Las protestas pro-democracia, iniciadas hace más de dos años en el este de Arabia Saudi, se han extendido al corazón del país árabe; de tal forma que los residentes de la provincia central de Al-Qasim se han unido a la revuelta popular.
Según un informe de medios locales, centenares de personas han tomado este domingo las calles de varias ciudades de Al-Qasim, entre ellas Buraidah, en demanda de democracia y libertad para los presos políticos.
Los manifestantes han coreado consignas a favor del respeto a los derechos civiles y la puesta en libertad de los prisioneros capturados por los agentes del régimen de Al Saud.
Asimismo, han mostrado su solidaridad con las mujeres encarceladas, sobre todo la activista Hila al-Qasir, condenada a 15 años de cárcel por sus actividades en defensa de la democracia en Arabia Saudí.
Desde febrero de 2011, las ciudades saudíes, especialmente las orientales, han sido escenario de protestas masivas contra las políticas del régimen monárquico que se aprovecha de la riqueza del país a favor de su propio beneficio. Las marchas casi siempre han terminado debido a la represión policial.
Los manifestantes, entre todas las demandas, piden el fin de la injerencia del régimen Al Saud en los asuntos internos de los países de la región, la liberación de los presos políticos, libertad de expresión y aplicación de reformas políticas.
Esto es muy interesante. Al Qassim es una provincia mediana pero indica claramente que el ansia de libertad de los árabes peninsulares no se limita a la perseguida minoría chiíta.
ResponderEliminarLas protestas de 2011 fueron sobornadas por el régimen islamo-fascista con petrodólares pero no desaparecieron del todo. Y estas protestas son claramente un salto cualitativo. Me parece difícil que el régime wahabita pueda sobrevivir a la oleada de revueltas (llamémosles revolución o lo que sea) que sacude Oriente Próximo. Al final es un país de 22 millones de habitantes (sin contar las masas de inmigrantes semi-esclavos) y no hay petrodólares para comprarlos a todos. Además la gente quiere un mínimo de derechos, de libertad y dignidad: el dinero no puede comprarlo todo.