El antropólogo y anarquista David Graeber es una de las figuras detrás del movimiento Occupy Wall Street, proveyendo organización e ideología
Lo que hace más atractivo un movimiento como Ocuppy Wall Street es que aparentemente no tiene una estratuctura jerárquica y remite a una red o a un rizoma de organización horizontal descentralizada. Sin embargo, existen por naturaleza figuras influyentes que son claves en la gestación y consolidación de una protesta que toma escala mundial por su resonancia con lo que le ocurre a millones de personas en la vida diaria. Una de ellas es David Greaber, anarquista, antropólogo y experto investigador en al conformación del sistema económico actual basado en la deuda.
Graeber gusta decir que tiene tres objetivos este año: promover su nuevo libro, aprendenr a conducir y lanzar una revolución global. Hasta ahora de las tres la que menos parece ir en marcha es la segunda, ya que Graeber aún no consigue tomar lecciones de manejo o dominar la máquina fordiana.
A sus 50 años de edad, Graeber, un estadounidense que enseña en la Universidad de Goldsmith, ha participado en muchas de las protestas del movimiento de izquierda mundial como la de Quebec, Genova, Philadelphia y Nueva York y junto al editor de Adbusters fue uno de los organizadores de Occupy Wall Street en sus inicios. Graeber participó organizando clases de resistencia no violenta, entrenamiento médico y legal y llevando al movimiento al Parque Zucotti, el cual es privado por lo cual la policía no puede desalojar a los manifestantes.
Graeber es parte de una familia de anarquistas y desde los 11 años se interesó en el estudio de los jeroglíficos mayas, lo cual lo llevó a obtener una beca a iniciar una carrera académica que se ha visto truncada por su preferencia por la anarquía.
En su libro Debt: The First 5,000 Years, Graeber expone una historia alternativa al surgimiento del dinero y los mercados, explorando la actitud ambivalente que existe ante la deuda, como obligación o pecado, motor del crecimiento económico y herramienta de opresión –por un lado se cree que pagar las deudas es un asunto de moralidad y por otro se percibe como malignos a aquellos que viven de prestar dinero.
Graeber señala que a lo largo de la historia, la deuda ha servido como una forma para que los estados controlen a sus súbditos y extraigan recursos de ellos (usualmente para financiar guerras). Y cuando las personas llegan a tener demasiada deuda, se desata algún tipo de revuelta.
El dinero no fue creado por comerciantes para facilitar el comercio, fue creado por los estados para hacer más eficiente su recaudación de impuestos y para medir la propiedad. En el proceso se introdujo el concepto de precio y de un mercado impersonal que devoró las redes orgánicas de soporte mutuo que existían.
Graeber argumenta que el dinero convierte obligaciones y responsabilidades, elementos sociales, en deuda, algo que es puramente financiero. El sentido que tenemos de que es importante pagar la deuda corrompe el impluso de cuidar el uno del otro. La deuda se vuelve sagrada, cuando las relaciones humanas en realidad son más importantes.
Pero si entendemos los orígenes de la deuda, entonces, nos volvemos más flexibles a negociar las deudas cuando las condiciones cambian, ya sean estas hipotecas, tarjetas de crédito, deudas estudiantiles o de naciones enteras.
“La sobrenía pertenece al fin de cuentas al pueblo. Tú le diste a los bancos el derecho de crear el dinero que te es prestado. Colectivamente hicimos esto, y lo podríamos hacer de otra forma”.
Perdonar una deuda, en un especie de jubileo mundial sería notable “no sólo porque aliviaría mucho sufrimiento humano, sino porque será una forma de recordarnos que el dinero no es inefable, que pagar nuestras deudas no es la esencia de la moralidad, que todas estas cosas son arreglos humanos y si la democracia significa algo eso es la habilidad de acordar para arreglar las cosas de una forma diferente”, dice Graeber.
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