Cuando la burguesía saca sus fantasmas de paseo, los vemos recorrer los titulares de las grandes cadenas entre alertas y muestras de pánico. Hoy les va a tocar poner en primer plano el ascenso de la “ultraderecha” en Austria, por un supuesto crecimiento del voto al FPÖ.
Es otra manipulación intimidatoria para confortarnos con quienes nos gobiernan que, es cierto, son malos y corruptos, pero ¡ojo que llega la “ultraderecha”, que es aún peor!
Una buena parte de la población tiene miedo, mucho miedo, a la “ultraderecha”, mucho más que al Estado, a sus aparatos represivos, a sus jueces o a sus cárceles, por ejemplo. Tiene el punto de mira muy desviado.
La pequeña burguesía radicalizada, los estudiantes “progres” más aplicados, ayudan en esa tarea de sembrar confusión: fascistas, neonazis, ultraderechistas, xenófobos, populistas… No hay manera de aclararse. Nos habían asegurado que las ideologías se habían acabado y ahora aparecen más que nunca.
Los “ultras”, un posible peligro del futuro, esconden a los políticos parlamentarios “centristas”, un calamidad real del presente, que legalizan la tortura, convierten en permanente el estado de excepción, militarizan el país, o crean campos de concentración para recluir a los emigrantes.
¿Qué más podría inventar un gobierno “ultra” que no haya llevado ya a cabo otro de “centro”?
El lector se habrá apercibido de que los medios siempre aluden a ese supuesto “crecimiento del fascismo” en Europa en momentos de elecciones, como el de hoy en Austria, que transmiten un mensaje evidente: ¿No llegó Hitler al poder gracias a unas elecciones? Pues eso es porque los votantes, el pueblo soberano, lo quiere así.
El fascismo ya no es, pues, un asunto que concierne al Estado burgués; ni siquiera tiene que ver con los partidos políticos “ultras”: la culpa la tienen los propios votantes, esa masa que tiene miedo y no sabe ni por qué: miedo a los emigrantes, al islam, a los atentados, al desempleo, a los recortes, a la guerra…
El nuestro es un problema psicoanalítico: tenemos miedo a todo y por eso votamos a lo que tememos, a los más “ultras”. El miedo crea un campo electromagnético que nos atrae como si fuéramos a ver una película nada divertida, del tipo “La matanza de Texas”.
En medio de la confusión los charlatanes dicen también que aquí Catalunya ha puesto en primer plano a los “ultras”, como si alguna vez no lo hubieran estado. Pero era lo previsto, si se tiene en cuenta lo que el fascismo es: cuando detrás del perro uno se toma la molestia de seguir la correa, llega hasta el amo.
Quien ha sacado a los perros a la calle ha sido el Estado fascista y centralista español que, tal y como amenazó, ha puesto en marcha a todos y cada uno de sus peones para hacer lo que mejor sabe: intimidar.
Para los fascistas ha sido el gran regalo que estaban esperando desde hace años, algo que ni siquiera habían obtenido ni con la corrupción, ni con emigración, ni con la Selección Nazional de fútbol.
El supuesto crecimiento del voto fascista en países como Austria es como lo anterior: una noticia muy selectiva. Siempre se habla de ese tipo de fenómenos electorales, ocultando que hay otros casos, como Bélgica, en los que crece el voto de la “ultraizquierda”, lo cual no cambia absolutamente nada, como Ustedes pueden suponer porque las cosas no se cambian con votos.
La campaña desatada por el fascismo en España con ocasión del referéndum de Catalunya ha puesto a muchos contra las cuerdas. Se sienten rodeados de fascistas por todas partes, incluso compañeros de trabajo, familiares, vecinos… Es una percepción falsa de la realidad. Cuando en un bloque de viviendas en un barrio obrero vemos ocho banderas fascistas sólo nos fijamos en ellas, pero hay 40 que no la han colocado.
Es un error muy viejo y muy arraigado. Hay muchos que creen que la burguesía no moviliza a sus huestes cuando, por su condición dominante, es quien más puede movilizar, y el fascismo no es más que eso: la fuerza de choque de la burguesía.
Esa movilización también es ideológica, por lo que crea un estado de opinión, en este caso, contra los derechos del pueblo catalán, además de una nube de confusión, de rumores y de amenazas en la que no es fácil orientarse, sobre todo en el estado de desorganización existente.
Ese estado de opinión es dominante hasta tal punto que arrincona a los demás. Señores: estamos hablando de que vivimos en un país fascista. Hay muchas localidades en las que un defensor del derecho de autodeterminación no se atreve ni siquiera a levantar la voz a favor de Catalunya por miedo a que le linchen.
Pero, como sabrán, el miedo es lo contrario de la libertad. La gente libre no tiene miedo y si tiene miedo no es libre. España siempre ha sido un país dominado por el miedo.
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