“No creo en el mito del sexo como un determinante o como una barrera que impide llevar a cabo ciertas tareas” Rosario Castellanos
J. Fernando García Arellano
Soy hombre con una misma relación entre identidad biológica y rol sexual. Entonces ¿por qué me interesa la lucha feminista? ¿Por qué los asuntos de género deben importarme si no soy mujer o he sufrido algún tipo de discriminación? Debo hablar, desde mi posición histórica, para denunciar la necesidad de impulsar proyectos de equidad, vía necesaria para el desarrollo de cualquier comunidad que pretenda, entre otras cosas vivir bajo valores democráticos o al menos vivir dignamente. Como varón he sido testigo de los abusos contra las mujeres, tuve una educación inicial en donde no tenía compañeras dentro del aula, se me educó para considerar a la mujer como una entidad bio-electrodoméstica, cuando se tiene esta visión, propia de la burguesía, el nivel tan distinto de consideración es latente e imposible de desvanecer.
Somos diferentes, hombres y mujeres, por las demarcaciones biológicas pertinentes a cada género, sin embargo, los vínculos resultan mucho más evidentes y poderosos que una mera descripción anatómica. Somos personas, integrantes de una sociedad, como ha resultado evidente en la participación tan esencial de ambos géneros en las últimas revoluciones sociales, las mujeres han actuado políticamente con la misma voz que cualquier representante del pueblo, sin embargo, el camino para exorcizar los demonios del feminicidio o la violencia de género resulta en la posibilidad de madurar culturalmente, considerar la existencia de cualquier ser humano como un bien invaluable.
No podemos seguir pretextando la violencia de género con argumentos tradicionalistas, no hay peor costumbre que considerar a la mujer como ser inferior por el simple hecho de tener vagina, de menstruar. Parece ridículo pero sorprende el escuchar en las noticias de mi País encabezados como “La primera mujer en…” no es posible que actividades de antaño relacionadas con los hombres sigan consideradas exclusivas para nosotros. Tenemos el mismo valor, la misma capacidad racional, el mismo corazón. Por estas razones, por las 251 mujeres asesinadas en el Distrito Federal (solamente del 2001 al 2003) y las que continúan sufriendo violencia intrafamiliar, por las desaparecidas y asesinadas de Juárez, por las 26 violadas en Atenco, por mis hermanas indígenas violadas o torturadas por militares, por todas ellas, considero justo, necesario y digno, considerarme feminista. Soy hombre pero eso no me hace ciego ni indiferente al dolor de la mujer que clama por el simple reconocimiento y la reivindicación de sus derechos.
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