La Iglesia es una fiel aliada del capitalismo del que forma parte,y una imprescindible referencia moral para refrendar criminales o silencicar sus crímenes.¿Es esto cristiano?Cristiano es otra cosa.
Siempre en alguna cruzada
Existen cada vez más grupos de cristianos originarios- a los que la Iglesia alemana intenta hacer la vida imposible al haberse extendido desde ahí a través de una profetisa- que predican y practican el pacifismo hasta el punto de defender la vida animal y no consumir sus cadáveres. Esto es un indicador de cambios positivos, un avance de conciencia civilizadora. ¿Sucede lo mismo en el caso de las iglesias que se llaman cristianas? Jesús de Nazaret fue pacifista y vegetariano, así como sus apóstoles y sus discípulos y seguidores. La Iglesia católica ha oscurecido y negado este hecho hasta el punto que desde Constantino se empezó a perseguir a los cristianos veganos. Ahora no se les persigue, pero en los banquetes de los clérigos de todas las iglesias que se llaman cristianas el segundo plato es como siempre: “carne o pescado”. El único modo de acabar con las guerras es transformar la conciencia personal hasta que se llegue a sentir que lo mismo que un fuego se apaga con agua, pero no con más fuego, la violencia se neutraliza con la paz del corazón, pero no con más violencia.
En el Sermón del Monte, Jesús dijo: Bienaventurados los pacíficos. La Iglesia dice: “Existe la guerra justa”. Entre ambas expresiones hay la misma distancia que entre pacifismo y violencia; cristianismo y anticristianismo. Y así es, a no ser que se puedan servir a dos señores, como quieren aparentar todas esas instituciones que se llaman cristianas a pesar de que Jesús también advirtió expresamente al respecto. Aquí, hay que admitirlo, sí que son consecuentes: sólo sirven a uno, pero no al que dicen servir. De modo que mienten, y cuando mienten traicionan a la verdad.
La verdad es algo a lo que la Iglesia teme especialmente, porque lleva casi dos mil años luchando contra ella con toda clase de armas, y aún no ha cesado. Pero resulta que de nuevo Cristo afirma “YO Soy la VERDAD”, y aunque a Dios, por cuya boca hablaba Jesús el Cristo, no se le puede hacer callar a pesar de todos los intentos. Recordemos Su vil asesinato, y cómo sigue hoy colgado de esa cruz y exhibido por las iglesias como si Le hubiesen vencido y este fuera el trofeo. (¿Y qué hay del Resucitado?). Lo mismo que mentir es propio de las jerarquías de las Iglesias, lo es guardar silencio sobre lo que estarían obligados a defender y a dar ejemplo ante el mundo en caso de ser lo que dicen que son. ¿Es ese el caso? Los silencios del Vaticano, como los de las otras iglesias muestran lo que realmente son y a quién sirven, por más biblias, ritos, ceremonias y eventos mundiales con los que intenten seducir.
ELSILENCIO DEL PAPA EN MEDIO DEL ESTRUENDO BÉLICO
Coincidiendo con la visita del Papa a España, se estaba llevando a cabo una cruel guerra civil en Libia propiciada por los amigos del Papa, que se consideran cristianos o al menos se definen como defensores de la paz, el orden, etc. Ante la juventud católica mundial que pretendía estar representada en el evento, el Jefe del Estado Vaticano y obispo de Roma no hizo comentarios sobre la guerra de Libia que manifestaran la postura de la máxima autoridad de la Iglesia sobre la masacre que llevaban a cabo en ese momento los aviones de sus amigos sobre la población indefensa, lo mismo que hizo mutis ante la violencia en general y ante la guerra en particular, y eso que los medios que el Papa conoce sobradamente,- y hasta los tiene propios- no cesan de informar sobre los fratricidios que en todo el orbe – y no solo en Libia, sino en otros países y contra comunidades indígenas- se llevan a cabo- sin que el Papa muestre oponerse- por orden de gobiernos considerados honorables y civilizados y con la connivencia de sus amigos los políticos honorables y civilizados de las naciones “civilizadas” y “cristianas”.
¿NACIONES CIVILIZADAS Y CRISTIANAS?
Civilizadas y cristianas… ¿Lo son, acaso? Si pensamos en el significado de “civilización”, nada más alejado de ella que el de la barbarie bélica cotidiana. Y si nos atenemos al mensaje de Cristo sobre la violencia, vemos en cuántas ocasiones se opone a ella abiertamente. Responder al mal con el bien, rechazar la Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente), recriminar a Pedro su conducta agresiva en el momento en que fue detenido, o su propia actitud ante sus captores, muestran sobradamente cual es la postura de Cristo ante la violencia. ¿Quién la comparte? ¿Acaso los gobiernos, cualquiera de ellos, o alguna de las iglesias que se llaman cristianas? Los actos criminales de los primeros y el silencio cómplice de las segundas dan la misma respuesta.
Responder al mal con otro mal para supuestamente acabar con él es como intentar apagar un fuego con otro fuego que se quiere más poderoso. Un disparate, un absurdo, una estupidez más de las muchas que se cometen a diario, y no solo por los gobiernos, sino también entre nosotros. El resultado no puede ser otro que un enorme incendio. Y si acabar con la furia de un hombre mediante la violencia no hace más que acrecentar su irritación, aun cuando sea reducido por la fuerza, o se le coloque una de esas camisas, cuánto menos no habrá de suceder a un país entero cuando es invadido por otro, bombardeado, destrozada su economía, violadas sus mujeres, torturados o asesinados masivamente grupos de personas, incluidos menores de toda edad, y sometidos los supervivientes en adelante a un control policiaco y a una violencia aun mayor que la existente antes de la intervención extranjera. Aún se agrava más el salvaje acto de intervenir atacando militarmente un país cuando se sabe a ciencia cierta –casos de Irak, Afganistán, Libia, o los que vayan después- que todo esa violencia con que se pretende justificar la intervención armada y que nunca termina con la guerra- no tiene otro objeto – más allá de toda apariencia- que satisfacer el ansia de codicia y poder de unos cuantos desalmados que tienen a su servicio ejércitos de serviles lacayos organizados jerárquicamente, tanto en el terreno civil como en el militar. Tan simple como todo eso. Tan simple y tan tremendo. ¿Cómo es posible tanta crueldad sin que se mueva una sola de sus pestañas a la hora de justificar invasiones ode callar ante ellas? ¿Qué clase de monstruosa falta de conciencia albergan sus promotores y cómplices silenciosos?…
Para evitar que el común de las gentes tomen conciencia sobre esta tremenda realidad de la que depende su paz y su bienestar, se les hipnotiza por medio de propaganda sistemáticamente dosificada y orientada para que la masa admire y acepte tanto a los mismos que la mantienen en la miseria y en la inseguridad como su propia miseria e inseguridad, para lo que cuentan con la educación escolar, la mediática y la católica, con la llamada “resignación cristiana”, otra confusión más introducida por las iglesias sobre el poner la otra mejilla, confundiendo pacifismo con sumisión.
PROCLAMACIÓN DE LA NO RESISTENCIA
En 1838, un tal William Lloyd Garrison, del que no esperen referencias en nuestros medios, y menos en los controlados directamente por los norteamericanos, Murdock y semejantes -indirectamente lo están todos- un activista precisamente norteamericanodefensor de los derechos de los negros, fundó una organización con el nombre de “Sociedad para la consecución de la paz en el mundo”, cuyo Manifiesto recoge Tolstoi 50 años después en su libro “El Reino de Dios está en vosotros”. De dicho Manifiesto extraigo algunos párrafos que pueden sernos útiles para nuestra reflexión sobre paz, violencia, cristianismo y militarismo.
“No reconocemos a ningún gobierno. Reconocemos a un solo rey, una autoridad, un juez y gobernador sobre la Tierra. Nuestra patria es el mundo y nuestros compatriotas la humanidad entera”…. (Sic)
“La doctrina que propugna la Iglesia acerca de que todos los Estados de la Tierra han sido establecidos con la aprobación de Dios, constituidos de acuerdo con la voluntad de Dios, es tan absurda como blasfema. Esta doctrina presenta a nuestro Creador como a un ser parcial, que instituye y alienta el mal. Nadie puede afirmar que los gobiernos de ningún Estado actúen frente a sus enemigos de acuerdo con las enseñanzas y según el ejemplo de Cristo. En consecuencia, la actividad de estos gobiernos no puede ser aceptada por Dios, ni estos pueden estar constituidos conforme a Su voluntad. Por ello, los gobiernos deben ser derrocados, pero no con la violencia, sino mediante un renacimiento espiritual en las personas.
Reconocemos como anticristianas e ilegales no solo las guerras- tanto las ofensivas como las defensivas-sino todos sus preparativos: constitución de arsenales, fortificaciones, navíos de guerra. Reconocemos como anticristianas e ilegales la existencia de cualquier ejército regular, cualquier mando militar, cualquier monumento erigido para conmemorar las victorias, o las derrotas del enemigo; cualquier trofeo… (Sic)
En consecuencia, consideramos que para nosotros no solo es imposible servir en el ejército, sino también ocupar cualquier cargo que nos obligue a forzar a otros a comportarse, bien bajo amenazas de cárcel o pena de muerte. Por tanto, nos excluimos de manera voluntaria de cualquier institución gubernamental. Renunciamos a la política, a honores terrenales y a cargos de poder… (Sic)
Creemos que la Ley del Talión del Antiguo Testamento,”Ojo por ojo, diente por diente”, fue abolida por Jesucristo… (Sic)
CIVILIZACIÓN ES INCOMPATIBLE CON VIOLENCIA
“ La historia de la humanidad está llena de evidencias que demuestran que la violencia física no es compatible con el renacimiento moral, que la inclinación a pecar de las personas puede ser vencida únicamente con el amor; que el mal puede ser destruido solamente con el bien; que no debemos confiar en la fuerza de las manos para defendernos del mal, que la verdadera seguridad se encuentra en la bondad, en la paciencia infinita y en la misericordia, que solo los dóciles heredarán la Tierra, y que los que alcen la espada, a espada morirán…
No propugnamos una doctrina de la revolución, pues el espíritu de la revolución es el espíritu de la venganza, de la violencia y el asesinato, y este no teme a Dios ni respeta al individuo. Y lo que deseamos nosotros es estar llenos del espíritu de Dios. Fieles a nuestra doctrina de la no resistencia al mal con el mal, no conspiraremos, ni urdiremos revueltas, ni generaremos violencia. Nos someteremos a toda ley a toda imposición del gobierno, excepto a aquellas que sean contrarias al Evangelio. Mostraremos una total sumisión si nos es impuesto un castigo por insubordinación. Así como nuestra intención es soportar todos los ataques que recibamos sin ofrecer resistencia alguna, también lo es combatir sin tregua el mal que reina en el mundo, allá donde estuviere “…
(Hasta aquí la cita)
¿A QUIÉNES ENGAÑAN LOS PAPAS TODAVÍA?
Si miramos el Vaticano, como lo que es, el Estado más rico del mundo en menos espacio, con sus guardias de corps armados, sus “sacristanes secretos”, embajadores, palacios, tribunales, propiedades, tesoros artísticos y los que no lo son, con su doctrina de la “guerra justa”, y sus silencios injustos sobre las guerras siempre injustas, incluidas las que tiene en su propio haber con sus innumerables crímenes contra disidentes cristianos y paganos, o como colaboradores del exterminio contra los pueblos indígenas apreciaremos con toda nitidez la distancia que separa de Cristo y de los verdaderos cristianos a estos usurpadores de Su nombre.
Resultaría difícil de creer, no ya por los pacifistas cristianos, sino hasta por los propios católicos practicantes, la simple idea de que el jefe de Estado Vaticano pudiera firmar una declaración semejante a la que se acaba de transcribir, suscritas por cristianos y acorde en todo al mensaje de Cristo. Recordemos para terminar que la Iglesia nunca se ha declarado pacifista y ni siquiera ecologista. Lobos con pieles de oveja que ni entran ni dejan entrar a quienes desean encontrar el mensaje de Cristo en ese Sermón de la Montaña que las jerarquías de la manada consideran impracticable, dando así una visión de Cristo como la de un inspirado romántico que mire usted qué ocurrencia.
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