Las elecciones peruanas entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori, son un ajuste de cuentas con la corrupción y la violación de los derechos humanos, incluido el crimen de las esterilizaciones a mujeres.
Carlos Angulo Rivas
Los padrinos corruptos y la ahijada Keiko Fujimori
Coletillas al Margen
Perú: Tsunami de la corrupción
Carlos Angulo Rivas*
Terminado el debate presidencial de los candidatos Ollanta Humala y Keiko Fujimori, la claridad ha emergido de manera substancial. No caben dudas, las dos opciones han tratado de acercarse al centro del espacio poblacional, a fin de ganar a los indecisos y a quienes no están identificados con la política. Ollanta Humala ha perfeccionado su plan inicial de gobierno a través del consenso con las fuerzas políticas representadas en el Congreso Nacional electo, de allí que su exposición fue más clara y contundente; Keiko Fujimori por su parte insistió en la reivindicación del plan asistencialista de su padre, eficiente para ganar clientela política, principal sustento de la popularidad de esta opción que trata de legitimar la atroz dictadura que vivió el país en los años noventa.
Sin embargo, aunque la prensa levante el tema de los planes de gobierno y la confianza a tener en ellos, y acuse de forma persistente de varios cambios de posición de Ollanta Humala, cuando sólo ha habido un reajuste (hoja de ruta) consensuado con otras fuerzas políticas, el principal enfrentamiento electoral va en otra dirección, la de un ajuste de cuentas con la corrupción y la inmoralidad de los “faenones.” Limpieza versus podredumbre. Tengamos presente que el escenario de estas elecciones peruanas fue provocado por los poderes fácticos. Nada se dejó al azar. Los medios de comunicación, los inversionistas, las mafias partidarias, el dinero de los narcos, el empresariado multinacional y nacional y el gobierno de Alan García, con las instituciones del estado que él digita a través de sobornos o amenazas, se han jugado por entero a la permanencia del modelo neoliberal extremista y corrupto, denominado “perro del hortelano” por el propio presidente. Precisamente, debido a esta alternancia de continuidad corrupta, la inclinación hacia el regreso del fujimorismo, no puede ser más evidente. Los poderes fácticos señalados, en buen romance, desafían la paz social tratando de imponer en la presidencia de la republica a la frondosa mafia de la que son parte constitutiva.
La “guerra sucia” desatada contra Ollanta Humala no es casual, ella tiene una explicación. La táctica de la derecha extrema es crear temor en la población para salirse con la suya, es decir, el reto es mantener la corrupción y la inmoralidad como las columnas vertebrales de hacer negocios y suculentas utilidades. Alberto Fujimori en su época y Alan García por segunda vez, han educado a esta derecha oligárquica favoreciéndola con la obtención del dinero fácil y la coima. En consecuencia, la disociación de ideas, la manipulación de los medios de comunicación pertenecientes a esta oligarquía mafiosa, la satanización premeditada contra Ollanta Humala, con alevosía y ventaja, nada tiene que ver con los planes de gobierno ni el destino de la nación. Sí tiene que ver y mucho, con la supervivencia de las mafias y los estrechos vínculos con la institucionalidad putrefacta del Estado.
El programa inicial o plan de gobierno de Ollanta Humala ha sido neoliberal al cien por cien, aunque con ciertos ajustes en la dirección de mejorar la redistribución del ingreso y apostar por la inclusión de los sectores marginales. En pocas palabras, una apuesta por la participación de los pobres y extremadamente pobres en el crecimiento económico. Por consiguiente, cuando la votación se concentró entre los cinco candidatos que llegaron primeros, nunca hubo “peligro” de caer en la lucha política demarcatoria entre derecha e izquierda, entre capitalismo y socialismo, o entre sistema y antisistema.
De esta suerte, la infame campaña destructiva, demoledora y abusiva, contra Ollanta Humala, para sacar adelante a Keiko Fujimori, la hija del ex dictador sentenciado a 25 años de prisión por sus crímenes y latrocinios, posee en esencia la mentalidad delincuencial de la impunidad, entonces, el todo vale es la consigna. Felizmente, en esta coyuntura singular, la conciencia moral de la patria se ha hecho presente mediante el integro de la intelectualidad nacional, indistintamente de sus simpatías o colores políticos. Reconforta que hombres y mujeres hayan levantado la voz frente a la ignominia que significaría tener a Keiko Fujimori de presidenta de la república y sobre todo al mismo equipo de gobierno (Santiago, Rosa, Keiko y Kenji Fujimori, Yoshiyama, Rey Rey, Aguinaga, Martha Chávez, Cuculiza, Moyano, Trelles, Chlimpler, Joy Way, Hurtado Miller, Jorge Camet, Baca Campodónico, Carlos Bologna, Rafo, etc.) que devastó el país y demolió su institucionalidad mediante la más nefasta y cruenta dictadura habida en el Perú. Mario Vargas Llosa, a pesar de sus críticas iniciales a Humala, es digno reconocerlo, acompaña esta cruzada de salvación moral de la patria.
Los intentos de los poderes fácticos constituidos en mafia se asocian a la violación del estado de derecho por parte del presidente de la república, que actúa como un operador político de Keiko Fujimori mediante las siguientes acciones:
a.Alan García promueve la participación activa del reo Alberto Fujimori y cede las instalaciones de la cárcel dorada en la DIROES, a manera de local central partidario de la candidata Fuerza 2011.
b.Alan García, crea el pánico económico a través del ministro de Economía, anunciando el Apocalipsis financiero, la posible huida de capitales y la falta de inversiones, por supuesto, si se elige a Ollanta Humala.
c.Alan García interviene en la campaña electoral dando declaraciones, sesgadas y ambiguas, a los medios de comunicación, siempre a favor de Keiko Fujimori.
d.Alan García utiliza a los servicios de inteligencia de las Fuerza Armadas y Policiales y los pone a disposición de los promotores de la candidatura de Keiko Fujimori, quienes alimentan a los medios de comunicación encargados de destruir y sepultar a Ollanta Humala.
e.Alan García ha declarado hace pocas semanas que “de ninguna manera dejará que Ollanta Humala sea presidente” (artículo de Jaime Bayly en diario Perú 21) y el año pasado declaró que “él no podía elegir al presidente, pero sí podía evitar que alguien que no fuera de su agrado fuera elegido.” A partir de estas declaraciones existen varias denuncias por voluntad de fraude, la principal desde Chachapoyas donde se han detectado cedulas marcadas a favor de Keiko Fujimori; la sospechosa impresión de dos millones de cedulas por encima de las necesarias, ordenadas por la onPE, llaman a preocupación. Por otro lado, existe falta de confianza en la señora Magdalena Chu, jefa de la onPE, íntima de Alan García, que durante las elecciones municipales últimas en Lima, se dio el lujo de impugnar más de la cuarta parte de las actas electorales, manipulación de resultados que mantuvo en vilo la elección por cerca de sesenta días
A estas acciones desde la cúspide del poder, se añaden los malabares de la prensa asalariada comprometida con las mafias de la corrupción, los latrocinios y la violación de los derechos humanos, atacando a Ollanta Humala de manera calumniosa y despiadada. Observemos que, en defensa de la corrupción y de plena identificación con ella, no es casualidad la unidad de los políticos más corrompidos del país en apoyo, casi fanático, a Keiko Fujimori. Aquí los tenemos: Luis Castañeda (robos descarados en el municipio de Lima, Comunicore y sobre valoración de obras públicas como el Metropolitano y otras), Alan García (maestro notable de ladrones, coimero por excelencia, durante su primer y segundo gobierno; acusado de genocidio y del etnocidio de Bagua; además, artífice de los “faenones” de sus compinches Jorge del Castillo y Rómulo León Alegría, y con muchos más connotados alanistas); Pedro Pablo Kuczynski, broker internacional norteamericano, vendedor de nuestros recursos naturales a precios irrisorios, hombre de suculentas comisiones, enriquecido desde que huyó por estafador en la maletera de un carro diplomático de la embajada de Estados Unidos, durante el gobierno del general Velasco Alvarado); y, además está, el integro de la mafia fujimorista de la década de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, compuesta por elementos prontuariados, fugados del país y gángsteres vinculados al narcotráfico. Mafia fujimorista concebida como una Dinastía Imperial de estilo japonés, cuya base es la familia de Alberto Fujimori.
Así fundada la Dinastía Imperial mafiosa, el manejo de la organización familiar nunca ha necesitado de la estructura de un partido político democrático; y la fuga de Fujimori al Japón es considerada sólo un alto en el camino. Esta formulación antidemocrática grupal subsiste y explica en parte el cambio de nombres como quien se cambia de camisa: Cambio 90, Nueva Mayoría, Vamos Vecino, Perú 2000, Sí Cumple, Alianza para el Futuro, Fuerza 2011.
Pues sí, en el conjunto de esta visión partimos de una realidad concreta, y en este tsunami de la corrupción que sobrevendría y asolaría el país, en caso se imponga a Keiko Fujimori, no nos llama a sorpresa que el miasma político esté junto. Afortunadamente, ya lo advertimos; y cuando viene un tsunami de esta naturaleza nuestra única alternativa es salvarnos; en una avalancha de porquería y lodo, nadie piensa dos veces, hay que salvarse, y sea o no sea de nuestras simpatías el comandante Ollanta Humala Tasso, es la única opción.
*Poeta y escritor peruano
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