sábado, 19 de octubre de 2013

¿”TODOS/AS… HAITÍ”?



                                                               Por Narciso Isa Conde

La impugnable sentencia del Tribunal Constitucional que posibilita quitarle nacionalidad y documentación dominicana a centenares de miles de descendientes de extranjeros/as, no es contra Haití. Es contra seres humanos, principalmente de ascendencia haitiana, que aman esta tierra y son tan dominicanos/as como tú y yo.

Mi abuelo/a paternos eran árabes-libaneses, vinieron con pasaportes turcos truqueados y se registraron con nombres no originales, al punto que el abuelo Antonio Isa no era ni Isa ni Antonio.

Si nos atenemos a la esencia de esa cruel sentencia, mi papá, Tony y yo, sus hijos y los míos, descendemos de “ilegales” y, entonces, deberían despojarnos de nuestra nacionalidad y documentos dominicanos.

Pero sucede que somos “blanquitos” y no provenimos de la inmigración haitiana.

Es claro que más allá de la población dominicana haitiano-descendiente, un gran sector de los/as dominicanos/as de hoy estamos en condiciones parecidas, procedemos de troncos familiares traídos o venidos de fuera. Nuestros habitantes originarios, llamados “indios”, fueron exterminados por invasores blancos.

Entonces, es fácil percatarse del carácter racista, neo-nazi, de esa sentencia, en un país donde el racismo y la xenofobia dominantes se expresan fundamentalmente contra la emigración negra de origen haitiano y contra su descendencia; al extremo de imponerle la declaración como “indios/as” en el registro de identidad a los/as dominicanos/as color café o café con leche claro u oscuro.

Como tal es una agresión contra una parte de nuestra la sociedad, contra importantes componentes de la multicultural y multi-étnica identidad dominicana, diferenciada en no pocos aspecto de la haitiana. Es un crimen racista, anti-dominicano e inconstitucional.

De ahí que resulte improcedente y torpe enarbolar en este caso la consigna “TODOS/AS SOMOS HAITÍ”. Este conflicto no es entre las dos identidades nacionales que compartimos la isla.

No estamos frente una agresión a Haití para asumirnos tal con esa expresión de solidaridad simbólica con la víctima, como pudo hacerse certeramente a raíz de la intervención gringa a Vietnam o ante el asesinato de un luchador/a de cualquier nacionalidad: “Todos/as somos…”

Aquí todos/as necesitamos ser orgullosamente dominicanos/as y, por igual, en Haití todos/as haitianos/as, ambos pueblos empobrecidos y oprimidos por los imperialismos y los vende-patrias; no importa cuan negros, mulatos, blancos, amarillos, cobrizos y cruzados, podamos ser; no importa la ascendencia o procedencia original.

Pero aquí, ahora, una cúpula fascistoide quiere negarle su auténtica dominicanidad a una parte del pueblo negro y pobre. Esa es la pelea crucial.  Y es clave obligar anular esa horrible sentencia.

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