A pesar del testimonio de un iraquí maltratado en 2004, no se impulsó una investigación ni se depuraron responsabilidades.
Fuentes del Ministerio de Defensa admitieron entonces que había que pasar página para no provocar malestar en el Ejército tras la retirada de las tropas
Flayeh al Mayali
Flayeh es conocido por buena parte de los periodistas que hemos trabajado en Irak. Ejerció como traductor de muchos reporteros, y también del Centro Nacional de Inteligencia español (CNI). Las tropas estadounidenses lo detuvieron el 22 de marzo de 2004, acusándole de haber facilitado información a los insurgentes iraquíes sobre los despazamientos de los agentes del CNI asesinados en Irak en un ataque contra el convoy en el que viajaban.
El Gobierno español no informó ni de su arresto ni de su paradero. Flayeh pasó cuatro días bajo custodia española y posteriormente fue entregado al Ejército estadounidense. Permaneció en las cárceles de Abu Ghraib y Camp Bucca durante casi un año. Después fue puesto en libertad sin que se presentara contra él ningún cargo o acusación.
Entrevistado por el periodista Gervasio Sánchez, Flayeh denunció haber sido torturado por parte de soldados españoles durante su estancia en Base España, en Diwaniya. Contó que, interrogado por cuatro agentes del CNI, le encapucharon, le ataron las manos a la espalda y le golpearon la cara la cabeza. No le dejaban dormir y le insultaban continuamente.
También fue golpeado e insultado por los soldados españoles cuando fue trasladado a Bagdad para ser entregado al Ejército de Estados Unidos.
“Tengo el dolor aún instalado en el corazón. Aquello fue muy duro”, me dijo en 2011 cuando me reencontré con él en Bagdad.
La historia de Flayeh fue publicada en diversos medios de comunicación. Sin embargo, no se impulsó una investigación sobre su arresto aparentemente arbitrario, a la vista de los resultados, ni sobre su denuncia de malos tratos.
Es más, el Ministerio de Defensa no informó al juez Andreu, magistrado de la Audiencia Nacional, sobre su detención. Este juez fue el que abrió las diligencias sobre la muerte de los siete agentes del CNI asesinados en Irak.
El 13 de febrero de 2004, un mes antes de la detención de Flayeh, el juez declaró el sobreseimiento provisional del caso, pero sujeto siempre a la aparición de nuevos datos.
El auto señalaba que el sobreseimiento se hacía “sin perjuicio de que, de existir nuevos datos referidos a la identidad de los autores, de la naturaleza y de las circunstancias de los hechos denunciados se pueda acordar [...] la reapertura de las diligencias”.
¿Por qué el juez Andreu no fue avisado de una detención relacionada con el caso de los siete agentes del CNI asesinados? ¿Por qué el Gobierno español no informó de la detención de Flayeh?
¿Por qué no se investigó el paradero de Flayeh una vez que fue entregado a las tropas estadounidenses? ¿Por qué no se investigaron las denuncias de Flayeh sobre su tortura?
Otras denuncias
En el área de Diwaniya, en el año 2004, no era difícil encontrar a población local que diera por sentado que las tropas españolas maltrataban a sus prisioneros. “Es un secreto a voces”, me aseguró por aquél entonces un iraquí al que conozco desde hace tiempo.
En diciembre de 2005 un oficial de inteligencia destinado en Base España declaró a la revista Interviú: “Los españoles no torturamos ni humillamos, pero sí metemos presión. Se seguían algunos manuales norteamericanos: les colocábamos sacos terreros en la cabeza a los que no colaboraban para que perdieran el sentido de la orientación. A los más rebeldes les poníamos un CD de heavy metal de Metallica [...]. Se les inyectaba por la nariz una jeringa con líquido, no hace ningún daño permanente, no deja huella, pero pasas diez minutos chillando como un gorrino”.
Un soldado español destinado en Irak declaró a la revista La Clave en su número 3-9 de marzo de 2006:
“En un conflicto siempre existen las torturas, pero nunca salen a la luz. Lo que está saliendo sobre los americanos y los británicos pasa a diario. Cuantas más informaciones se obtienen, menos bajas provoca en las propias fuerzas. Lo que la opinión pública no comprende es que éstas se hacen para protegerse. O por puro compañerismo, para procurar que todos regresemos a casa”.
Si estas afirmaciones fueran ciertas, se constataría el uso por parte de militares españoles destinados en Irak de algunas técnicas de interrogatorio aprobadas por el Departamento de Defensa estadounidense en abril de 2003, y consistentes en torturas.
Cuántos detenidos hubo y qué fue de ellos
Ya en el año 2004 se conocieron testimonios sobre las detenciones de ciudadanos iraquíes por las tropas españolas destinadas en Irak. El Gobierno español tardó tiempo en ofrecer datos sobre el número de personas arrestadas, y de hecho las cifras bailaron y se contradijeron a menudo.
El número total de detenidos no fue ofrecido por el Gobierno hasta abril de 2006: 111 personas arrestados por militares españoles. Nunca se facilitó los nombres de los arrestados.
También fue contradictoria la información facilitada por el Gobierno de entonces sobre las fuerzas a las que los detenidos fueron entregados por el Ejército español.El 25 de mayo de 2004 el entonces ministro de Defensa José Bono, en comparecencia en la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados, afirmó:
“El General Muñoz una mañana me llamó y dijo: ‘¿Qué hacemos con un detenido?’ Le dije: ‘Inmediatamente a la policía iraquí o a las fuerzas ocupantes, que son las que por Naciones Unidas tienen autoridad para administrar el país”.
Sin embargo, en su comparecencia ante la Comisión de Defensa del 24 de enero de 2006, Bono, ante la pregunta de la diputada del Grupo Mixto Uxue Barkos sobre el destino de los detenidos por el Ejército español, respondió que ninguno de ellos fue entregado a las tropas estadounidenses, ya que todos se entregaban a la policía iraquí.
Posteriormente, en una respuesta dada por escrito en abril de 2006 el Gobierno indicó que 78 de los 111 detenidos por las tropas españolas fueron entregados a la policía iraquí, y los 33 restantes al Centro de Confinamiento de la Coalición en Bagdad. Es decir, existe la posibilidad de que alguno fuera destinado a la cárcel de Abu Ghraib, donde entonces las tropas estadounidenses torturaban a los prisioneros, o a centros de detención bajo control del Ministerio del Interior iraquí, donde también se registraron numerosos casos de torturas.
Se desconocen también las garantías exigidas por el Gobierno español sobre el trato que recibirían los detenidos que sus tropas entregaban, sobre todo después de que fueran públicos, con fotos incluidas, los abusos cometidos en la prisión de Abu Ghraib.
Médicos españoles en cárceles estadounidenses
Desde el 11 de abril hasta el 6 de junio de 2003 se desplegó en la cárcel de Camp Bucca, controlada por el Ejército estadounidese, una unidad sanitaria del Escalón Médico Avanzado del Ejército español. Un médico militar español declaró al diario El Mundo el 13 de mayo de 2004:
“Vimos muchas contusiones, fracturas y algunas entradas de bala, pero nunca supimos su origen, nos decían que los iraquíes se peleaban mucho entre ellos, tratamos a los prisioneros lo mejor que pudimos. No prestamos ayuda psicológica, por lo que no sabemos si hubo vejaciones o humillaciones a los iraquíes”.
En el libro “El hombre mojado no teme la lluvia” que publiqué en el año 2009 con la editorial Debate incluí el testimonio directo de un hombre que pasó por la cárcel de Camp Bucca, donde fue torturado y sometido a todo tipo de vejaciones.
El propio Informe Taguba, realizado por el General estadounidense Antonio Taguba, jefe de la investigación realizada por el Ejército estadounidense a raíz de que salieran los primeros escándalos de torturas, indicaba las siguientes prácticas en Camp Bucca:
“Detenidos golpeados, pateados y apaleados; obligados a saltar descalzos; grabaciones y fotos de detenidas y detenidos desnudos; forzar a los detenidos a posar en posiciones sexuales explícitas para fotografiarles; forzar a los detenidos a quitarse la ropa y permanecer desnudos durante varios días; forzar a detenidos desnudos de género masculino a ponerse ropa interior femenina; forzar a grupos de detenidos de género masculino a masturbarse mientras son grabados o fotografiados; apilar los detenidos desnudos y saltar sobre ellos [...]; colocar una cadena de perro sobre el cuello de un detenido desnudo y hacer una foto con una soldado de género femenino que le sujeta; usar perros (sin bozal) para intimidar y atemorizar a los detenidos, que al menos en un caso mordió e hirió gravemente a un detenido”
La Asociación Politeya interpuso en mayo de 2004 una querella ante la Audiencia Nacional en la que acusaba a militares españoles de encubrir las torturas a prisioneros iraquíes deCamp Bucca. Dicha querella consideraba que tales hechos eran contrarios al Tercer Convenio de Ginebra, y por ello entendía necesario el enjuiciamiento de los mismos por la jurisdicción penal española.
En la querella se hace referencia a una ocasión en la que los médicos españoles atendieron a un preso con tuberculosis agravada porque había pasado cuatro días sin comer; ante su estado, uno de los médicos que le trató llegó a declarar que no había visto nada igual en su vida. El “informe Taguba” menciona como una de las especialidades de maltrato amordazar a los presos después de introducirles una pelota de beisbol en la boca. Uno de estos presos estuvo cuatro días sin comer ni beber, con la pelota dentro de su boca.
La Audiencia Nacional desestimó la querella, diciendo que las conductas descritas “quedarían comprendidas en el ámbito estrictamente castrense”.
Los maltratos
Algunos de los periodistas que trabajamos en Irak y que mantuvimos contacto con iraquíes a nuestro regreso acumulamos testimonios de personas que fueron arrestadas y torturadas en la cárcel de Abu Ghraib, en Camp Bucca, en la cárcel del aeropuerto de Bagdad o en otros centros de detención controlados, al igual que estos, por tropas estadounidenses.
También se recabaron denuncias de maltratos por parte de militares españoles, como es el caso ya mencionado de Flayeh al Mayali. Sin embargo, una vez que las tropas españolas salieron de Irak en general se corrió un tupido velo sobre la actualidad en el país ocupado.
“Irak ya no es noticia”, se decía en muchas redacciones españolas, hasta el punto de que casos como el de las torturas en la cárcel de Abu Ghraib, contados por las víctimas, no encontraron hueco en las páginas de información hasta que los medios de comunicación estadounidenses lo publicaron, con fotografías incluidas. Solo entonces se creyó.
Ahora pasa algo parecido. Hemos tenido que esperar a la existencia de un vídeo para que lo que ya apuntaban algunos testimonios tenga credibilidad.
Poco después de la salida de las tropas españolas de Irak, fuentes del Ministerio de Defensa admitieron que había que pasar página para no provocar malestar en el Ejército. Irak quedó relegado a un segundísimo plano. En los medios de comunicación 50 muertos diarios no eran suficiente para convertirse en categoría de noticia. El Gobierno decidió olvidar y las cuestiones pendientes, investigaciones incluidas, se guardaron en un cajón.
Los aniversarios de la invasión son para muchos iraquíes una fecha que abre las compuertas de dolorosos recuerdos. Este décimo aniversario, con el vídeo publicado por El País, puede servir para abordar de una vez las cuestiones pendientes con respecto a Irak, y para dejar de mirar al fin hacia otro lado.
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