Los afroamericanos padecen -al igual que lo denunció hace medio siglo el luchador por los derechos civiles, Martin Luther King- falta de trabajo y violencia policiaca motivadas por el raciso, denunciaron vecinos y activistas de Alabama, Massachusetts, California y Rhode Island.
El oriente empobrecido de la ciudad de Baltimore se convirtió en escenario de la indignación de los de abajo. Cerca de 150 habitantes de las ciudades “oxidadas” marcharon 70 kilómetros rumbo a Washington DC para exigir el fin de los arrestos, la marginación y la discriminación.
“Estoy aquí para honrar el legado del doctor King”, expresa Susan Massad, de Massachusetts, mientras apunta hacia las casas rotas y abandonadas que forman el escenario de fondo para el inicio de la marcha. “Podemos darnos el lujo de enviar aviones no tripulados para atacar a todo el mundo, pero ¿no podemos gastar para arreglar las casas de nuestra misma gente?”, cuestiona.
En los dos días de su duración, la marcha siguió el camino original de la Marcha de los Pobres del 1968, por la carretera número uno. Llegó a Washington DC el 13 de mayo y culminó en un mitin en la Plaza Libertad, uno de los lugares ocupados por los manifestantes en el año pasado durante la ola del movimiento Occupy.
Marcha por los de abajo
Las llamadas ciudades “oxidadas” son el hogar de los participantes de la marcha. Son ciudades como Baltimore, Pittsburgh o Detroit, dedicadas anteriormente a la actividad industrial, que sufrieron fuga de capitales y ahora cuentan con poquísimos recursos. Pobladas casi en su totalidad por afroamericanos, sus economías son en su mayoría precarias y basadas en el sector servicios.
Fue allí donde, hace 45 años, el doctor Martin Luther King Jr. comenzó a vincular la desigualdad racial con la desigualdad económica. Famoso por ser el portavoz del movimiento de los derechos civiles por la igualdad racial en los Estados Unidos, King tuvo una comprensión más radical de las opresiones sistémicas que dominaron (y siguen dominando) la nación. En su Campaña de los Pobres, enfatizó las conexiones directas entre el racismo y el clasismo.
En la marcha se buscó mostrar que las opresiones sistémicas evidenciadas por King – que conectan raza y clase –siguen vigentes. En el apogeo de la crisis económica actual que se arrastra desde el 2008, gran parte del discurso y de la conversación dominante se centró en el uno por ciento frente al 99 por ciento – términos popularizados por el Movimiento Occupy. Pero, ¿qué significa el 99 por ciento?
Para Don Cash, vicepresidente de la junta nacional de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano, uno de los organizadores de la marcha, la clase media representaba este 99 por ciento, y en el foco de la conversación nacional “la gente pobre se quedó fuera de la discusión”.
Cash dijo que la gente de estos lugares sufre por la falta de puestos de trabajo. Según Cash, la precariedad de los puestos de trabajo es más preocupante que su ausencia. “La gente sufre la falta de buenos puestos de trabajo, con salarios y beneficios de salud. Trabajan, pero en puestos que los mantienen en la pobreza”, relata.
Pobreza, marginación y violencia policiaca
Los activistas que se reunieron el 11 de mayo destacaron la brutalidad policiaca que sufre gran parte de las personas de bajos ingresos y de color por todo el país. Fue en Baltimore donde la policía asesinó brutalmente al vecino Anthony Anderson en septiembre de 2012.
Anderson, un anciano afroamericano, fue detenido violentamente por la policía secreta de la ciudad de Baltimore por presunto consumo de drogas. Antes de que se lo llevaran, murió bajo custodia policiaca. Testigos informaron que la policía sorprendió a Anderson y lo arrojó violentamente al suelo. “El hombre nunca miró hacia atrás. Ni siquiera vio venir la policía. Lo agarraron, le dieron la vuelta y lo golpearon”, declaró su vecino Keith Johnson. La policía argumentó que Anderson murió de una sobredosis, pero la autopsia oficial concluyó que las lesiones que sufrió a manos de la policía fueron la causa de su muerte.
Suzette Cook, de Rhode Island, estuvo en el lugar de la muerte de Anderson con una foto en tamaño grande de su hijo. La imagen mostraba los golpes y heridas graves en su rostro después de que la policía lo detuvo en marzo. Cook señaló que la golpiza y el encarcelamiento no se justifican de ninguna manera. “Mi hijo no tenía un arma, él no tenía drogas y, aunque las tuviera, nadie merece ser tratado así,” señala. Marchó con los activistas para resaltar la brutalidad policiaca como un problema nacional que afecta a los estadounidenses pobres. “Si me quedo callada, otras madres van a sufrir esto”, razona.
Según estadísticas del FBI sobre la delincuencia y la policía, hay cerca de 400 casos de “homicidio justificado” por la policía cada año. Combinados con las estadísticas generales de encarcelamiento en los Estados Unidos, estos datos presentan un cuadro vertiginoso de encarcelamientos masivos y criminalización de los ciudadanos en la llamada “tierra de los libres”. Cerca de 2 millones 300 mil personas están encarceladas actualmente, lo que representa un aumento de 500 por ciento en los últimos 30 años, informa la organización independiente de defensa Proyecto de Sentencia.
Las estadísticas también evidencian que los afroamericanos tienen seis veces más probabilidades de ser encarcelados que el promedio nacional. Los datos muestran a 3 mil 74 afroamericanos encarcelados por cada 100 mil habitantes, en comparación con el promedio nacional de 500 personas por cada 100 mil, según el Departamento de Justicia.
En entrevista con el New York Times, Bruce Western, sociólogo de Harvard, resume el problema: “La prisión se convirtió en la nueva trampa de la pobreza, se volvió un evento de rutina para los hombres pobres afro-americanos y sus familias y creó una situación de desventaja permanente en el nivel bajo de la sociedad estadounidense”.
Publicada el 20 de mayo de 2013.
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