Abdel-Hakim al-Hasidi, en declaraciones en una entrevista con el diario italiano Il Sole 24 Ore, admitió que había contratado previamente fundamentalistas para luchar en Irak, y dijo que estos combatientes son “hoy están en primera línea en Adjabiya “.
Al Hasidi describe los combatientes como “patriotas y buenos musulmanes, no terroristas”.
El mismo Hasidi fue capturado en Pakistán en 2002 después de luchar contra las tropas de EE.UU. en Afganistány entregado a las fuerzas de EE.UU.
Los rebeldes libios han sido armados con armas entregadas por los aliados de EE.UU. a través de Egipto, mientras llamamientos abiertos de parte de think tanks, tales como RAND, proponen armar directamente a los combatientes. El ejército de EE.UU. está considerando seriamente la posibilidad de hacerlo y “examina la legalidad” de esta medida, según Mark Kornblau, portavoz de la embajadora norteamericana ante la ONU, Susan Rice.
En 2002, expertos de los servicios franceses de inteligencia revelaron cómo las agencias occidentales financiaron una célula libia de Al-Qaeda “controlada directamente por Bin Laden” para tramar un complot para matar a Gaddafi.
Según el Telegraph, fuentes de EE.UU. y del gobierno británico dijeron que el al-Hasidi fue miembro del Grupo Islámico Combatiente Libio (LIFG por sus siglas en inglés) que mató a decenas de soldados libios en ataques de la guerrilla cerca de Derna y Benghazi en 1995 y 1996.
A pesar de que LIFG no forma parte de la organización al-Qaeda, el ejército de Estados Unidos admite que los dos comparten una “relación cada vez más cooperativa”. En 2007, documentos capturados en la ciudad de Sinjar, mostró que el LIFG constituía el segundo grupo más grande de combatientes extranjeros en Irak, después de los saúdis.
Islamistas británicos también han apoyado la rebelión libia, con el ex jefe del proscrito al-Muhajiroun que proclamó que “El islam, la sharia y jihad de Libia” había “sacudido a los enemigos del Islam y los musulmanes más que el tsunami que Alá envió a Japón.
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