ALBERTO VALVERDE / capitalmadrid.com – No se crean lo que cuenta a algunos medios su ex jefe de prensa. Miguel Blesa, el ex presidente de Cajamadrid (germen de Bankia tras su fusión con Bancaja y otras cinco cajas de ahorro minúsculas más), está vivo y conduce un todoterreno por Madrid y hasta dicen que un Ferrari cuando se desplaza a Miami.
A Blesa, a quien el PSOE echa la culpa primigenia del desaguisado de Bankia, le hubiese gustado retirarse a la ciudad más cosmopolita del sur de Florida (EEUU). Pero, pese a haber pagado una millonada por una residencia en el condado de Dade (para qué narices necesitaba Cajamadrid una casa particular allí), no consiguió redondear todas sus metas empresariales ni personales desde que en 1996 llegó, por intervención de su compañero de carrera José María Aznar, a la presidencia de la entidad de ahorro madrileña.
La verdad es que, al final, todo le salió mal y hasta su sucesor tuvo que advertirle que ni se atreviera a cobrar su multimillonaria indemnización no fuera que algún día hubiera necesidad de investigar la compra del banco más caro y más pequeño (menos de quince sucursales) de EEUU con dinero de los madrileños. Todo un derroche. ¿O fue otra cosa?
No hay que esperar a la demanda criminal que el extraño sindicato Manos Limpias ha presentado contra Blesa, Fernández Ordoñez y Rodrigo Rato ante un juzgado de Madrid. Admitida a trámite, pocos esperan que la denuncia prospere hasta sus últimas consecuencias. Cosas de los tribunales de este país, que por muy buenas intenciones que se tengan siempre faltan medios para llegar hasta el final. Soio en el caso de Mario Conde, que las hizo buenas y ya pagó por ellas, llegó hasta muy cerca del túnel, pero no se sabe que tras varios años de cárcel, el ex presidente de Banesto y accionista minoritario de un grupo mediático (eso dicen, al menos, algunos de dentro) y en el que enseña sus patéticas verguenzas por las noches, haya devuelto un duro del dinero desaparecido y saneado con aportaciones públicas.
El agujero de Bankia es con creces muy superior e incluso que hasta pueda estar exagerado, si uno se cree -y existen razones poderosas para ello- al ya ex presidente de Bankia, el que fuera director gerente del FMI y vicepresidente del Gobierno con Aznar. La carta de Rodrigo Rato al consejo de la antigua Cajamadrid puede parecer una autoexculpación, pero es algo mucho más serio. Representa una clara denuncia de que el caso Bankia se podría haber resuelto con mucho menos recurso al déficit público si las cosas se hubiesen hecho mejor. A Rato le negaron, en su plan del 6 de mayo aprobado por el Banco de España e inicialmente por el Ministerio de Economía, 5.000 millones y tiempo. A su sucesor, el bilbaino de Plentzia José Ignacio Goirigolzarri, le han prometido 23.500 millones, casi cinco veces más, aunque habrá que ver quien se los da, si los contribuyentes españoles o el Fondo de Rescate Europeo, generado con aportaciones fiscales de algunas decenas de millones de ciudadanos europeos más.
Pero no nos alejemos del asunto que nos ocupa. Hay que seguir la pista del dinero, como en el Watergate. La que marcó Blesa y su segundo, Matias Amat, que se ha llevado 4,6 millones de indemnización de Bankia, apenas un año antes de que explotara todo el caos interno. Amat, emparentado familiarmente con un abogado de mucho prestigio de Barcelona, antecedió a Blesa en su aterrizaje en Cajamadrid, después de salir por piernas de un banco norteamericano de inversión. Al parecer, su curriculum personal y académico no coincidía con otro que parecía más próximo a la realidad. Amat y Blesa, Blesa y Amat pasaron casi 15 años juntos en Cajamadrid y son testigos y firmantes ambos de las operaciones que ahora alguien del PSOE quiere que se investiguen. No del asunto del ladrilo, que también. Otras menos exculpatorias y que requieren muchas aclaraciones por sus sobreprecios. Y, además, todas en el exterior.
Lo decía el viernes el portavoz económico del PSOE en el Congreso de los Diputados y ex ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, cuando afirmaba que algunos miembros del anterior Consejo de Administración de Bankia “están estudiando” emprender acciones judiciales por lo sucedido en la entidad. En declaraciones a RNE, Gómez apuntaba que los problemas de Bankia se remontan a 1996, cuando Miguel Blesa entró en la presidencia de la entidad madrileña. Desde entonces, ha dicho Gómez, se perdió calidad y rigor en la gestión. Y algunas cosas más, dicen otros. Como millares de tarjetas de crédito repartidas entre los miembros de consejo de la caja. Y, ojo al dato: todos ellos miembros de partidos políticos, sindicatos, agrupaciones madrileñas y hasta familiares de altos cargos. Muchas de ellas ni se abonaban al final de mes, como exigen las buenas costumbres y la ley.
Gómez demanda una investigación a fondo y sus razones tendrá. Además, exige que se depuren responsabilidades por lo sucedido en Bankia pues otras cajas, como Unicaja o Kutxa, han estado “muy cerca del fuego inmobiliario” y con presencia de políticos en sus consejos y no han tenido tantos problemas como tiene Bankia. Precisamente lo que no quiere Goirigolzari o lo que, al menos, dijo en su presentación: “no he venido a depurar responsabilidades”. Y no le falta razón al bilbaino de Plentzia. Para depurar y exigir responsabildiades están los Tribunales. Y la Fiscalía dle Estado, si es que le deja el Gobierno, se supone.
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