miércoles, 19 de febrero de 2014

SOBRE VENEZUELA: el voluntarismo fascista


SOBRE VENEZUELA: el voluntarismo fascista
El 8 de diciembre el pueblo venezolano manifestó en las urnas su apoyo mayoritario al proceso revolucionario. Esas elecciones no solamente sirvieron para elegir las autoridades municipales, sino también para reafirmar el compromiso de la mayoría con la revolución.

Desde entonces, las estrategias opositoras arreciaron su virulencia. Por un lado, la guerra económica compuesta por aumentos colosales de los bienes, acompañada por escasez de productos más sensibles en los rubros de alimentación, salud, higiene, repuestos del hogar y automotor, etc. Por otro, la presión sobre el dólar empujada por quienes reciben divisas para importar y luego venden a precios calculados al cambio paralelo. Especulación, acaparamiento e inflación son las armas de la guerra económica en desarrollo, para crear un creciente malestar entre las bases sociales del chavismo.
Por otro lado, la magnificación por saturación informativa de la situación real de las muertes violentas y la delincuencia, creando un imaginario de peligro inminente y constante. Mediante prejuicios y estigmatización de la pobreza se llega a afirmar que los delincuentes han sido creados, alimentados y organizados por el gobierno, mientras se desvalorizan y niegan las estrategias y programas de seguridad que se han puesto en práctica. El fascismo siempre ha sacado ganancias del miedo.
Todo esto va acompañado desde luego, por una creciente campaña en los medios de comunicación nacionales, y sobre todo internacionales, que presenta al gobierno encabezado por el Presidente Maduro como débil, desorientado e incapaz de encontrar un rumbo que mejore la economía y además, desinteresado en encontrar correctivos efectivos para la corrupción.
En ese contexto, los opositores creyeron llegado su momento. Las percepciones de quienes viven en las zonas de clase media acomodada del este de Caracas y algunas otras ciudades se instalaron como su única referencia. Y sus dirigentes más visceralmente anti pueblo tomaron la delantera, en desafío a otros liderazgos oposicionistas a quienes acusan de débiles y conformistas. Leopoldo López y María Corina Machado instaron a buscar La Salida “prendiendo las calles” y con su acostumbrada soberbia llamaron “a  movilizar al país”, apelando a la audacia, la fuerza y la voluntad como elementos aglutinantes en torno al deseo de eliminación expedita del chavismo. La operación psicológica y de marketing apoyada principalmente en las redes sociales, se dirige a enervar especialmente a las y los jóvenes, estudiantes o no, y cabalga sobre la ignorancia política de la clase media.
Inmediatistas como son, creyeron tener fuerza suficiente para incendiar el país. Y así, convencidos de que la guerra económica había producido un descontento mayor y la pérdida de la base popular del chavismo, se lanzaron por la vía violenta, creyendo que podrían obligar a renunciar al Presidente Maduro. También, con la secreta esperanza de que la Fuerza Armada interviniera en un país desestabilizado, y por supuesto contando con el recurso siempre a la mano de la intervención extranjera, que sería así presentada como legítima por la “necesidad de proteger a la población civil” y para “defender los derechos humanos”. Es importante señalar que la apelación a la supuesta violación a derechos humanos y persecución a sus defensores, ha sido uno de los recursos propagandísticos más utilizados a nivel internacional, recurriendo a ciertas organizaciones de derechos humanos que sistemáticamente se prestan para presentar denuncias sesgadas, y avalar protestas violentas pretendidamente inocentes.
En este camino voluntarista, cuyo único proyecto público es desalojar a la revolución del poder, además de la destrucción, han logrado varios heridos y tres muertos, y se proponen continuar creando focos de agitación.  En las redes circulan instrucciones para organizar guarimbas, bloqueos de calles y ataques a instituciones, se envían y reenvían convocatorias a marchas y concentraciones, a las que por cierto, no acuden los líderes y sí una mezcla anárquica de motorizados y peatones, entre los que asoma cierto paramilitarismo urbano. Mientras tanto algunas de las voces de la oposición, califican a esta estrategia como de “loquitos” radicales, que sólo plantean protestar por protestar, y comienzan a reconocer que les espera una nueva derrota.
En todo esto, podemos reconocer los males del pensamiento grupal, ilusiones compartidas no racionales, que fueron definidas por Irving Janis en 1972. Están presentes en estas acciones: ilusión de invulnerabilidad, creencia incuestionable en la moralidad inherente al grupo, estereotipos compartidos sobre personas fuera del grupo, especialmente oponentes, ilusión de unanimidad, presión directa a quienes se opongan a conformarse, y miembros que protegen al grupo de información negativa.
En su tradicional desprecio por lo popular, los manifestantes oposicionistas siguen negando la voluntad mayoritaria claramente expresada en las elecciones, creyendo que constituyen una vanguardia esclarecida y educada, obviando la cultura y madurez política masiva que es legado de Chávez. Ensimismados en sus propias fantasías, se olvidaron –como siempre- del pueblo. Ese que quiere seguir construyendo paz e igualdad real, que quiere seguir destruyendo la pobreza, que ha demostrado y demuestra que no aceptará nunca más liderazgos sin ética, slogans vacíos ni desvíos golpistas.
Caracas, 16 de febrero de 2014

por Alba Carosio / Red La Araña Feminista

0 comentarios:

Publicar un comentario