jueves, 17 de marzo de 2011

lanzamiento de la distribuidora familia de la tierra

Para enfrentar un mundo globalizado en el que el dios mercado esta colocado por encima del bien y del mal, las comunidades se organizan desde el respeto por productos tradicionales limpios y sanos
Alirio Duque 
Consuma Consumo limpio y saludable
Lanzamiento de la distribuidora Familia de la Tierra: una propuesta de economía alternativa para los movimientos  sociales
Por: Alirio Duque, Colectivo Somos Semillas, Red Plataforma Rural
Para enfrentar un mundo globalizado en el que el dios mercado esta colocado por encima del bien y del mal para vendernos basura, las comunidades se organizan desde el respeto por productos tradicionales limpios y sanos.
Un grupo de organizaciones y colectivos agroecológicos se reunieron en el Jardín Botánico de Bogotá el pasado 25 y 26 de febrero para realizar “Acuerdos comerciales para el comercio justo” con la preocupación por la venta de los recursos naturales, la pérdida de soberanía alimentaria por medio de la importación masiva de alimentos transgénicos y el auge de la economía neoliberal en detrimento de los pequeños y medianos productores. De esta manera, organizaciones sociales, indígenas, campesinas y agricultoras urbanas que vienen trabajando en la conformación de una distribuidora de alimentos orgánicos, medicinas naturales y arte indígena conocieron la propuesta de Familia de la Tierra.
Una iniciativa que surgió del trabajo realizado por la Plataforma Rural en torno a la estrategia de recuperación del ciclo alimentario para los sectores campesinos y las organizaciones populares. El primer paso de esta estrategia es el acceso a la tierra ya sea por procesos de liberación de la madre tierra como lo vienen desarrollando las comunidades indígenas del Cauca o por la compra de la misma. Aunque en la actualidad —después de un proceso continuado de despojo por parte del paramilitarismo— se quiere legalizar el botín de guerra que profundizará aún más la violencia surgida en la década del cincuenta. Sin contar con todas las medidas que benefician a las empresas transnacionales de los alimentos, la minería a cielo abierto y la exploración y explotación petrolera.
No obstante, se partió de los procesos agroecológicos, campesinos, indígenas, afros y de agricultura urbana que se extienden a lo largo y ancho del territorio nacional. A partir de allí se inició un proceso de cultivo orgánico, libre de agrotóxicos, con técnicas agroecológicas y, en algunos casos, ancestrales. Dentro de este trabajo la Plataforma Rural comenzó su trabajo con la recuperación de semillas ancestrales andinas y el fortalecimiento de la producción agroecológica con la instalación o el fortalecimiento de cinco Reservas Comunitarias de Semillas ubicadas en las localidades bogotanas de Usaquén, Engativá, San Cristóbal, Chapinero y la Universidad Nacional.
Aunque no era suficiente la producción agroecológica si no se tienen las semillas nativas, pero además era necesario aprender tecnologías adecuadas para el aumento de la producción. Como lo plantea Jaime Aguirre: «De nada nos sirve tener las semillas, tener la tecnología y producir en suficientes cantidades si no sabemos transformar. Porque en la medida en que no sabemos transformar se apropian de nuestros recursos que es lo que le pasa al sur con el norte. El norte viene por nuestros recursos, los procesa y nos los devuelve procesados y se queda con todas las utilidades». Es decir, era necesario la conversión a productores agroecológicos y además crear un canal de comercialización para los productos de las organizaciones sociales.
Este es el reto que analizaban estos grupos para crear una economía alternativa que pudiera generar la autonomía de los procesos comunitarios. De esta manera, tierra, semillas, producción agroecológica, transformación de alimentos y redes de distribución y consumo popular son los eslabones del ciclo alimentario que la Plataforma Rural plantea que se deben recuperar para el fortalecimiento de la seguridad, soberanía y autonomía alimentaria. Pero la mayor dificultad estaba en la comercialización.
De allí surgió la idea de construir una distribuidora de alimentos orgánicos, medicinas naturales y arte indígena que permitiera abrir el mercado a los sectores sociales que buscan una alternativa económica para el sustento de sus comunidades. De esta manera, la autonomía económica permitiría la independencia para continuar con la de defensa de las semillas, el agua y los alimentos. En otras palabras: es la lucha de la vida contra la muerte que el actual modelo de acumulación capitalista le exige a todos los movimientos sociales y políticos en todo el mundo.
Pero de los sueños se pasó a la realidad por medio de la Alianza Indígena Campesina A’wamun. Así lo explica uno de sus integrantes: «Nos aliamos con ASOANEI [Asociación de Productores Agroecológicos Indígenas y Campesinos de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá] del café Arahuaco, de la Sierra Nevada de Santa Marta, más de 600 familias indígenas y campesinas cultivando café, pero que están diversificando su producción. Pero que empezamos a ampliar esta alianza indígena a más indígenas de la ciudad y a más campesinos de la ruralidad de Bogotá. Desde esta alianza propusimos la construcción de la distribuidora Familia de la Tierra».
Hace dos años que se conformó esta Alianza en la cual confluyen la Unión Nacional Agroalimentaria de Colombia (UNAC), ASONAEI y Plataforma Rural. Con el apoyo de la Secretaría de Desarrollo Económico quien financió el estudio para la creación de un canal de comercialización de productos orgánicos de indígenas y campesinos para la ciudad de Bogotá. Ese estudio, como lo explicaron los impulsores de la distribuidora Familia de la Tierra, arrojó datos muy interesantes: «El mercado agroecológico de Bogotá no tiene tomate, y que es apetecido el tomate, y que la demanda es grandísima y la oferta es mínima. Nos dijo que lo que más se vende en el mercado agroecológico son las hortalizas. Nos dijo que en el mercado agroecológico no había arroz. En este momento Familia de la Tierra, por la colaboración de ASPROCIG, es la única distribuidora en Bogotá que va a distribuir arroz orgánico. Nos arrojó que tampoco había muchas condimentarias».
Esto quiere decir que en el mercado agroecológico para Bogotá, las organizaciones sociales pueden competir y generar utilidades para el beneficio de sus propios procesos. Lo que se intenta con esta propuesta es utilizar las mismas herramientas que el capitalismo ha creado —en cuanto a estudios de mercado, la formulación planes de negocios y todas las estrategias del marketing publicitario— para darle impulso a los productos de los sectores populares que aún no encuentran salida a sus productos.
Para muchas organizaciones de la llamada izquierda, esta propuesta podría ser una herejía, pero para las organizaciones populares que sienten el rigor del modelo neoliberal es una alternativa económica para, por lo menos, dignificar su trabajo social. La experiencia en la elaboración de medicinas naturales así lo demuestra. Cuando cada vez los espacios para las voces disidentes son más escasos y los supuestos partidos de izquierda repiten las mismas prácticas clientelistas y no están abiertos a la autocrítica y ven como un peligro para la unidad las propuestas novedosas que escapan a su control; es necesaria la autonomía.
Estas organizaciones son conscientes que la distribuidora Familia de la Tierra está en construcción y que se perfila como una distribuidora de los productores. Que busca crecer en red y a pequeña escala y que le apunta a nuevas formas de desarrollo sustentadas en el Buen Vivir planteado por las comunidades indígenas de la región andina.
Apenas comienza y tiene todavía muchos aspectos a fortalecer. Por ejemplo abrir la mirada hacia los productos medicinales y cosméticos, puesto que la lucha contra las empresas transnacionales farmacéuticas y contra el bionegocio es una nueva realidad que el pueblo brasileño comprende aún mejor. La bioindustria y la biopiratería son una amenaza para el conocimiento milenario de los pueblos originarios. Por eso, países como Ecuador ya se preparan para la protección del conocimiento ancestral. Este conocimiento es otra de las grandes bonanzas que el capitalismo quiere usurpar y, en esa medida, las organizaciones sociales tienen un gran trabajo en su defensa.
En la actualidad la amenaza es total, pero aún la esperanza está viva. Es necesario seguir creando y construyendo propuestas alternativas frente a la usurpación total de la vida. Incluso, si es necesario, optar por la desobediencia civil frente a las restricciones legales que favorecen al gran capital y que tiene en riesgo a los lecheros y otros pequeños productores.
Finalmente, la Plataforma Rural invita «a los consumidores, a los sectores sociales, conscientes, a que empecemos por liberarnos de las grandes tiendas y supermercados y que empecemos a librar la batalla silenciosa por recuperar nuestra soberanía alimentaria y medicinal».

http://notiagen.wordpress.com/2011/03/16/lanzamiento-de-la-distribuidora-familia-de-la-tierra-una-propuesta-de-economia-alternativa-para-los-movimientos-sociales/

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