“Que Osorio Chong venga a desarmarnos”, dice un miembro de las autodefensas que mantiene guardia frente al palacio municipal de Nueva Italia. “Nunca va a venir, pero que lo intente”, añade.
Mientras las calles se vacían porque todos van a comer, su compañero, un hombre de unos 50 años, agrega: “Dicen que somos ilegales, pero no es así. No estoy muy seguro dónde (dice), pero cuando el gobierno no hace su trabajo, tenemos el derecho de defendernos”. Ambos son de Tepalcatepec, uno de los primeros municipios que se alzaron. Llevan ya casi un año peleando, viviendo en guerra.
Mientras el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong y el gobernador de Michoacán Fausto Vallejo firman un acuerdo de seguridad para la entidad, en Nueva Italia las autodefensas esperan un contraataque por la carretera que va a Lombardía. Ahí, decenas de hombres desvelados conservan la adrenalina del día anterior y cierran la carretera con camionetas. Los tiradores se colocan en los techos y pisos de la discoteca “Mojito”, a un lado de la vialidad. Apenas 24 horas antes, ese mismo territorio era ocupado por los Los Templarios, a quienes desplazaron tras un enfrentamiento armado.
Cuestionado sobre deponer las armas, un hombre de las autodefensas de Jalisco que está apostado en una de estas barricadas exclama: “Me mataron a mi esposa embarazada, claro que no”.
La posición oficial de las autodefensas, en voz de Estanislao Beltrán, es la siguiente: las declaraciones serán analizadas y valoradas por el consejo de representantes de las autodefensas, pero, dice, no darán “ni un paso atrás”.
Expropiar a ‘Los Templarios’
El domingo, Nueva Italia sólo supo de fuego y bala. Los enfrentamientos se prolongaron por horas. Muchos coinciden en que ha sido la toma más violenta. Pero el lunes parecía que todo volvió a la normalidad. Los comercios están abiertos como si nada… bueno, casi todos. Una tienda de cemento sobre la calle principal permanece cerrada, mientras la gente se arremolina alrededor.
Dicen que el dueño es un “mañoso”; las autodefensas clamaron su expropiación y ahora la gente de Nueva Italia espera que les regalen material de construcción. Pero Estanislao Beltrán llega, se sube a una camioneta y explica que, si bien se realizará el reparto de bienes de los líderes templarios, será después, cuando las condiciones de seguridad mejoren. La gente se dispersa.
A la entrada de la ciudad, hay una fila enorme de autos que esperan turno para una gasolinera. Y 20 metros más adelante otra gasolinera luce vacía. La primera, dicen, era de un mafioso. Ahora regalan combustible en ciertos turnos. La gente espera por horas para llenar su tanque gratis.
“Van a matarnos”
Los milicianos se notan cansados, ojerosos. Casi nadie durmió del domingo al lunes, ya que se esperaba un contraataque de Los Templarios. No ocurrió, pero el lunes llegó con el peso de la batalla, la desvelada y el calor noqueador del invierno calentano. Ahora, por la tarde, se encuentran con la noticia de que deben desarmarse. Muchos no lo toman en serio. Han escuchado muchas declaraciones de funcionarios que no tienen idea de lo que ellos viven. Por ejemplo, El Chino, un joven de Buenavista que fue herido durante la toma de Nueva Italia, explica: “No sé si ya llegaron a un acuerdo con nuestro patrón, pero si entregamos las armas ahora van a matarnos a nosotros y a nuestras familias”. Es la segunda vez que resulta herido. Su hermano también ha conocido el rigor de las balas.
La guerra de Tierra Caliente ocurre entre conocidos. No se trata de un ejército extranjero contra otro. Muchos miembros de Los Templarios son vecinos, conocidos de los comunitarios. ¿Cómo regresar a una comunidad que puede ser arrasada por la venganza?, se preguntan aquí.
El universal
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