Ayer miles de manifestantes desfilaron contra el fascismo y el racismo por las calles del centro de Montreal. La noche anterior un comando roció con pintura roja la estatua de John A. Macdonald, prócer de Canadá, en el centro de la ciudad, al que acusan de racismo. La acción fue reivindicada por un colectivo anticolonialista y antiracista.
Los grupos fascistas están llevando a cabo agresiones cada vez más frecuente contra emigrantes de origen árabe, que van acompañadas de llamamientos y manifestaciones cada vez más explícitamente xenófobos.
En la manifestación, convocada por más de 160 organizaciones antifascistas, participaron varios diputados. Los convocantes suscribieron un manifesto común titulado “Un clima tóxico” que ha sido difundido por internet en el que denuncian que el miedo se está instalando en la sociedad.
El racismo, la vertiente colorista del fascismo, está cada vez más presente. Hace un mes el Parlamento aprobó una ley calificada como de “neutralidad religiosa” del Estado, una mala copia de la que en Francia ha tratado de que las musulmanas se quiten el velo para presentarse ante una institución pública.
En Francia y en Canadá los servicios públicos ya no dependen de una necesidad sino de la vestimenta, por lo que la manifestación exigía la derogación de la ley recién aprobada, una exigencia a la que se sumaron los numerosos grupos feministas que la convocaron.
Lo mismo que en otros países, los antifascistas canadienses denunciaban que la ley crea un problema donde nunca lo hubo, es decir, que es una auténtica provocación a los musulmanes, además de abiertamente discriminatoria, lo que hay que sumar a las campañas fascistas de intimidación pública.
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