 de abril, Ecuador afrontará la última instancia en los comicios para elegir a su nuevo presidente, abriendo un nuevo ciclo político para el país independientemente de quién sea el sucesor del presidente Rafael Correa. Ahora, este nuevo ciclo estará orientado por la continuidad de la Revolución Ciudadana que marcó una época en Ecuador o el regreso del neoliberalismo de la mano de un banquero de la portuaria ciudad de Guayaquil.
Entre estos dos modelos se dirime el futuro ecuatoriano, por lo que estas elecciones representan un momento crucial para la sociedad en su conjunto. La segunda vuelta pondrá cara a cara estos dos modelos representados por el candidato de Alianza PAIS, Lenín Moreno, (39, 36%) y el opositor Guillermo Lasso del Movimiento CREO (28, 09%). Tras tres días de conteo de votos y para disipar cualquier sospecha de fraude electoral, el Consejo Nacional Electoral (CNE) confirma el balotaje al no lograrse el 40% solicitado para imponerse en las elecciones por parte del oficialismo, pese a que había superado al candidato de la derecha por el 10 %.
La brecha entre ambos candidatos sigue siendo considerable, sin embargo, el ex funcionario del gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000) parece estar mejor posicionado, abriendo la expectativa a través del voto anti Correa que permanece cautivo en las restantes fuerzas de derecha, principalmente la del Partido Social Cristiano (PSC) liderado por Cynthia Viteri que obtuvo el 16,32%.
Lenín Moreno pisó fuerte en las regiones con mayor concentración demográfica (principalmente en las provincias costeñas), mientras que Lasso alcanzó su caudal más alto en las provincias del este (amazónicas y serranas) donde la población es mucho menor, pero sin obtener un margen holgado con el candidato de Alianza PAIS (solo el 10%).
Esto es relevante señalarlo, ya que a priori no habría un desequilibrio electoral significativo en los guarismos que hemos visto en la primera vuelta y que estuvieron así de cerca de proclamar a Moreno como presidente de Ecuador. En Ecuador vemos un panorama signado por la participación ciudadana que se visibiliza en la campaña electoral y que ahora se bifurca en dos opciones que se disputan la presidencia de la República y en dos alternativas políticas antagónicas: 1) La Revolución Ciudadana bajo la figura del exvicepresidente y candidato oficialista Lenín Moreno y; 2) La restauración neoliberal que puso fin a la soberanía monetaria ecuatoriana bajo la figura del banquero y candidato opositor Guillermo Lasso.
Esta coyuntura pone sobre la mesa de la ciudadanía dos direcciones hacia el futuro: la que propone la continuidad de un proceso progresista de una década y la que plantea el nuevo Plan Cóndor financiado por el banco del candidato de la Alianza por el Cambio. Este es el “cambio” que busca la derecha en toda la región y que mira hacia ese pasado que destruyó a nuestros pueblos. No por nada a Lasso lo llaman el “Macri ecuatoriano”. Un epíteto más que acertado para definir al representante del establishment local.
Para este balotaje el escenario se presenta abierto con un margen acotado entre los dos candidatos, aunque la ventaja que guarda Moreno sobre el representante de la derecha será fundamental para definir la elección. Sin embargo, Cynthia Viteri, quien se ubicó en tercer lugar, ha exacerbado una oposición al gobierno de Correa aún más férrea que la del propio líder del Movimiento CREO y ese porcentaje sin duda jugará un papel decisivo, inclinando la balanza en esta segunda vuelta. No obstante, los electores no se guían por las decisiones de los referentes políticos, aunque estos tienen una cierta influencia cuando emiten el voto.
La carrera hacia la presidencia y, desde luego, la continuidad de la Revolución Ciudadana, estará determinada por el caudal de votos conseguido por Alianza PAÍS y por remarcar en la campaña el perfil neoliberal de Lasso y su relación directa con la crisis financiera -mejor conocida como “Feriado Bancario”- que sufriera el país el 8 de marzo de 1999 como presidente del Banco Guayaquil y que irónicamente ocuparía, cinco meses después de acontecido este hecho, el efímero cargo de “Superministro de Economía y Energía”, creado a la medida del empresario financiero. Un símbolo descarado de la impunidad que se vivía en los años 90.
Los pueblos de nuestra América saben lo que es un Estado gobernado por banqueros y sin duda la memoria de los ecuatorianos se activará cuando se acerquen a los centros de votación. Ergo, la memoria es la única que puede borrar cualquier atisbo de indecisión en los votantes y afirmar el camino hacia el triunfo de Lenín Moreno, donde se pone en juego nada más y nada menos que la continuidad de un proyecto político de integración regional, una cuestión clave en esta lucha contra la recolonización neoliberal que amenaza desde las urnas el destino de la Patria Grande.
(Tomado de El Telégrafo)
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