por Fernando Dorado
Lo que se requiere en el momento es una decidida y combativa unidad de las izquierdas que convoque a los ciudadanos que no le jalan ni con Santos ni con Uribe a un frente por la defensa los intereses nacionales y populares, incluyendo los de la Paz.
Todas las fuerzas de izquierda y democráticas colombianas están de acuerdo en construir una gran coalición que enfrente en las elecciones de 2014, por un lado, a la “Unidad Nacional” de Santos y por el otro, al “Centro Democrático” de Uribe. Así lo dejan ver sus diferentes comunicados, cartas y manifestaciones de sus principales dirigentes.
Hay que enfrentarlos a ambos porque ninguno de ellos representa los intereses de las amplias mayorías populares de nuestro país y porque han demostrado que sus intereses están comprometidos con los grandes conglomerados capitalistas transnacionales (extranjeros y “nacionales”) y con políticas neoliberales contrarias al interés nacional.
Sin embargo, las fuerzas democráticas progresistas y revolucionarias de izquierda no se han puesto de acuerdo en la estrategia para construir esa coalición.
Lo primero que se debe precisar es que no existen las condiciones objetivas para constituir una lista unificada para las elecciones parlamentarias. El Polo Democrático Alternativo y ahora la Unión Patriótica cuentan con su personería jurídica y van a realizar todos los esfuerzos posibles para obtener una votación suficiente para sostener su partido. Progresistas va a tener que recoger firmas para poder participar. Congreso de los Pueblos y Marcha Patriótica tendrán que sumarse a algunos de los dos partidos de izquierda que ya cuentan con su legalidad electoral, o recoger firmas, o abstenerse de participar.
En el caso de los “verdes” – que van a tener grandes dificultades para obtener el umbral de votos necesario dada la ausencia de la senadora Gilma Jiménez – tendrán que asumir una definición frente a la reelección de Santos, ya que en representación de ese partido “Lucho” Garzón y otros funcionarios ya hacen parte de éste gobierno y lo acompañan en muchas de sus iniciativas.
La estrategia de Antonio Navarro, quien encabeza el movimiento “Pido la palabra” pero que también representa una opinión fuerte al interior de “progresistas”, ha sido la de privilegiar esfuerzos buscando construir un “matrimonio de camas separadas” con el Partido Verde, sin percatarse o esquivando el problema de que los “verdes” están totalmente divididos en cuatro fracciones que no saben qué hacer. Ellos son: los “verdes” con Santos (Lucho, Prada, Londoño y otros), los “verdes” de izquierda (Ángela Robledo y cía.), los “verdes” de Fajardo y los “verdes” que piden el regreso de Mockus.
Así, al privilegiar una “coalición de centro” con liberales y algunos “verdes”, Navarro desecha en primera instancia la unidad con los partidos y movimientos de izquierda, basándose únicamente en pretensiones y proyecciones electorales para Congreso. El pensamiento es que si “progresistas” logra construir una “coalición de centro” que obtenga en las elecciones de marzo de 2014 una importante representación en Senado y Cámara de Representantes, va a poder posicionarse en la carrera presidencial con candidato propio.
Sin embargo lo que se observa en el panorama político nacional es que la dispersión de fuerzas de la izquierda puede dejar por fuera de competencia no sólo al Polo y a la Unión Patriótica, sino que los “progresistas” – que no han clarificado su política – pueden arriesgar su votación por la falta de coherencia frente a la oferta reeleccionista de Santos.
Lo que se requiere en el momento es una decidida y combativa unidad de las izquierdas que convoque a los ciudadanos que no le jalan ni con Santos ni con Uribe a un frente por la defensa los intereses nacionales y populares, incluyendo los de la Paz. El “centro político”, que hace cuatro años parecía jalonar la votación mayoritaria en Colombia (caso de la “ola verde”), ya no ofrece el atractivo de entonces. Sus inconsecuencias lo desgastaron.
La gran coalición democrática y de Izquierdas podría – si se construyen serios acuerdos – programar para las elecciones de marzo (paralelo a las parlamentarias) una consulta para escoger candidato (a) a la Presidencia de la República, sin necesidad que los partidos y movimientos políticos que participen de esa elección tengan listas unificadas al Congreso.
Esa coalición es la que se requiere para canalizar política y electoralmente el mensaje que están enviando amplios sectores de la población que se sienten maltratados por las políticas del régimen oligárquico (hoy liderado por Santos pero que es continuidad histórica) y que han decidido enfrentar dichas políticas con combativas movilizaciones a lo ancho y largo del país (campesinos, indígenas, afrodescendientes, cafeteros, mineros, camioneros, lecheros, ganaderos, arroceros, estudiantes, trabajadores y usuarios de la salud, etc.).
A quienes teníamos alguna ilusión en la política de Paz de Santos habría que decirles que el presidente Santos ya desaprovechó su momento. En verdad no se decidió a meterle pueblo a la Paz ya sea porque nunca tuvo esa intención o porque se dejó atemorizar de la derecha uribista. No fue capaz de enfrentar al latifundismo ganadero. Sólo se deslindó parcialmente de Uribe y no superó la política de “seguridad democrática”. Sus políticas sobre tierras y víctimas no han despegado y se quedó únicamente en diferencias de forma frente a su antecesor. Además, amagó con “sacrificar” a Uribe para castigar los crímenes cometidos durante su gobierno, pero ni siquiera en eso fue consecuente, ya que también “tiene velas en ese entierro” y su “cola de paja está chamuscada”.
El momento de “cogerle la caña a Santos” ya pasó. Ahora tenemos el peligro de que Uribe – cogiendo un segundo aire –, se convierta con su “centro democrático” en una alternativa de regreso a la derecha extrema. El “ni-ni” de Mockus y Fajardo también es cuestión de historia. La indefinición entre izquierda y derecha es cosa del pasado.
Lo que ocurre hoy con Petro (linchamiento mediático y acoso leguleyista) nos deja un mensaje muy claro. La oligarquía colombiana ha demostrado – una vez más – que no puede impulsar las más mínimas reformas a su régimen neoliberal y antidemocrático. La izquierda debe unificar su estrategia y competir con propuestas que enfrenten los problemas centrales que sufre nuestro pueblo (entrega de nuestros recursos a multinacionales, desempleo, pobreza, violencias de todo tipo, marginalidad, discriminación, etc.).
La indefinición política – en aras de arropar el proceso de Paz –, hoy es nuestro mayor peligro. Unidad de izquierdas y movilización popular es la tarea del momento.
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