Estos pueblos del Bosque amazónico son comunidades anarquistas donde predomina la sociedad civil (la comuna autogestionaria) y donde la sociedad política (el poder organizado de las burocracias) es simplemente nula…
© Wilson García Mérida | Fotos Survival & Silvia Antelo AguilarEl Bosque amazónico es el espacio donde el tiempo se detuvo en esa fase primaria, infantil, del desarrollo humano, por su necesidad de ser Bosque y no otra cosa, en cuya cadena ecológica los pueblos niños son un eslabón más. Los pueblos indígenas amazónicos son pueblos niños no sólo en el sentido cualitativo del término, sino también por su realidad cuantitativa…
En el instante en que los pueblos indígenas de la Amazonia —muy particularmente los pueblos no contactados o en aislamiento voluntario— se detuvieron en el tiempo y en el espacio, vistos hoy como un “fenómeno antropológico” en el siglo XXI, estos pueblos decidieron quedarse niños para siempre, constituyéndose en los únicos bolsones libertarios del Planeta.
Los pueblos originarios amazónicos son naciones “estancadas” en la fase del llamado “comunismo primitivo”, que la ciencia social define como el derecho colectivo sobre los recursos básicos, la ausencia de herencia o normas autoritarias y la inexistencia absoluta de Estado; es el sistema donde prevalecen las relaciones igualitarias y horizontales que precedieron a la explotación y a la estratificación económica, política y social en la historia humana.
El espacio libertario del Bosque
El Bosque amazónico es el espacio donde el tiempo se detuvo en esa fase primaria, infantil, del desarrollo humano, por su necesidad de ser Bosque y no otra cosa, en cuya cadena ecológica los pueblos niños son un eslabón más. La identidad del Bosque es el árbol y no el aserradero; es la fauna que incluye al hombre cual otro fauno entre los demás faunos —intangible como todo lo que es biodiversidad— y no la explotación feudal-capitalista de la fuerza humana de trabajo; es el río su arteria natural y no la carretera asfaltada. Las diversas religiones del Bosque, no hay una sola, tienen en común el culto sagrado a la Naturaleza, a los animales, a los ríos, a las montañas, a las plantas, a los vientos y a los ciclos lunares y solares.
Por ello el Bosque amazónico es el hogar ideal para los niños. Por eso los pueblos que se quedaron subsistiendo por los siglos de los siglos en el corazón del Bosque, son pueblos niños.
En términos de Gramsci, los pueblos niños del Bosque amazónico son comunidades anarquistas donde predomina la sociedad civil (la comuna autogestionaria) y la sociedad política (el poder organizado de las burocracias) es prácticamente nula. No conocen el dinero, comparten equitativamente lo que el Bosque les brinda, y no sufren la enfermedad pequeñoburguesa del poder. Sus líderes naturales emergen desde la horizontalidad de la organización comunitaria destacándose por haber sido, desde su infancia, los mejores cazadores y pescadores de la comunidad; son líderes que se caracterizan por ser los más niños entre los adultos: joviales, alegres, creativos y transparentes. Cuando envejecen en su sabiduría, son los ancianos-oráculos adorados por toda la comunidad.
La corrupción “civilizatoria”
La inocencia de estos pueblos niños de la Amazonia comienza a ser desgarrada desde el nefasto momento en que el capitalismo, a través del Estado y las ONG’s, irrumpen en el Bosque pretendiendo llevar “progreso” a estas comunas infantiles.
El Estado con su corrupción implícita y algunas ONG’s con su inmoralidad financiera, son los enemigos naturales de estos pueblos inocentes; al romper su voluntad de aislamiento y su condición de pueblos no contactados, al intentar sumirlos en un parámetro comparativo con la civilización urbana, al contaminarlos con su dinero y sus prebendas, al arrancarles de su convivencia armónica con la naturaleza, sólo provocan la inequidad de la pobreza extrema entre estos pueblos, de las enfermedades causadas por el avasallamiento y la discriminación.
La concupiscente codicia, rasgo inequívoco de la sociedad política —propia del Estado y las ONG’s que buscan simplemente suplir a los partidos políticos y al Estado— está devastando este Tesoro Cultural único en el Planeta.
Una vez que el Estado y las ONG’s han roto el aislamiento autodefensivo de los pueblos no contactados con su obsceno festín de dólares y euros, comienza el etnocidio.
Detrás del Estado se agazapan compañías petroleras, madereras, mineras y toda esa lista ruin de inversionistas de capitales depredadores que avasallarán los bosques vírgenes y desplazarán de sus territorios originarios a los indefensos habitantes bosquímanos, condenándolos a emigrar hacia los infiernos urbanos o a contagiarse de los males endémicos del “progreso”.
Y con los ropajes de hipócrita “ecologismo” de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) que trafican financiamientos importados desde los centros del poder neocolonial en Europa y Estados Unidos, se encubren actividades parasitarias que sólo benefician a burócratas acostumbrados a modos de vida burguesa totalmente ajenos al modo de vivir de los indígenas, en cuyo nombre obtienen sus millonarios ingresos financieros que gustan justificar con discursos de “izquierda” vacuos y demagogos.
Los funcionarios y burócratas de estas entidades políticas que se autodefinen como instituciones privadas (en los hechos son organizaciones empresariales con fines de lucro político en el afán de imponer sus estrategias sectarias dentro las políticas estatales, disputándole espacios a las partidocracias tal como sucede actualmente en Bolivia con las manipulacuiones que sufrió el conflicto del Tipnis) se llenan la boca despotricando contra proyectos de “desarrollo” antagónicos a sus específicos intereses financieros (generalmente los que promueve el Estado), ganan elevadísimos sueldos bajo parámetros europeos y norteamericanos, viven en las ciudades en lujosos condominios y ostentan abiertamente sus privilegios elitistas gracias a la miseria creciente de los pueblos indígenas a quienes dicen “defender”.
El rol de “suplencia” que pretenden desempeñar las ONG’s en su disputa con la tradicional burocracia estatal y con los partidos políticos de turno, es también un rol depredador ejercido mediante onerosos “proyectos” que raras veces logran objetivos de real impacto en la vida de las comunidades donde operan.
Sin embargo es importante reconocer que existen honrosas excepciones entre las organizaciones no gubernamentales: no todas son ávidas de poder. Sabemos de instituciones privadas de desarrollo que se guían por una ética social apegada a los principios solidarios que las activan desde sus fuentes financieras; pero son solo eso: honrosas excepciones.
Destruyendo la autonomía comunitaria
Cuando el Estado y las ONG’s se inmiscuyen en la vida de los pueblos no contactados imponiéndoles sus visiones occidentales y “adultas” del desarrollo, la organización comunitaria queda desarticulada, sus líderes son cooptados con desvergonzadas prebendas y la autonomía del aislamiento voluntario se destroza irremediablemente. Sus sistemas educativos naturales basados en el manejo sostenible del Bosque son reemplazados con una mediocre escolarización occidental y entonces engrosan las estadísticas oficiales del analfabetismo; su alimentación medicinal basada en los saberes de la riqueza botánica y animal del Bosque es reemplazada por un sistema de salud pública ineficiente y entonces sufren los más altos índices de desnutrición y mortalidad materno-infantil.
Mientras más pobreza y miseria vengan sufriendo estos pueblos despojados de sus ricos territorios y de su singular riqueza cultural, de su inocencia infantil, más pretextos tendrán el Estado y las ONG’s para gestionar “proyectos de apoyo a los pueblos indígenas” millonariamente financiados y hábilmente malversados.
Hacia la rebelión de los niños
Son las niñas y los niños indígenas amazónicos, por tanto, las principales víctimas del etnocidio, cuando el Estado y las ONG’s, con sus secuelas “civilizatorias”, interfieren en su futuro como guardianes naturales del Bosque.
En el 2010 el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) lanzó un informe sobre el estado de la niñez indígena en el Perú, país cuya región amazónica es similar en varios aspectos con las regiones amazónicas vecinas en Brasil y Bolivia.
Según aquel informe, la población amazónica peruana constituye el 6% del total de indígenas peruanos, siendo los quechuas mayoría con 83% y aymaras 11%. Alrededor de la tercera parte de la población indígena amazónica tiene entre 3 y 17 años.
Cuando los pueblos no contactados son forzados a salir de su aislamiento voluntario, sus niños son obligados a incorporarse a la escolaridad oficial, con terribles desventajas de acceso al sistema educativo occidental debido a que sólo hablan sus lenguas maternas, quedando condenados por ello a una situación penosa de “analfabetismo”.
Están fuera del sistema educativo 130 mil niños indígenas de 3 a 5 años, 40 mil niños indígenas de 6 a 11 años, 81 mil adolescentes indígenas de 12 a 17 años, entre quechuas, aymaras y amazónicos. Solo en el caso de niños quechuas y aymaras, en un 38%, alumnos que tienen una lengua materna originaria asisten a una escuela que imparte Educación Intercultural Bilingüe. Los niños amazónicos no cuentan con esa ventaja del sistema educativo formal.
Etnocidio infanticida en la Amazonia boliviana
En la Amazonia boliviana los últimos pueblos en aislamiento voluntario que existían especialmente en el departamento de Pando, como los Yaminahua, Machineri, Esse Eja, Cavineño y Pacahuara han sido sistemáticamente despojados de sus territorios, fueron expulsados del bosque a reservaciones “multiétnicas” y comunidades “interculturales” dominadas por poblaciones migrantes del occidente del país, figurando en los registros de la extrema miseria como los más pobres entre los pobres. Son pueblos en vías de extinción, con sus poblaciones diezmadas y totalmente desculturizadas en medio de un forzado y caótico mestizaje, obligados a vestirse “como la gente civilizada”.
El caso más dramático es el de los Pacahuara, etnia emblemática de Pando. Esta nación que vino siendo diezmada en los últimas tres décadas al ser expulsada de su bosque originario en un territorio cercano a Cachuela Esperanza durante la dictadura militar de Banzer, ya no existe como tal y sus pocos miembros, ya en vías de extinción de modo casi irreversible, sobreviven en una reservación Chácoba en Riberlata, Beni, a donde el Gobierno de Evo Morales lleva “regalitos” para consolar a los últimos Pacahuara en su forzado e injusto destierro.
Similar drama viven los Esse Eja concentrados en una comunidad semi-urbanizada en el Municipio Gonzalo Moreno, donde son usados clientelarmente como masa electoral, y los Machineri-Yaminaha que habitaban un pequeño territorio “dotado” por el Inra (Instituto Nacional de Refirma Agraria) en el desaparecido municipio de Bolpebra, abandonaron Bolivia cruzando hacia la otra orilla del río Acre para unirse a sus parientes brasileños, tras el devastador diluvio de febrero del 2012.
Los niños Pacahuara, Esse Eja, Machineri y Yaminahua son las principales víctimas del irresponsable etnocidio que se consuma en Pando, Bolivia, paradójicamente, en estos tiempos del Estado Plurinacional.
Aceptación estatal del aislamiento voluntario
A diferencia de lo que acontece en Bolivia, el Estado peruano, con mayor énfasis durante el actual gobierno de Ollanta Humala, ha optado por conservar y proteger los territorios autónomos de los pueblos no contactados en la Amazonia, creando parques nacionales y santuarios forestales en torno a estos pueblos en aislamiento voluntario, como la mejor manera de preservar sus niveles naturales de vida.
El resultado de aquella política no avasalladora y proteccionista del Estado peruano, se tradujo en la reducción de la desnutrición crónica infantil. El estudio de la Unicef concluye que la desnutrición en la selva peruana ha disminuido. Alcanzaba el 30% en el año 2000, bajó a 23% en el 2005 y llega a 22% en el 2009, con tendencia a mejorar a medida que los pueblos no contactados sean respetados y protegidos en su natural autonomía territorial.
Varios pueblos indígenas no contactados en el Brasil y Perú, que están siendo protegidos mediante la creación de nuevos y más parques nacionales y santuarios forestales, tienden a incrementar sus poblaciones en la libertad del Bosque.
La política de preservar y proteger territorialmente a los pueblos no contactados de la Amazonía peruana y brasileña —utilizando incluso recursos de alta tecnología como los monitoreos satelitales y el uso del GPS—, en el caso del Brasil está beneficiando a aproximadamente 150.000 niños indígenas.
Nada de eso no sucede en Bolivia, donde los pueblos indígenas amazónicos ya no son dueños de sus vastos territorios originarios, y mucho menos de su destino ligado estrechamente al Bosque.
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