El mundo sabe que la insurgencia colombiana lucha desde hace décadas, mucho antes de la aparición del narcotráfico y persiste ahora en plena bonanza minera, como jugoso postre transnacional.
Héctor Díaz Revelo
La guerra por la subervivencia en Colombia no da espera.
Por Héctor Diaz Revelo.
El mundo sabe que la insurgencia colombiana lucha desde hace décadas, mucho antes de la aparición del narcotráfico y persiste ahora en plena bonanza minera, vista hoy como jugoso postre transnacional.
El establecimiento colombiano ya no sabe qué hacer. Está enredando la pita, tanto que mientras un hijo de la burguesia en la presidencia habla de la mano negra de ultra-derecha criolla, otro miembro también de la ultra derecha advierte al pais y al mundo sobre la existencia de la ‘mineroguerrilla’.
Un hijo de la burguesia y de los factores de poder – el clan de los Santos – hoy en la presidencia, contra todo pronóstico sale a reconocer que en Colombia hay un conflicto armado, mientras otro, de la ultra derecha, acusa al gobierno de Juan Manuel de haber fulminado, acabado, destrozado, al que considera, el glorioso ejército nacional. Sueña con revivir las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos, las masacres y la connivencia de militares con hordas paramilitares.
Santos repite el discurso de Uribe hablando de las madrigueras de la insurgencia y de la lucha contra el terrorismo, igual como se expresaban George Bush y Alvaro Uribe, señalando que ya casi atrapan a su comandancia, mientras, otro de la ultra derecha, secretario de la conferenciaa episcopal colombiana, monseñor Juan Vicente Córdoba, dice que hay que orar por la salud del presidente bolivariano Hugo Chavez Frias a la vez que pide a Dios por la salida negociada al conflicto.
Todos, para desconocer y hacer creer al mundo que aqui no se libra una guerra de liberación nacional por la paz con justicia social, califican a la insurgencia como ‘narcoguerrilla’ mientras, todos también, desde el pensamiento godo-liberal-recalcitrante claman por la salida militarista al conflicto pese al fracaso de la guerra sucia y su creación del paramilitarismo, con el cuento de aniquilar a punta de motosierra y metralla a miles de civiles colombianos acusados de ser la base social de la guerrilla, el apoyo de la guerrilla.
Ese establecimiento corrupto que se lame los labios cuando Estados Unidos felicita sus acciones en desarrollo de una falsa y fallida lucha contra las drogas, es el mismo establecimiento que ahora cree no hacer parte de esa mano negra de ultra derecha de la que habla el presidente Santos.
Ese establecimiento venal, que según la academia de la lengua es aquel que se deja sobornar con dádivas, es el mismo de donde sale otro Santos, Juan Carlos, asesor de la transnacional canadiense que explota oro en Colombia, diciendo en la television de Al Jazzera que el asunto de la minería y las concesiones es un asunto de chequera, que calienta la mano tanto a gente del sector publico como del sector privado. Perogrullada.
Ese estableicimiento abyecto a las disposiciones de la Casa Blanca, el mismo que se lucra de cuantos recursos se invierten en salud, educacion y finanzas, es el mismo de donde sale otro Santos, quizas llamado Enrique como editorialista de El Tiempo cuando en una especie de ‘mea culpa” admite sin rubor que pese a la corrupcion y clientelismo, Colombia goza de una envidiable tradición de elecciones : “El Estado colombiano no carece de tanta legitimidad como opinan muchos. Mal que bien con corrupción y clientelismo ha mantenido una envidiable tradición de elecciones, lo mismo que el record de tener una de las pocas guerrillas del mundo que aspira a tumbar un régimen democrático”.
Sarmiento Angulo, Santodomingo y Ardila Lulle, y la familia Santos obviamente, como parte del establecimiento, saludan ese editorial como si se descubriera el agua tibia, cuando supongo que ese mismo Santos, Enrique Santos, expresa que el establecimiento “…ha preferido mirar para otro lado cuando se habla de miseria y de campesinos desarraigados” al tiempo que se lamenta “de la inexistencia de una política coherente y de largo aliento, frente a la subversion”. Dice subversión, no habla de narcoguerrilla o de narcoterroristas como aprendió Santos, el exministro de Defensa de Uribe y hoy presidente del país.
Aparentemente arrepentido el establecimiento deja que Santos, Juan Manuel el presidente de Colombia admita que hay conflicto social y armado, en contravía con lo que había sostenido su protector y amigo Alvaro Urbe Velez, y por segunda vez otro Santos, supongo que Enrique el editorialista, expresa que “Quienes opinan que la revolución no se hace por contrato y creen con increible simpleza que lo único que hay que negociar con la guerrilla es la desmovilización a cambio de algunas prebendas, SON TAN ILUSOS COMO QUIENES NOS VENDEN LA PERSPECTIVA DE LA GUERRA TOTAL”.
El establecimiento que tiene comiendo de su mano a la supuesta izquierda colombiana y que hace fiestas con los descubrimientos de corrupción del gobierno de Uribe, sapo que no se tragaba hace rato la burguesía colombiana, acostumbrada a tener ‘niños bien’en la Casa de Nariño, ese establecimiento dice hoy que la insurgencia ha pasado de ser ‘narcoguerrilla’ a convertirse en ‘mineroguerrilla’, mañana dirá se trata de la ‘aceite de palma-guerrilla’ o porqué no, la ‘petroguerrilla’, ésta ultima en caso de que la bonanza fuera petrolera, claro.
Ese establecimiento que ve destrozados sus partidos liberal y conservador y que al mismo tiempo esconde a los angelitos del PIN destaca como gran obra legislativa del partido del presidente Santos, el partido de la U, la ley presentada por el presidente de esa colectividad, salido tambien del seno de la familia Santos, el Senador Juan Lozano, que aumenta la licencia de maternidad de 12 a 14 semanas.
Ese establecimiento iluso sobre el cual escribí hace un tiempo, es el mismo que hoy sigue enredado en quitarle el peso real a la insurgencia, con calificativos como los mencionados y que de frente habla del conflicto armado y por detras esconde los millones de dolares que recibe de Washington para alimentar el militarismo y la salida cruenta a los ancestrales problemas que dejan la exclusión social, la desigualdad y la falta de opotunidades para todos. Ese establecimiento que todavía se asusta con la culebra que ellos mismos han creado, el paramilitarismo, disfrazado hoy de bacrim, aguilas negras, rastrojos y urabeños, se enreda sin verguenza en vocablos para referirse a la insurgencia.
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