domingo, 21 de agosto de 2011

Brasil comienza a indignarse

Dilma Roussef ha sufrido tres crisis de gabinete en un semestre. En el horizonte se dibuja una agudización de la lucha de los trabajadores.

La rebelión obrera de Jirau
Presentado como un modelo de estabilidad económica y política (para todo el mundo), el gobierno de Dilma Roussef ha sufrido tres crisis de gabinete en su primer semestre. No fueron menores. El primero que cayó fue  Antonio Palocci, ex ministro de Economía de Lula, quien oficiaba de primer ministro con Dilma (como "jefe de la Casa Civil", cargo con estatuto ministerial). Era también el representante del núcleo histórico del PT, y su eslabón con el capital financiero internacional. Su denuncia como corrupto (que en Brasil poco significa, pues es casi sinónimo de político) partió, por lo que parece, de fuentes oficiales.
Después cayó Alfredo Nascimento, ministro de Transportes (articulador, obviamente, de monumentales esquemas de fraude) y representante en el gobierno del PR (ex Partido Liberal) -al cual pertenece el ex vicepresidente de Lula, el industrial José de Alencar. Este partido fue el núcleo burgués de la coalición frente-populista que ganó, con Lula, las elecciones presidenciales de 2002 y 2006.
Finalmente, cayó Nelson Jobim, ministro de Defensa que Dilma heredó del gobierno Lula, quien se la pasaba insultando al círculo inmediato de la Presidenta (compuesto por mujeres), y defendiendo al Ejército de las tibias políticas de "derechos humanos" del propio gobierno -llegando al extremo de declarar que en las presidenciales había votado contra Dilma, por su adversario José Serra. La broma corriente era que el gobierno de Brasil era el único en el mundo que tenía un ministro de la oposición.
Lula había intentado, sin éxito, promover a Jobim como presidente del PMDB para hacerlo, después, vice de Dilma. El PMDB, el partido más reaccionario y numeroso de la "base parlamentaria" del gobierno (con el 31% de los senadores y más del 20% de los diputados,  además de tener el control de 5.500 municipios), rechazó sin esfuerzo la maniobra de Lula, demostrando los límites del poder bonapartista de éste.
La interpretación mayoritaria es que hay una "deslulización" del gobierno brasileño (en los "cargos de confianza" del segundo escalón gubernamental, la proporción de los nombrados por Lula cayó del 70 al 40%). De este modo, Dilma pasaría a gobernar con su propio estilo y con su propio personal político. ¿Nace el "dilmismo"? La substituta de Palocci, Gleise Hoffman, es una burócrata sin trayectoria política, aunque para su campaña de diputada recibió el doble de las donaciones que Lula para la suya de presidente.
Para el Ministerio de Defensa, fue espectacularmente nombrado Celso Amorim, ex ministro de Relaciones Exteriores de Lula. La propaganda asegura que sería el hombre capaz de disciplinar a las Fuerzas Armadas.
Sucede que Amorim es el prototipo del "hombre de Estado", con tránsito en las "instituciones internacionales": inició su carrera bajo la dictadura militar (en 1979) como funcionario "de confianza", fue ministro del gobierno de Itamar Franco (que sucedió a Fernando Collor), fue capo de la diplomacia brasileña bajo el gobierno "neoliberal" de Fernando Henrique Cardoso, ministro en los dos mandatos de Lula y ahora con Dilma; fue afiliado al PMDB y ahora del PT. El actual ministro de Exteriores, Antonio Patriota, es un burócrata mediocre al servicio de Amorim. Las Fuerzas Armadas gozan de un programa espectacular de rearmamento, el cual incluye submarinos nucleares y una importante compra de armas a Israel, a partir del Tratado de Libre Comercio Israel/Mercosur.
La "base aliada" del PT (con el 80% de los senadores y el 75% de los diputados pro-gobierno), encabezada por el PMDB, se ha declarado alarmada por la "limpieza" ministerial promovida por Dilma, que ahora amenaza al principal ministro del PMDB, Wagner Rossi (de Agricultura, base del "agro-negocio" que ha sido la clave del boom exportador de commodities).
En este cuadro de crisis política, Lula pretende imponer sus propios candidatos en las próximas elecciones municipales. La designación de Fernando Haddad (un burócrata sin trayectoria, actual ministro de Educación) para la estratégica intendencia de San Pablo (el tercer presupuesto del país) ya está provocando una crisis con el PT paulista, que reclama elecciones internas.
La "estabilidad" económica brasileña está basada en su condición de uno de los principales receptáculos de la especulación financiera internacional: la entrada de dólares ha aumentado, de 2010 a 2011, de 25 mil millones a 69 mil millones de dólares anuales (un crecimiento cercano al 200%), lo que provocó una super-valorización del real y un déficit comercial creciente. La amortización de los intereses de la deuda pública consume el 45% del presupuesto nacional. Como respuesta al reciente hundimiento bursátil, Dilma anunció una política de ajustes y recortes que afectan con violencia a la salud, la educación, el transporte y los salarios públicos.
En el horizonte, se dibuja ya una agudización de la lucha de los trabajadores. Las huelgas de miles de obreros en los canteros de obras público-privadas (Jirau y San Antonio) han conmovido al país. El clasismo ha obtenido algunas importantes victorias en elecciones sindicales. Los núcleos sindicales nacionales más combativos (Conlutas e Intersindical), junto al Movimiento Sin Tierra (MST), han convocado a una semana de luchas con un amplio programa de reivindicaciones, del 17 al 26 de agosto, y una manifestación nacional en Brasilia el 24 de agosto.
Brasil comienza a indignarse.
Osvaldo Coggiola
http://po.org.ar/

0 comentarios:

Publicar un comentario