domingo, 15 de diciembre de 2013

Robo electoral en Honduras

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La oposición democrática hondureña acusa al gobierno del Partido Nacional –en el poder tras el golpe de Estado, respaldado por EE.UU., que derrocó al presidente Manuel Zelaya hace cuatro años–de utilizar fraude y violencia para amañar una victoria sobre el candidato del Partido LIBRE, Xiomara Castro, esposa de Zelaya, en la reciente elección presidencial. La corrupción electoral es sólo un capítulo más en la política hondureña tras el golpe.
“¡VAMOS A seguir luchando! ¡Permaneceremos en la lucha hasta la victoria! ¡Si nos toca morir, entonces moriremos! ¡Patria o muerte!”
Así gritaba Elizabeth, cuyo hijo fue asesinado hace seis meses por su política y periodismo, durante una marcha contra el fraude electoral en Honduras, después de las elecciones nacionales del 24 de noviembre. En su camisa, Elizabeth llevaba la foto de su hijo, periodista del Canal 36 de noticias en Honduras.
Ella fue una de los miles que marcharon contra la corrupción y el fraude el 1° de diciembre en las calles de la capital hondureña, Tegucigalpa. Su ira y su determinación resonaban mientras hablaba de esperanza, pérdida y lucha –la esencia misma de lo que hoy significa ser hondureño.
Honduras padece de tasas increíblemente altas de violencia y tráfico de drogas, y es el hogar de la capital mundial del homicidio, San Pedro Sula. Activistas, organizadores y periodistas son cotidianamente acechados y asesinados por el ejército, la policía y las fuerzas paramilitares pagadas por la oligarquía del país. Los recursos naturales, tales como el agua, la tierra y los minerales, son vendidos a corporaciones internacionales, enriqueciendo aún más a los ricos y empobreciendo al resto.
Con la mitad de la población hondureña viviendo bajo la línea de pobreza y un desempleo de 27,9 por ciento, el nivel de vida en Honduras está en caída, a pesar del crecimiento económico.
Durante los últimos dos años, los hondureños que quieren ver un cambio a esta situación se han organizado en el Partido de Libertad y Refundación, más comúnmente conocido como LIBRE, fundado en medio de la lucha tras el golpe de Estado en Honduras que derrocó al presidente Manuel Zelaya, en junio de 2009.
Con un masivo apoyo popular, LIBRE se convirtió rápidamente en una alternativa a los dos partidos corporativos, el Liberal y el Nacional, que tradicionalmente han compartido el poder en Honduras. Las encuestas mostraban que LIBRE podía ganar las elecciones.
Pero no sucedió asó en el conteo oficial. Según el Tribunal Supremo Electoral de Honduras (TSE), el organismo gubernamental que supervisó las elecciones, fue Juan Orlando Hernández, el candidato presidencial del Partido Nacional, quien obtuvo la pluralidad de los votos.
Aunque los detalles son demasiados para enumerar, está claro que el fraude fue la única razón por la cual el Partido Nacional ganó la elección; fraude sistemático y bien planificado.
Hubo muchas irregularidades en la jornada electoral –citadas por observadores nacionales e internacionales–incluyendo personas fallecidas que llegaron a votar, votantes registrados como muertos que no pudieron votar, papeletas marcadas de antemano en favor del Partido Nacional, urnas que nunca fueron recogidas para ser contadas tras el cierre de la jornada, y compra de votos con dinero o medicina.
También hubo fraude electrónico. El resultado final cambió drásticamente entre la cuenta no oficial de los centros de votación y el resultado publicado electrónicamente por el TSE.
El proceso electoral también estuvo plagado de violencia e intimidación. En total, más de 20 simpatizantes, activistas y candidatos del partido LIBRE han sido asesinados desde la formación del partido hace dos años. Personal militar, paramilitares y pandilleros estuvieron presentes en los centros de votación de todo el país, cacheando, deteniendo e intimidando a votantes y observadores, por igual.
A pesar de los detallados informes de grupos como la Red de Solidaridad con Honduras y la Asociación Nacional de Abogados, la embajada de EE.UU. en Honduras confirmó las elecciones como ” transparentes”. La Unión Europea y varios países de América Latina, entre ellos Colombia, Guatemala y Costa Rica, rápidamente siguieron su ejemplo.
Pero la indignación y la ira bullendo en la manifestación contra el fraude en Tegucigalpa no pueden ser entendidas sólo por la frustración electoral. Las miles de personas que salieron a las calles, y los millones que los apoyan en todo el país, buscan más que apoyar a un partido político. Ellos estaban allí para luchar por el cambio, y no pararan hasta conseguirlo.
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Estados Unidos en Honduras
Como la original “república bananera”, Honduras ha estado bajo el control de las corporaciones gringas desde los primeros años del siglo 20. Por ello, todo intento de redistribución de tierras, diseñados para dar al pueblo hondureño una manera de cultivar para la subsistencia, ha sido constantemente socavado por la oligarquía hondureña y los inversionistas extranjeras.
Los militares hondureños, respaldados por los militares de EE.UU., han jugado un importante rol en el mantenimiento de los intereses del capital internacional en la región. Además, en la década de 1980, durante los esfuerzos de Washington para contener la propagación del comunismo en América Latina, una región considerada especialmente vulnerable a las ideas de riqueza compartida y las instituciones democráticas, EE.UU. mantuvo una importante presencia militar en Honduras.
Honduras fue una base de operaciones para la intervención militar gringa en la guerra contra el gobierno sandinista de Nicaragua. Muchas de las bases militares construidas durante este tiempo todavía siguen activas.
En la actualidad, Honduras es el mayor receptor de ayuda militar norteamericana en América Central. En 2011, la Prensa Asociada reportó que Honduras recibió $1,3 mil millones en ayuda militar de EE.UU., casi la mitad del total de las armas exportadas en el hemisferio occidental ese año. En lugar de la retórica anticomunista, el incremento de la militarización en Honduras hoy sucede en el marco de la “guerra contra las drogas”.
Pero la militarización no ha hecho nada por acabar con el tráfico de drogas a través de Honduras –el que sigue creciendo cada año–sino que sólo ha contribuido al fortalecimiento y entrenamiento de las fuerzas de seguridad del Estado, cuya función principal es la de contener los movimientos sociales y asegurar áreas de importancia económica para la oligarquía hondureña y los intereses estadounidenses.
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El Golpe Militar Contra Zelaya
En 2006, Manuel Zelaya, candidato del Partido Liberal, fue elegido presidente. Bajo su mandato, Honduras firmó el Tratado de Libre Comercio de América Central (CAFTA), que liberalizó el comercio en toda la región, derribando las barreras comerciales y abriendo, aún más, las puertas a una afluencia de los intereses corporativos estadounidenses.
Sin embargo, bajo la presión de los sindicatos y el movimiento campesino, Zelaya comenzó a poner en práctica, en 2008, algunas reformas, incluyendo el aumento del salario mínimo y el apoyo a un programa de redistribución de la tierra. Además propuso una Asamblea Constituyente, enfureciendo a la oligarquía.
La Asamblea nunca fue convocada porque el 28 de junio de 2009, cuando una consulta nacional no vinculante sobre el cambio constitucional estaba programada, Zelaya fue sacado del palacio presidencial a punta de pistola y sustituido por una dictadura militar. Desde entonces, el apoyo a Zelaya y a su esposa se ha convertido en el punto de encuentro de la izquierda hondureña.
Seis meses después del golpe, el actual presidente Porfirio “Pepe” Lobo, del Partido Nacional, llegó al poder a través de elecciones fraudulentas. Él y su administración son considerados por la izquierda como la continuidad del golpe, con la falsa legitimidad de una elección.
El golpe militar de Honduras, el más reciente en América Latina, se llevó a cabo con la aprobación tácita de la Casa Blanca y el Pentágono. El avión que secuestró a Zelaya a Costa Rica se detuvo en la base aérea de Palmerola, originalmente una base militar gringa, que aún alberga operativos militares norteamericanos.
Aunque Estados Unidos nominalmente retiró su apoyo al gobierno golpista de Honduras, éste fue inmediatamente reintegrado después de la elección de Lobo. La Casa Blanca sigue apoyando al gobierno de Lobo, alegando que ha dado pasos hacia la democracia.
Desde el golpe, la “democracia” en Honduras ha sido una farsa. Las elecciones son amañadas, y los movimientos populares son violentamente reprimidos. Más de 10.000 denuncias de abusos contra los derechos humanos han sido presentadas contra la policía y los militares desde el golpe, y los activistas dicen que más de 200 luchadores sociales han muerto en todo el país.
El golpe y la violencia que siguió pudieron haber asegurado los intereses de la élite gobernante hondureña, pero también han creado una nueva generación de activistas militantes cuyo propósito declarado es derribar la dictadura que gobierna Honduras.
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El Frente Nacional de Resistencia Popular y LIBRE
El golpe de Estado fue seguido inmediatamente por masivas protestas callejeras en su contra y a favor del regreso de Zelaya. De esa resistencia surgió el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), una coalición de organizaciones populares que incluye a gran parte del movimiento laboral y social hondureño, a socialistas, liberales, e individuos recientemente politizados, sin una específica afiliación política.
El FNRP ha sido fundamental para unificar la lucha en todo el país. En los cuatro años desde el golpe, los individuos involucrados en el FNRP debatieron y realizaron diversas formas de lucha para combatir la corrupción, tanto a nivel nacional como internacional. La resistencia incluyó marchas, huelgas y ocupaciones de tierras.
Hace dos años, el FNRP decidió participar en las elecciones de 2013 con Xiomara Castro de Zelaya, la esposa del presidente derrocado, como el candidato presidencial. Así nació LIBRE.
Con su mensaje populista, LIBRE capturó la imaginación de la mayoría de los hondureños, especialmente los pobres de las zonas rurales. Para el pueblo hondureño que ha sufrido a manos de una oligarquía corrupta durante décadas, LIBRE significa una oportunidad de cambio y de progreso, oposición a la corrupción, una democracia de base popular, el fin del estado militar, y la revisión de la Constitución y las leyes que favorecen a la élite gobernante. Algunos incluso vieron el partido LIBRE como un paso hacia un gobierno socialista en la tradición de Hugo Chávez de Venezuela.
Es difícil saber ahora qué habría hecho LIBRE de haber tomado el poder tras las elecciones, pero es seguro decir que las predicciones más entusiasmadas fueron exageradas. Sin embargo, si el partido hubiera ganado, hubiera abierto un espacio para la izquierda hondureña para avanzar y presionar por reformas positivas.
Aun habiendo sido testigos, es difícil describir con palabras la esperanza que resonaba a través de Honduras en los meses y días previos a los comicios. Todo el mundo hablaba de LIBRE y el prometedor futuro que traería. Casas enarbolaban banderas y muchas personas vestían con orgullo camisetas y sombreros de LIBRE.
El candidato para Vice Alcalde de Tegucigalpa, Enrique Sandoval, resumió el sentimiento cuando dijo:
Simplemente vemos [LIBRE] como la esperanza. Porque estamos rotos y abatidos. Rotos en la pobreza y en la falta de oportunidades para los pobres. No hay trabajo. Hay inseguridad. Los precios suben. Cada día vemos que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres; y ahora, 76 por ciento de nuestra población simplemente tiene esperanza, y esa esperanza es LIBRE.
El fraude electoral atrapó a la gente con la guardia abajo. Partidarios de LIBRE esperaban ganar no sólo la presidencia, sino también una gran parte del Congreso Nacional. Ninguna de esas expectativas se cumplió, y muchos en las calles han identificado el fraude como la segunda parte del golpe.
Aunque LIBRE ganó escaños en la legislatura, no fue la mayoría. Esto significa que los legisladores de LIBRE tendrán que trabajar en coalición con otros partidos, incluyendo el Partido Liberal, de centro-derecha, para tener alguna esperanza de pasar medidas en el Congreso. El probable resultado de esto es que LIBRE diluya sus demandas.
En los días que siguieron al fraude electoral hubo un sentimiento generalizado de salir a las calles y luchar por la democracia. Grupos de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma en Tegucigalpa realizaron pequeñas protestas cada día de la primera semana, en una ocasión enfrentándose a la policía después de que fueran atacados con gases lacrimógenos y porras.
Pero los estudiantes estaban casi solos en las calles; la mayoría de los partidarios de LIBRE esperaban la dirección del partido. Ellos querían –y esperaban–una llamada a la acción. Pero fueron decepcionados.
Durante la primera semana, altos funcionarios de LIBRE pidieron a la base del partido quedarse en casa y esperar hasta obtener más información sobre el fraude y la posibilidad de una acción legal. En una conferencia de prensa días después de la elección, Zelaya dijo a sus partidarios que LIBRE saldría a las calles “sólo si es necesario”. En sus casas y aislados de sus compañeros, una sensación de depresión y fracaso de apoderó de los hondureños.
Cuando los funcionarios de LIBRE finalmente llamaron a la gente a las calles el 1° de diciembre para defender el voto, ya era demasiado tarde. Sólo alrededor de 3,000 o 4,000 se presentaron a la marcha –de los cientos de miles que habían votado por LIBRE y que protestaron contra el golpe. Además, la marcha fue mal organizada: los sindicatos y los movimientos sociales no fueron convocados y no hubo ningún plan real para continuar el movimiento popular contra el fraude en las próximas semanas.
Aunque habrá más marchas estudiantiles en los próximos días, lo más probable es que, al entrar diciembre, el poco movimiento que hubo disminuya. Funcionarios de LIBRE someterán evidencias de fraude al TSE esta semana y, de nuevo, esperarán una respuesta. Exigirán un recuento voto por voto, pero eso parece poco probable que ocurra sin presión popular.
La gente en las calles volverá a sus hogares para celebrar las fiestas de fin de año y, por un tiempo al menos, parecerá que la derecha hondureña ha ganado. Pero concluir esto sería subestimar la fuerza y el nivel de organización de la izquierda hondureña.
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¿Cómo Avanzar la Lucha?
En las semanas y meses por venir, los hondureños se reagruparán y asimilarán las lecciones de su más reciente derrota.
Es posible que abandonen la política electoral, o que haya una división en el FNRP entre los partidarios de la política electoral y los que no lo son. Pero es claro que el pueblo hondureño no va a esperar cuatro años más para tratar de derrocar a Hernández, o dejarlo consolidar su poder. “Se va caer. Se va caer. La dictadura se va caer” gritan los manifestantes en las distintas marchas.
La derrota electoral y la insuficiente respuesta popular tras el fraude fueron sin duda un golpe para la izquierda, pero no paralizará el movimiento a largo plazo. Los izquierdistas hondureños ven las elecciones sólo como una táctica en una lucha más amplia. Esta táctica falló en el sentido de que el partido no ganó la contienda, pero tuvo éxito en traer nuevas caras al movimiento. Sobre la base de sus profundas raíces históricas, la energía fresca y las alianzas recientemente formadas en los últimos años, la resistencia hondureña continuará.
Pero ¿qué forma tomará esta resistencia?
Los poderosos movimientos indígena y campesino que luchan contra los terratenientes en todo el país van a continuar con sus ocupaciones y bloqueos, incluso en cara de lo que promete ser una violenta represión.
Hay fuertes sindicatos en Honduras, pero su liderazgo cambia con cada nueva administración presidencial, paralizando su capacidad de organizar en contra del gobierno. Aun así, con suficiente impulso desde la base, es posible que el sector sindical sea un factor en la resistencia por venir.
Llevados al punto de ruptura y frustrados ante una lucha electoral que no produjo el cambio que desean, hay muchos, especialmente entre los jóvenes, que están comenzando a considerar alternativas a la resistencia legalista que ha predominado desde el golpe. Una lucha guerrillera es posible en los próximos años, pero con la fuerza de los militares de EE.UU. al lado del gobierno de Honduras, la lucha armada no parece ser una verdadera opción en Honduras.
Hay muchas preguntas que necesitan respuestas para que el movimiento pueda avanzar. Pero eso es parte del proceso político. Toda lucha tiene flujos y reflujos, dijo Gilberto Ríos, candidato de LIBRE y socialista, durante una asamblea comunitaria después de la elección en Tegucigalpa. Él cree que éste es sólo el comienzo de un período de éxitos para los partidarios de LIBRE, así como Juan Orlando Hernández asume la presidencia prácticamente sin apoyo popular. Como dijo Ríos en una entrevista privada:
No olvidemos nunca que la política es el proceso de acumulación de fuerza. Hay momentos en los que acumulamos. Hay momentos en que perdemos. Pero el partido LIBRE ha acumulado una gran cantidad de energía orgánica. En mi opinión, Juan Orlando no puede acumular más fuerza. Por lo contrario, está perdiendo fuerza. Así que creo que la correlación de fuerzas va a cambiar a nuestro favor este año.
Nadie sabe cuándo estallará la próxima oleada de lucha en Honduras. Lo único seguro es que va a suceder, y pronto.
Traducido por Jesse Chapman
Con información de socialistworker.org

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