jueves, 31 de marzo de 2011

El ADN imperial de Estados Unidos




Romualdo Retamal Maureira (especial para ARGENPRESS.info)

El imperio estadounidense siempre ha tenido dos caras: Obama acaba de visitar tres países de América Latina para delinear el futuro a corto plazo de la dominación imperial “pacífica” en esta parte del mundo, hablando de “democracia” y “derechos humanos”, mientras intensifica sus esfuerzos bélicos en Libia, Afganistán, Irak, Pakistán, etcétera.

Tradicionalmente, Estados Unidos hace lucrar y utiliza a todas las empresas privadas (petróleo, transporte, electricidad, alimentación y medios de información) en sus sangrientas intervenciones militares abiertas y también en su perpetua campaña solapada para desestabilizar a los gobiernos que considera “hostiles” y cuyos recursos naturales desea apropiarse. La clásica intervención oculta culmina con los golpes de estado, como el de Chile en 1973, Honduras (el más descarado del siglo 21) y el golpe fallido a la República Bolivariana de Venezuela de 2002, una escena circense que le duró sólo 2 días. Últimamente, ha fallado en Bolivia y Ecuador.

Para instrumentar sus políticas, Estados Unidos cuenta con la condescendencia de sus “aliados”, “amigos” o vasallos del continente. Entre los más leales tiene a Canadá, Chile, Panamá, Colombia, Costa Rica, Honduras y Perú, más sus organizaciones funcionales como la ONU, la OEA o las ONG financiadas por instituciones camufladas del departamento de Estado, entre otras, el Instituto Albert Einstein de Gene Sharp, el Centro Internacional para el Conflicto No Violento (ICNC) de Peter Ackerman y Jack Duvall, Freedom House, la USAID, la NED y el Instituto Republicano Internacional. Utiliza las propias embajadas y sedes diplomáticas de Estados Unidos que sirven como centros clandestinos de planificación y conspiración para ejecutar acciones que van desde la ilusión de propinar un “golpe suave”, como el de la Yugoslavia de Milosevic, o el de Honduras del 28 de junio de 2009.

Ideología imperial

Para entender mejor cómo piensa y actúa el imperio Estados Unidos se requiere hurgar en la historia. Tal como la república de Roma (509 a. C - 27 a. C.) se convirtió en imperio (27 a.C - 476 d.C) después de guerras fratricidas, traiciones y asesinatos que obligaron al Senado (compuesto sólo por aristócratas terratenientes esclavistas) a “pasar” el poder a los simpáticos imperatores, el imperio yanqui tiene algunas analogías con lo más conocido de la historia romana.

Estados Unidos de América del Norte, nació como república aprobando la constitución el 17 de septiembre de 1787 en la Convención Constitucional de Filadelfia, que -entre otras omisiones- no abordó el tema de la esclavitud. Para dar la cara a esa ignominia hubo que esperar al 16° presidente, Abraham Lincoln, quien era contrario a la esclavitud, como la mayoría de la población del norte de Estados Unidos. Pero eso no significa, ni mucho menos, que fuera partidario de la igualdad racial, ni que se tratase de un abolicionista radical dispuesto a imponer por la fuerza la emancipación de los esclavos en el sur.

Esta primera república americana tiene algunas similitudes con la historia romana y sólo una gran diferencia. Las similitudes las podemos resumir brevemente. En primer lugar, la carta magna fue redactada a espaldas del pueblo, en una mansión de Filadelfia (Cámara Legislativa), en reunión secreta, a puertas cerradas y con guardianes armados en todos los accesos. Segundo, los 55 delegados que redactaron la constitución incluyeron a la mayor parte de los líderes más destacados, llamados padres fundadores de la nueva nación (Thomas Jefferson, que estaba en Francia durante la convención, dijo: “Esto es realmente una asamblea de semidioses”). Tercero, todos eran terratenientes ricos, de raza blanca, en un territorio lleno de esclavos negros. La sola diferencia es que esta república (al contrario de su ídem romana) no necesitó esperar siglos para convertirse en imperio: lo fue desde que nació. Es decir, lo trajo en su ADN.

Como todo imperio, nació con una convicción mesiánica de su futuro. Esta visión fanática de su destino lo llamaba a obedecer el mandato divino de convertirse en protector y defensor de la legalidad, la libertad y la democracia en el mundo. Esta pesada carga, que nadie se la pidió ni se la impuso, se funda en la creencia de que poseen una superioridad moral (porque son el “pueblo elegido”) y, en consecuencia, tienen un “destino manifiesto”.

Esta suposición les ha permitido justificar su intromisión en los asuntos internos de otros pueblos (aquellos no “elegidos de Dios”) o ejerciendo, de plano, la violencia contra ellos. La primera actitud intervencionista inspirada por el espíritu del “destino manifiesto” (engendro de fanatismo híper violento divulgado por las sectas puritanas inglesas llegadas entre los primeros colonos al territorio norteamericano) fue la obsesión de los colonos ingleses por desplazar de sus tierras (o bien exterminar) a los indígenas norteamericanos y la desenfrenada necesidad de extender sus territorios hasta conformar -como corresponde- una nación fuerte y poderosa para asegurar el cumplimiento de su destino manifiesto. Podemos constatar, sin ningún esfuerzo suplementario, la concordancia aterradora con los principios fundacionales del Estado de Israel. En cuanto a su relación con otras naciones (desde su conversión a “República” y hasta que se derrumbe su Imperio), Estados Unidos seguirá manejando sus relaciones exteriores como si se tratara de una cruzada moral. Generalmente justifica sus acciones (sin siquiera sonrojarse) con dos argumentos: el de la “nación fuerte que protege a la débil”, como pueden constatar la gran mayoría de las naciones americanas; o bien, el de “la lucha contra el ‘mal’ para defender la libertad y seguridad del mundo”, como actualmente alega respecto a sus bombardeos e invasiones inmorales y genocidas en Libia, Irak, Afganistán y Pakistán. Los pueblos latinoamericanos conocemos de memoria la aplicación de esta política “salvadora” de los yanquis (basta leer “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano). Los oligarcas de nuestros países también lo saben pero se hacen “los suecos”, o, para ser más actuales, se hacen “los chilenos”.

Para concluir este recordatorio histórico y como último ejemplo del legado de esta democracia espuria made in USA, una joyita: para ilustrar la poca participación del pueblo en las elecciones locales, por ejemplo en 1999 el Alcalde de Dallas resultó electo con el voto del 5% de los electores inscritos, y el de San Antonio con el 7,5%. Respecto a las elecciones presidenciales ya sabemos que los Presidentes se eligen con poco más del 20%, y en ocasiones, como Bush en el año 2000, son designados en vez de elegidos.

El Imperio ataca en América Latina: Venezuela, el enemigo predilecto

Para tener una pequeña idea de cómo “trabajan” los esbirros del imperio otro ejemplo simple: invitado por todos los sectores opositores al gobierno bolivariano de Venezuela, José Miguel Vivanco (de nacionalidad chilena y director de Human Right Watch para América Latina) llegó a Caracas -el 18 de Septiembre del 2008- para participar en reuniones secretas con sus invitados e intervenir en una emisión televisiva por Globovisión, apodado Globoterror por su participación activa en el golpe de 2002 en ese país. Vivanco habló poco, más leyó que improvisó. Y culpó al gobierno de Chávez de violación a la libertad de expresión, discriminación política, ataque a las organizaciones laborales (sic), eliminación de la independencia del poder judicial y -la cereza del pastel- “numerosas degradaciones a los derechos humanos”. Así es la cara dura de este digno representante de una organización que vigila al mundo desde su sede en Washington. Terminada la emisión, a Vivanco aguardaba la policía, que lo llevó directamente al aeropuerto y lo embarcó de regreso a su “democrático” país, cumpliendo un acto de elemental dignidad y soberanía ante una infame injerencia reñida con todos los tratados que regulan la diplomacia del continente. Por supuesto, la OEA, por boca de su secretario general (el circense José Miguel Insulza, también de nacionalidad chilena) condenó inmediatamente la decisión soberana de Venezuela y amenazó con activar la graciosa e ineficaz Carta Democrática Interamericana.

Dejando de lado más de una década de intentos desesperados de derrocar a Chávez, incluso contemplando su asesinato, la oligarquía venezolana -con la descarada ayuda imperial en dinero, logística terrorista, mercenarios y toda su batería mediática, a través del monopolio mundial de los medios de información- no ha podido retrasar, ni menos parar, la construcción de un nuevo sistema social que tiene como características sobresalientes ser anti-imperialista y anti-capitalista, un sistema basado en la solidaridad, la transparencia de los actos de sus dirigentes y la delegación del poder al pueblo organizado, denominado Socialismo del Siglo 21. Hasta ahora, el imperio y sus vasallos no han podido dañar seriamente a los gobiernos que buscan una vía propia, agrupados especialmente en el ALBA para luchar por una América mestiza unida y con una sola voz.

Una importante agresión a Venezuela fueron las 7 bases militares impuestas a Colombia a través del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, cuyo vasallaje rastrero mereció una “condecoración yanqui” y estas palabras de otro infame, Busch, pronunciadas entre sonrisas cínicas de mafiosos: “He aquí a un verdadero amigo de nuestro país, es más que un amigo porque no sólo cumple con lo que le pedimos sino que hace mucho más de lo que le pedimos” (carcajadas de los asistentes en el circo).

La última agresión a Venezuela vino por boca del payaso menor en política exterior (el mayor es Hillary Clinton), quienes -quizás en una analogía de mal gusto- serían los “los enanos” contemporáneos de las antiguas cortes (con el perdón de los enanos). Este payaso menor es el portavoz del departamento de Estado, Philip Crowley, quien advirtió a Venezuela sobre las “consecuencias” que traería para las relaciones bilaterales la decisión soberana del gobierno de Hugo Chávez de retirar el placet a Larry Palmer como embajador de la Casa Blanca (Caracas, 20 Dic., AVN). "Le dejamos claro a Venezuela que este tipo de acciones tendría consecuencias", amenazó Crowley en rueda de prensa reseñada por la AFP. Causa de estas amenazas (dirigidas a medir la paciencia del gobierno bolivariano con la secreta esperanza de que haga un gesto, una acción, que justifique una intervención militar imperial) es este sospechosa insistencia de Obama y sus secuaces en poner como embajador en Venezuela a un afroamericano -Larry Palmer- quien sin esperar el beneplácito a su nombramiento tuvo el descaro de decir que era contrario a regímenes totalitarios como Cuba, y que Venezuela corre el riesgo de seguir el mismo camino de Fidel. ¡Qué tal el negrito! A reglón seguido, el subsecretario de Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos, Arturo Valenzuela (otro chileno, este ya chileno-estadounidense) publicó en su página que su designación se había aprobado y que Palmer viajará a Venezuela.

La respuesta de Chávez fue de antología. Dijo, “Si viene, Nicolás (Nicolás Maduro, ministro de Relaciones Exteriores) habrá que agarrarlo y le brindas un café de mi parte y por el mismo lugar retorna a su país, bye, bye”.

Estrategias de “golpe suave”

En un breve resumen de una de las estrategias preferidas del imperio en América Latina, el golpe suave tuvo éxito en Yugoslavia (Serbia) contra Milosevic en 2000, y luego fue utilizado en Georgia (Revolución de las Rosas, 2003), Ucrania (Revolución Naranja, 2004) y Kyrgyzstan (Revolución de los Tulipanes, 2005) para debilitar a los gobiernos izquierdistas o aliados de Rusia en esos países. Aunque la estrategia del golpe suave fue exitosa en todos estos casos, excepto Serbia, se ha revertido en los últimos años. En Ucrania, por ejemplo, el mismo presidente que fue derrocado con esta estrategia en 2004, Viktor Yanukovych, ganó la presidencia de nuevo en 2010, luego que la "Revolución Naranja" fue desenmascarada como una táctica de Washington para instalar un gobierno títere en ese país.

Según la estrategia del golpe suave, llamada también "revolución de colores", bajo la bandera de la "no violencia" y empleando logotipos y tácticas de marketing atractivas para los jóvenes, se fomentan pequeños disturbios en la calle para crear un ámbito permanente de inestabilidad y caos. Luego, atrayendo la atención de los medios internacionales, los jóvenes guiados por las agencias de Washington provocan la represión del Estado (a través de actos violentos o ilegales) que luego es difundida a través de la prensa como “violación de los derechos humanos” para justificar cualquier acción contra el gobierno victima escogido por el Consejo de Seguridad de Estados Unidos.

En 2003, representantes del Instituto Albert Einstein, que es el organismo creador de la estrategia del "golpe suave", armaron un taller de casi dos semanas en Venezuela para sectores de oposición al Presidente Chávez, dirigido a lo más granado de la oligarquía venezolana afín al imperio, es decir, los más radicales y mafiosos, y un grupito de seudo-estudiantes aspirantes a líderes, como el sinvergüenza Yon Goicoechea, premiado con 500 mil dólares por el Instituto Cato de Washington y premio Milton Friedman (creador del neoliberalismo salvaje de los Chicago’s Boys, que se aplicó por primera vez bajo la dictadura de Pinochet). También destacó otro delincuente, matón y violador, de nombre Nixon Moreno, asilado en el Arzobispado de Caracas y, como si fuera poco, premiado en su asilo por la Universidad ULA, feroz opositora al gobierno bolivariano, con un título universitario después de estar 11 años inscrito en esa Universidad sin haber aprobado ni un tercio de las asignaturas del programa. Todo este mundillo de mafiosos y delincuentes comunes dijeron “Presente” al “taller” convocado por el Imperio.

El propósito de esta mascarada fue ayudar a los grupos anti-chavistas a sacar del poder al Presidente de Venezuela. Semanas después de esta visita, que contó con la presencia del Coronel Robert Helvey, experto en "cambio de régimen" y mano derecha del "gurú ideológico" Gene Sharp, los sectores de la oposición en Venezuela iniciaron acciones de calle que provocaban disturbios y desestabilización en Caracas, con la intención de forzar al Presidente Chávez a dejar el poder justificándola por una supuesta “rebelión cívica”, llamada "guarimba" por el pueblo. Los sectores opositores quemaron neumáticos y basura por toda la ciudad, tiraban piedras y bombas molotov a las fuerzas de seguridad y buscaban cualquier manera de fomentar la violencia (asesinatos de dirigentes campesinos por sicarios pagados, incluidas amenazas de muerte o asesinatos efectivos de fiscales y representantes comuneros elegidos en votación directa por el pueblo) para luego justificar la intervención internacional para derribar al gobierno. Al no lograr su objetivo en aquel momento, durante los años 2005 al 2007, las agencias de Washington seleccionaron un grupo de jóvenes venezolanos para viajar a Belgrado, Washington y Boston a fin de recibir varios talleres de formación y capacitación directamente de los antiguos fundadores de OTPOR en Serbia, y también del Instituto Albert Einstein y el Centro Internacional para el Conflicto No-Violento. Al mismo tiempo, la USAID y la NED aumentaron su financiamiento a grupos de jóvenes en Venezuela, para facilitar la formación de sus organizaciones y movimientos contra el gobierno del Presidente Chávez.

La inversión financiera y estratégica de Washington logró lanzar el movimiento estudiantil "manos blancas" en Venezuela, que desde 2007 ha ejecutado una serie de acciones contra el gobierno cada vez que se acerca un proceso electoral o un momento importante en la política del país. Aunque no han logrado su objetivo, siguen recibiendo financiamiento multimillonario de las agencias internacionales para alimentar al conflicto.

La batalla que libran los países progresistas de América Latina, a la cabeza Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, nos conmueve y nos orgullece. Lograr hacer renacer la conciencia de dignidad de nuestros pueblos está en las tareas prioritarias de la revolución, llámese Socialista, Ciudadana o Indigenista, poco importa. Lo imprescindible es levantar la educación ideológica de los pueblos hasta hacer irreversible la re-fundación de nuestras sociedades enfermas y corruptas desde nuestras seudo-independencias. Es urgente crear una verdadera independencia donde el pilar en que ella descanse sea la participación activa de nuestros pueblos creando la sociedad que las mayorías desean, hoy, en nuestro impredecible presente, según cada país. Hay pueblos mayoritarios heroicos. Mañana serán la juventud de hoy y las próximas generaciones quienes dirán la última palabra.

Fuentes y obras consultadas:
- Aporrea.org
- Ecured.cu
- La Otra historia de los Estados Unidos, Zinn, Howard, Ed. Paperback
- América Latina y Estados Unidos, Cockcrof, James, Ed.Siglo XXI
- Estados Unidos, Planet, Lonely, Ed. Planeta
- The Real Lincoln, DiLorenzo, Thomas, Ed. Prima Publishing, 2002

Romualdo Retamal Maureira es cientista social chileno residente en Canadá.

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