En 1977, las imágenes de su cuerpo sin vida, tomadas en una comisaría de Pretoria, dieron la vuelta al mundo convirtiéndose -igual que la foto de Hector Pieterson- en un símbolo de las barbaridades del Apartheid.La importancia de Steve Biko radica en que que consiguió devolver la dignidad a los negros. Aunque algunos de sus planteamientos pudieran ser equivocados, e incluso contraproducentes -rechazaba, por ejemplo, la participación de los blancos en la lucha contra el Apartheid-, lo cierto es que supuso un soplo de aire fresco para la juventud negra, la de los chicos de después de 1948, la de los que habían nacido, crecido y madurado sintiéndose inferiores-.
Influenciado probablemente, aunque él nunca lo dijo, en el pensador Frank Fanon, Biko hizo hincapié en la dimensión psicológica de la dominación, como plasmó en su brillante frase: “El arma más poderosa del opresor es el espíritu del oprimido”.De ahí nació el movimiento Conciencia Negra (“Lo primero que tienen que entender los blancos es que sólo son humanos, no superiores. Y también los negros. Tienen que entender que son humanos, no son inferiores”). Esto puede parecer una obviedad, pero no lo es.
El propio Mandela cuenta en sus Memorias (Long way to Freedom) dos cosas que me impactaron profundamente. La primera es que cuando él era joven, antes de enrolarse en política y en la ANC, consideraba normal situaciones como tener que viajar en el asiento de atrás cuando iba en el mismo coche que un blanco, y que le costó mucho cambiar esa visión. La segunda es que a principios de los 60, cuando ya era uno de los líderes del partido, realizó un viaje por África en busca de apoyo -económico y armamentístico- entre los países africanos que se habían ido independizando. En uno de ellos, creo que en Ghana, se montó en un avión donde el piloto era negro.
Y de repente, Mandela se vio a sí mismo preocupado porque el piloto era negro. El sentimiento de inferioridad era tal que, por un momento, dudó realmente de la capacidad de un negro para pilotar un avión. Si esto le podía pasar a Mandela, un hombre excelentemente formado y líder del movimiento de liberación, qué no podían pensar los jóvenes que, por la llamada Ley de Educación Bantú, estudiaban poco y mal sólo durante unos cuantos años para poder ser empleados como mano de obra no cualificada.
Además de su activismo, Steve Biko tuvo una enorme influencia porque fue en realidad uno de los pocos teóricos de la liberación en Sudáfrica. Mandela y Tambo dirigieron el partido, pero Biko fue uno de los pocos que dejó escrito, en discursos y panfletos, lo que debía significar la liberación. En 1969, -después de abandonar la Unión Nacional de Estudiantes Sudafricanos, a la que consideraba dominada por los blancos- fundó la Organización de Estudiantes Sudafricanos (SASO), que comenzó a ofrecer sanidad y educación en comunidades negras. En la revista que publicaba la asociación es donde comenzó a escribir sus opiniones, en una columna llamada “Escribo lo que quiero”, que en 2002 dio lugar al libro del mismo nombre en el que se recogen sus escritos.
Era joven y rebelde, y durante años esquivó las prohibiciones del Régimen para asistir a conferencias, mítines políticos y reuniones. En numerosas ocasiones fue arrestado, pero consiguió siempre salir en libertad. Hasta una fatídica noche en agosto de 1977. Volvía de un mítin en Port Elizabeht, cuando fue detenido. Sería la última vez. El 11 de septiembre de ese año -después de más de 50 días detenido (según la legislación, la detención podía ser indefinida)- entró en estado de semiinconsciencia. Según se sabría años más tarde, durante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, “había sufrido una lesión en la cabeza durante un interrogatorio”. El médico de policía recomendó trasladarlo a un hospital, pero la Policía decidió llevarlo a Pretoria. Más de 1.200 kilómetros, semiinconsciente, desnudo y esposado en la parte trasera de un Land Rover. Cuando llegó a la capital, estaba muerto. Tenía 30 años. Acabó su vida y empezó el mito. Una especie de Ché Sudafricano (Biko, por cierto, también había estudiado medicina).
La conmoción fue brutal en Sudáfrica y también en el resto del mundo gracias en buena medida a la participación del periodista Donald Woods,periodista sudafricano, activista antiapartheid, blanco y amigo de Steve Biko quien, nada más conocer la noticia de su muerte, se dirigió a la morgue y tomó decenas de fotografías de su cuerpo apaleado. Las fotografías se publicarían en un libro, dejando en evidencia al Gobierno, quien siempre negó que se hubiese torturado a Biko. Tras la muerte de su amigo y, después de haber sufrido en sus propias carnes la represión del Estado, Woods se exilió a Londres, desde donde siguió concienciando al mundo contra el Apartheid.
La importante participación de Woods en dar a conocer la historia de Biko terminaría dejando claro que la idea del segundo de que los blancos no debían participar en la lucha de liberación no era acertada, pero más allá de eso -el propio Biko fue modificando esta idea a lo largo de su corta vida-, Steve Biko sigue siendo hoy el hombre que ayudó a la juventud negra a salir de su letargo y de su sentimiento de inferioridad.
AURORA MORENO
Autor/a: AURORA MORENO
Fuente: guinguinbali.com
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