por Roger Merino
Argumentos como el racismo inverso o que los “prejuicios contra los blancos son igualmente nocivos” no solo muestran un total desconocimiento del grave problema del racismo en Perú, sino que además reafirman el profundo racismo de muchas élites intelectualees y profesionales.
No hay peor racista que aquel que niega el racismo o lo minimiza, pues con ello no solo agrava la situación de discriminación constante que se sufre en el país, sino que además la normaliza. Argumentos tales como el racismo inverso o que los “prejuicios contra los blancos son igualmente nocivos” (Pasquel, 2014; Santillana, 2013) no solo muestran un total desconocimiento del grave problema del racismo en elPerú, sino que además reafirman el profundo racismo de muchas élites intelectuales y profesionales.
El racismo no es un simple problema de prejuicios o resentimiento que afectaría a todos por igual, como se pretende hacer creer. El racismo como discurso e instrumento de dominación nace en la colonia mediante el establecimiento de una jerarquía de poder que organiza la sociedad en términos sociales, políticos y económicos. La explotación y exterminio del indígena en las minas de la serranía y las haciendas durante la colonización y buena parte de la república, el exterminio y esclavitud a que fueron sometidos los indígenas amazónicos durante la fiebre del caucho (1879 – 1912) y muchos otros ejemplos históricos, se enmarcan en un sistema fundamentado en el racismo como base de la colonialidad del poder, tal como señala Aníbal Quijano.
El racismo justificó la negación de la humanidad y la inferioridad del indígena y del afroperuano. Esta jerarquía de poder es tan arraigada que los diferentes matices del color de piel siguen jerarquizando a los individuos incluso dentro de los grupos marginados. Como señala Marisol de la Cadena, no se trata solo de blancos, mestizos, indios y negros. Los mestizos más blancos son jerarquizados como superiores a los mestizos más indios, los indios que esconden su lengua materna y su indigenidad son jerarquizados como superiores a los indios que persisten en sus normas culturales. Esta situación se mantiene hasta hoy en la vida cotidiana, en donde los insultos racistas entre mestizos, indígenas y negros se enmarcan en esa jerarquía que tiene en su cúspide a las élites sociales.
Esa jerarquía de poder no es solo un problema de estereotipos en los programas de televisión o discriminación en el consumo. Es un problema que se enmarca en la lógica más profunda del poder público, tan normalizada que su ejercicio es simplemente ignorado. Por ejemplo, cuando Fernando Belaúnde escribió La conquista del Perú por los peruanos (1959) o Alan García escribió El perro del hortelano (2007), ambos observaron a la Amazonía como un espacio libre a explotar pasando por encima de sus habitantes. Estos discursos implícita o explícitamente retratan a los indígenas amazónicos como obstáculos al desarrollo y por ello lo instrumentalizan o lo hacen dispensables en el proyecto modernizador.
Y es que el racismo es tan grave que está en la base de muchas políticas públicas en el país hasta el día de hoy. El racismo se convierte en una violencia institucional que justifica el hecho de que, por ejemplo, la mayor parte de los territorios indígenas se encuentren concesionados sin ningún tipo de consulta ni respeto a sus habitantes. Ese racismo permite esencializar al indígena como “anti-minero”, “anti-desarrollo” o simplemente mediocre, sin que nadie se inmute.
En dicho contexto, banalizar el problema señalando que los blancos también son “víctimas” de prejuicios y que los indígenas son racistas al ser “resentidos”, es un argumento deleznable y profundamente racista pues pretende ignorar la jerarquía de poder instaurada en la consciencia colectiva, estructura institucional, procesos económicos y discursos sociales por más de 500 años en América.
Reconocer el problema del racismo y desmantelar su jerarquía de poder en términos políticos, jurídicos, económicos y sociales es fundamental en nuestro país. Para ello, un primer paso es desmantelar la fachada “multicultural” y “tolerante” de ciertas élites verdaderamente racistas.
Referencias
Belaunde, F., 1959. La Conquista del Perú por los peruanos. Lima: Tawantinsuyu.
De la Cadena, M., 1998. Silent Racism and Intellectual Superiority in Peru. Bulletin of Latin American Research, 17 (2), pp. 143-164.
García, A., 2007. El síndrome del perro del hortelano. El Comercio, 28 October, Lima.
Pasquel, E., 2014. China Jacinta, Paisana Tudela. El Comercio, martes 25 de Marzo.http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/china-jacinta-paisana-tudela-enrique-pasquel-noticia-1718090
Quijano, A., 2000. Coloniality of Power, Eurocentrism, and Latin America. Nepantla: Views from South, 1 (3), pp. 533-580.
Santillana, M., 2013. El racismo es de doble vía. Semana Económica, 20 de agosto del 2013.http://semanaeconomica.com/oso-decirlo/2013/08/20/el-racismo-es-de-doble-via/
*Roger Merino es Ph.D. (c) en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad de Bath del Reino Unido, donde obtuvo el grado de Máster en Políticas Públicas Internacionales y Globalización. Es abogado por la UNMSM, con maestría en Derecho Comparado y Economía por la Universidad Internacional de Turín.
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