miércoles, 15 de agosto de 2012

Bancos de Prueba y Daño Colateral en la Propia Piel.

Juan Rozz

La guerra fría que sobrevino a la Segunda Guerra Mundial trajo aparejada la aparición de focos de combate regionales para medir y determinar el poder bélico de los contendientes de entonces, USA y URSS y sus satélites

sin que se produjeran declaraciones abiertas de hostilidades.

En el Mundo Civilizado, no se declararon más guerras. Pero embozados en el intervencionismo, los rivales utilizaron el planeta entero y sus diferencias políticas, filosóficas y económicas como banco de prueba para armamentos y técnicas de combate. El riesgo era un cálculo medido, y los damnificados fueron conocidos por la Historia en tiempo y espacio como daño colateral.

Más allá de la caída del Muro de Berlín y el fin de la guerra fría, las formas que subsistieron se enseñorearon en sitios casi desconocidos en muchas partes del planeta. Y nombres como Kosovo, Albania, Afganistán, Irak, Somalía o Senegal nos dijeron que los ensayos continuaban.

Pero aparte de las explosiones, las matanzas, los refugiados, la hambruna y las armas como oro plateado, otros bancos de prueba se desarrollaron silenciosamente para retroalimentar la economía mundial: los sistemas financieros. 

Las causas para crearlos se esfumaron con la expoliación y la transmisión de riquezas de unos a otros, como en los años de la Conquista. Y nuevas palabras, como globalización y aldea mundial, intentaron explicar las consecuencias temibles de los terremotos económicos, que se fueron conociendo con términos regionales más generalizados , como efecto Tequila, efecto Caipirinha, efecto Tango, y otras tantas expresiones de terrorismo económico, financiero, imprevisión y desaguisados regionales en la economía capitalista de parche y pata de palo que hacían temblar el panorama mundial, alimentando a su vez con sus fluctuantes avatares las arcas ávidas de dividendos de los países desarrollados y de sus popes locales del libre mercado.

Pero con unos buenos parches, atada con alambre, la Economía Mundial siguió tirando.

Como en todo sistema piramidal, las pequeñas grandes crisis económicas de los nuevos bancos de prueba fueron pudriendo el tronco de dura teca del sistema financiero mundial, convirtiéndolo en blando corcho que por peso propio, finalmente terminó desplomándose.

Las recetas aplicadas para los corruptos e incivilizados gobiernos del subdesarrollo de fines de siglo XX se volvieron moneda común en los mercados más poderosos. 

Y entonces, comenzaron los grandes cimbronazos: reaseguradoras propias que aseguraron lo imposible, circuitos de créditos inmobiliarios que recolocaban deudas geométricamente impagables, compañías financieras avalando inversiones con activos ficticios (papeles de deudas externas incobrables, colecciones filatélicas sobrevaluadas hasta lo inverosímil) y una infinita cantidad de tropelías imposibles de detallar en una estafa a la crédula avidez monetaria del mundo

entero. Los focos de incendio se llamaron construcción en España, Italia y USA; Fondos de Inversión en Londres, Tokio o Wall Street; lunes negro, martes gris o nebulosa eterna en las bolsas del mundo, o Nueva Gran Depresión en la

historia de la economía. Las peleas por los precios de la soja, el barril de crudo o los pagos de las deudas externas pasaron a un segundo plano, y hoy los poderosos intentan poner freno a los daños colaterales que, haciendo lobby y

clientelismo, se les fueron de las manos, trasladándolos a los cobayos de turno de toda Europa: los trabajadores, los de a pie, el pueblo mismo.

Como en la guerra bacteriológica, el Banco de Pruebas no mantuvo los protocolos de seguridad debida, y los daños colaterales de la epidemia económica del Siglo XXI invadieron el mundo. 

Desde su lugar de imparcial cronista, la Historia se pregunta: ¿Serán esta vez también culpables los monitos de Africa, como años ha ocurrió cuando se inició la “peste rosa”?

Buenas noches.

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