viernes, 16 de mayo de 2014

Papá, ¿por qué somos del Sankt Pauli?

Un reportaje de Rubén Moreno y Sebastián Rodríguez
Fotografías de Àlex Puig 

Es sábado y hay fútbol. Esteve, Sergi, Judit… así hasta veinticinco colegas quedan para ver el partido.Son un grupo peculiar: visten camisetas con calaveras y no se encuentran en El Bar como es tradición, sino en el casal popular de Poble Nou, el Ateneu Octubre, donde se las apañan bien. Hoy, por ejemplo, le toca la barra a Judit, que divide su atención entre los que llegan y la pantalla, recién desplegada. Es la una de la tarde, un horario poco habitual, al menos en la liga española. Es lógico, aquí se viene a ver al St. Pauli, un equipo histórico de la segunda división alemana y que se encuentra en el popular barrio rojo de Sankt Pauli, en Hamburgo. Puede parecer inusual, porque tienen el Camp Nou a media hora, o más sencillo, a un simple golpe de mando. Quizás sean alemanes. 
El que es futbolero, seguro que se acuerda de este anuncioun niño pequeño le pregunta a su padre que por qué son del Atleti. El padre no responde, porque aparentemente las razones son muchas. Sin embargo, el niño es básicamente del Atlético de Madrid, porque lo es su padre. Y este último, es seguramente del Atleti por la misma razón que su hijo. Total, que si se nace en el seno bético, se muere bético manque pierda. Sin embargo, de los que vienen a ver el St. Pauli al casal casi ninguno tiene rasgos teutones. Entonces podrían venir por su fútbol, como les pasa a los recién abonados del Everton, que no saben si les gusta más su juego o Rob. Martínez. Lamentablemente, tampoco es el caso. Lo que les motiva a seguir al Sankt Pauli es su carácter abiertamente antifascista y alternativo.
Judit, encargada del área de socios del Sankt Pauli Fan Club Catalunya y además, una de sus fundadoras, decidió seguir al equipo alemán por unas razones, como mínimo, peculiares: “Yo soy muy futbolera pero además un ser político, y encontrarme con un ideario como el del Sankt Pauli me pareció una maravilla”. La realidad es que no es para menos. Hablamos del único equipo del mundo con unos estatutos en los que se describe abiertamente antifascista, antirracista y antisexista. Aquel ideario consiguió seducir a otros catorce aficionados más cuatro años atrás. De ahí, la idea de fundar un club de fans. “Nos conocíamos del Barça, de estar juntos en conciertos o de compartir causas políticas. Sin embargo, donde empezamos a conocernos de verdad fue en el Fanclub”, recuerda Judit.
Aficionados miran atentamente el partido. Àlex Puig.
Aficionados miran atentamente el partido. Àlex Puig.
El Sankt Pauli Fanclub Catalunya 
No hay publicidad ni campaña mediática. No hay nada más que una web y una presencia esporádica en las redes sociales y, sin embargo, el número de socios ha ido creciendo progresivamente desde que se fundase en 2010. Sus integrantes recuerdan que al principio no tenían sede y que seguían al St. Pauli en un bar alemán, que Judit asegura que abrían prácticamente para ellos, pero donde desgraciadamente la cerveza era muy cara. Pasó tiempo hasta que se decidieron por pedir formalmente permiso al Casal Popular Octubre para convertirlo en su sede. Muchos eran de Poblenou y los que no, tenían vínculos políticos con el casal o participaban frecuentemente en este, en sus charlas o en sus actividades. Era el sitio perfecto.
Judit recuerda que un principio en el Casal se mostraban muy reticentes: la figura del hooligan y después, la del fanático del fútbol, no gustaba a sus organizadores, que identificaban el balompié como una expresión conservadora: “La gente está muy politizada. Aún se arrastra aquello de que el fútbol es una expresión fascista más y que con él puedes manipular a la masa como te da la gana, como se ha hecho siempre. Pero es que claro, el Sankt Pauli le da la vuelta  a todo eso”. De forma anecdótica, Judit recuerda el encuentro: “Cuando les pusimos los Estatutos delante dijeron: ¡Hostia, si nosotros pensamos lo mismo! y desde entonces, vamos juntos a las manis”. Por otra parte, según afirma David, uno de los colaboradores del Ateneu Popular, si dudaban en la idea de albergar al Fanclub era también por evitar que el casal se volviese demasiado popular y por tanto, en un blanco más visible a ojos de la extrema derecha. La misma razón por la que los entrevistados en este reportaje prefieren mantener su nombre de pila.
Miembros del Fan Club charlan fuera durante el descanso. Àlex Puig.
Miembros del Fan Club charlan fuera durante el descanso. Àlex Puig.
El F.C Sankt Pauli
Efectivamente, el F.C Sankt Pauli es un equipo rara avis dentro del panorama del fútbol actual. Sin embargo, no es sólo un club de tantos con una carga política de izquierdas importante en sus hinchadas. No se queda sólo en un ideario republicano como el del Celtic de Glasgow escocés o incluso marxista como la hinchada del Livorno. Se define antisexista y es capaz de retirar la publicidad de una revista masculina, como hizo con la publicación “Maxims” en 2002, porque sus aficionados consideraban que se hacía un trato denigrante hacia la mujer. Abogan también por la libertad y en una ocasión incluso retiraron la ayuda económica a un club de Kenia, que había echado a dos jugadoras simplemente por ser homosexuales. Así es Sankt Pauli, el único club del mundo presidido por alguien abiertamente homosexual. Se trata de Cornelius Littman, que por la naturaleza rebelde del club, no se nos tendría que hacer extraño que a la postre sea un activista pro derechos de los homosexuales y del medio ambiente.
Sus gradas, a rebosar siempre, son un mosaico de símbolos y mensajes que van mucho más allá del deporte: las banderas antifascistas, los mensajes reivindicativos y sobre todo la Jolly Rouge, la bandera pirata que el club adoptó como símbolo a mediados de 1980, después de su traslado al muelle de Sankt Pauli, cerca de la célebre calle de Reeperbahn, en el barrio rojo. Este símbolo, como todo en este lugar de Hamburgo, va mucho más allá de lo que parece. La ciudad germana, portuaria, tiene en la bandera pirata un símbolo de rebeldía, de ir contracorriente, contra el poder establecido. Pocos símbolos podrían encajar así dentro del Sankt Pauli.
Lo más sencillo sería pensar que es un club sectario, residual, que vive de lo curioso de su historia y poco más. Pero lo cierto es que también hay lugar para la contradicción en las gradas del equipo. Célebre es la pancarta “ACABAB” (All Coppers are Bastards au außer Boll)”, que dice algo así como “Todos los policías son unos bastardos, excepto Fabian Boll”, capitán y estrella del equipo, de profesión policía. Como diría Esteve, director del fan club: “Parece que la gente de izquierdas vivamos en una contradicción constante”.
“El objetivo número uno no es ganar, sino transmitir la idea”
Pancartas, banderas y camisetas piratas, junto a otras independentistas. Una biblioteca presidiendo la entrada, un billar y carteles que recuerdan las charlas que se dieron durante el día internacional de la mujer; otros, los más nítidos, ponen fecha a las próximas actividades. En la puerta: “Solidaritat amb els vaguistes de Poblenou” y en un rincón: el calendario con los partidos que le quedan al St. Pauli. El Ateneu Popular Octubre de Poblenou concentra en su espacio todos los símbolos que hacen reconocible al club desde la distancia: desobediencia, antisexismo y antifascismo. De ahí, que para el F.C St. Pauli un club de fans en Cataluña sea motivo de orgullo. Según Esteve, el director del fan club, la institución contacta cada año con ellos para reservarles unas entradas, en un campo siempre a rebosar, y matiza: “Ellos no las venden a teleoperadores como otros clubs, sino que las vende al fanladen, que las distribuye entre sus aficionados”. La ecuación es simple: mantener precios populares para que el Millerntorn Stadion siga teniendo sus gradas siempre llenas. Además, de esta forma no se puede sacar beneficio revendiendo las entradas.
En la entrada: "Solidaritat amb els vaguistes de Poblenou". Àlex Puig.
En la entrada: “Solidaritat amb els vaguistes de Poblenou”. Àlex Puig.
Sería cuanto menos hipócrita definirse sankt paulinista y no seguir su ideología. El Fan Club de Catalunya participa en toda una seria de iniciativas de carácter reivindicativo a nivel político.  Primero, un miembro propone participar en alguna protesta o movimiento acorde con la postura del club, después se elabora un manifiesto y por último, se aprueba de manera asamblearia. Sin embargo, no todo son reivindicaciones convencionales. Cada año el Fan Club se viste de corto y organiza un torneo de fútbol antifascista. La particularidad es que cada equipo tiene que ver con un lucha social: Sindicatos, la COS, UCF, el Casal Octubre, Viva con Agua, entre otras organizaciones y colectivos sociales, son convocados año tras año.
Por otra parte, más allá del terreno político, el Fan Club recibe invitaciones de otros casales y ateneos populares que desean conocer de cerca qué es el Sankt Pauli y qué significa formar parte del club de fans. No obstante, en sus charlas siempre está presente el debate, que evidentemente gira en torno al fútbol, en lo que representa y en lo que se ha convertido, y en donde también se analizan aspectos económicos e ideológicos relacionados con este. Fútbol y política, en el local, hay de todo: “están los más futboleros y los que son más activos en el tema político. Pero no tenemos secciones, cada uno encaja como quiere, como puede y como sabe”, afirma Judit.
Esto último, – en línea con todo el resto-, responde también a un ideal alternativo del fútbol. “La gente que viene a ver el St. Pauli no viene a verlo por el nivel de futbol en sí, ¡es un segunda alemana!, Nosotros seguimos al St. Pauli, la idea de club, queremos que la gente sepa que hay otro modelo a seguir”, afirma Esteve. Según el mismo, el objetivo número uno del Sankt Pauli no es ganar, sino el de transmitir la idea. Esteve reconoce además que quizás el patrón de ser los mejores y de querer ganarlo todo no es el adecuado. El más avispado ya lo habrá relacionado con la sociedad en la que vivimos, ultracompetitiva. Es evidente que el club no se encara solamente contra el fascismo, sino también contra los valores políticos y sociales de la sociedad actual. Este es el ser político St. Paulinista.
Algunos miembros del Fan Club animan a su equipo, después de una ocasión. Àlex Puig.
Sus padres no son alemanes 
Estamos en la época en donde los clubes de fútbol están pasando a ser sociedades anónimas. Donde la clase popular, marca de identidad de cada club, es expulsada de los estadios por culpa de entradas a precio turista y horarios acordes a lo que la audiencia televisiva consume. Donde magnates del petróleo, el gas o simplemente las finanzas convierten sus equipos en su recreo particular o peor aún, en una fuente de beneficios. Donde el marketing y la venta de camisetas priman sobre la ilusión de ver como 5 o 6 equipos pueden pelear por un campeonato. Donde llegará un momento que las empresas en que se están convirtiendo los grandes clubes harán preguntarse como el niño del anuncio “Papá, ¿porque somos de este equipo?”, pues habrán borrado en pos del beneficio cualquier marca identitaria, como el nacionalismo, la tradición familiar o la clase social, entre otras. Sin embargo, en el caso del Sankt Pauli el sello que lo define es claro, evidente: antirracismo, antisexismo y antifascismo.

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