por Jorge Altamira
Una mayoría aplastante del sur y este de Ucrania votó a favor de la autodeterminación de la región y el rechazo al gobierno instalado por la Unión Europea y Estados Unidos. Es un fuerte golpe al intento de convertir a Ucrania en un protectorado de ambos.
Para sorpresa, suponemos, del gran público, los grandes mediosinternacionales de comunicación han admitido que una mayoría aplastante del sur y del este de Ucrania votó, más allá de las improvisaciones impuestas por la situación política y militar, a favor de la autodeterminación de la región y el rechazo al gobierno instalado en la capital, Kiev, a finales de febrero pasado, por la Unión Europea y Estados Unidos. Se trata de un golpe fuerte a las pretensiones de convertir a Ucrania en un protectorado económico y político de esos bloques. Cuando falta poco más de una semana para la realización de las elecciones al Parlamento europeo, este rechazo popular empalma con una creciente resistencia a la continuidad de la UE entre los trabajadores de los Estados miembro. La realización de estos referendos constituye una expresión del fracaso del intento de someter al este por medios militares que, sin embargo, ha llevado a perpetrar diversas masacres, en especial en la gran ciudad de Odessa, pero también en otras ciudades. La fallida ofensiva militar contó con el planeamiento de la Agencia de Seguridad y la CIA de Estados Unidos, que reclutaron grupos de tareas entre los partidos nazis de Ucrania.
El apoyo popular al referendo autonomista en el este no significa, sin embargo, que estemos en presencia de un movimiento revolucionario, como lo prueba la ausencia de un cuestionamiento a los oligarcas que controlan la economía local. Algunos de ellos han incluso formado milicias para mantener el orden público. Aunque en los días previos a la realización del referendo pidió en forma pública su aplazamiento, el gobierno de Rusia conserva un control sobre la dirección de esta rebelión popular. Para Putin es una carta de negociación con las potencias imperialistas, en primer lugar Alemania. Rusia no tiene en carpeta ningún apoyo a una secesión del este-sur de Ucrania; por el contrario, plantea la formación de un estado federal y la garantía de que Ucrania no será incorporada a la Otan, como sí ha ocurrido con los Estados del Báltico. Con ese fin reclama la postergación de las elecciones nacionales, previstas para el 25 de mayo próximo, y el establecimiento de una mesa cuatripartita entre la UE, Rusia, el gobierno oficial y los representantes del este. El martes pasado, el reclamo fue admitido por funcionarios de la Comisión Europea, pero rechazado por el gobierno de Ucrania. Es muy claro, desde el comienzo de la crisis, que el gobierno oficial responde a la política norteamericana, la cual choca con la voluntad de componenda de la UE. La división atraviesa al partido de gobierno, entre la conocida Yulia Timoshenko, partidaria de un compromiso con el este y Rusia, y el primer ministro, convertido casi en un agente norteamericano. El hijo del vicepresidente de Estados Unidos, Hunter Biden, acaba de ser designado ejecutivo de una compañía privada de gas de Ucrania. En el escenario de Ucrania se despliega un enfrentamiento de fondo entre el imperialismo yanqui y el europeo, cuyas consecuencias paga el pueblo ucraniano. El ex primer ministro de Alemania, Gerard Schroeder, que preside el consorcio de la compañía que transporta el gas por el mar Báltico, acaba de salir con los tapones de punta a favor de un rápido compromiso con Putin; lo mismo ha planteado una reciente asamblea de la Unión de Industriales de Alemania. Un acuerdo que viabilice una negociación entre cuatro, podría desatar una crisisinternacional entre Estados Unidos y la UE, mucho más si implica una postergación de las elecciones nacionales.
El desaliento a una secesión por parte de Rusia y por sobre todo la presión que ejerce para alcanzar un compromiso a través de Alemania, refleja la crisis de poder que los sucesos de Ucrania comienzan a plantear en Rusia. La rebelión popular en el este podría escapar de control y asumir características más amplias, con proyección sobre los trabajadores de Rusia. Otra expresión de descontrol es la fuga de capitales, que el Banco Central de Rusia cifra en 55.000 millones de dólares, pero que observadores extranjeros estiman en 150.000 millones de dólares -una cuarta parte del total de reservas internacionales de Rusia- en el lapso de cuatro meses. Es la forma de presión que ejerce la oligarquía capitalista de Rusia, ligada de mil maneras al capitalinternacional, para que Putin se aleje de la rebelión popular y apresure un compromiso con la UE. Esta fuga de capitales explica la demanda que ha tenido la deuda pública en Europa y la subida del euro, lo cual agrava la depresión económica en la UE. Las autoridades monetarias rusas están compensando esa fuga con operaciones de canje de divisas con bancos europeos; mientras se enfrentan en el plano diplomático, los capitalistas de uno y otro lado estrechan sus relaciones financieras. La oligarquía rusa se encuentra dividida en cuanto a una asimilación de Ucrania por parte de la UE, debido a su propio interés en un mayor acceso al mercado mundial y en una unión económica futura que incluya a la propia Rusia.
El ‘ajuste’ del FMI para salir al rescate de la economía quebrada de Ucrania ya se encuentra en marcha. A cambio de un préstamo de 15.000 millones de dólares, claro que en largas cuotas, ha empezado el tarifazo de los servicios básicos. El estallido social que amenaza provocar este ‘ajuste’ tiene en ascuas a todas los protagonistas internacionales. La independencia de Ucrania es, antes que nada, el rechazo al ‘ajuste’ que procuran establecer la UE y el FMI, y que cuenta con el apoyo de la oligarquía rusa. La reivindicación de la unidad de Ucrania significa una convocatoria a los explotados de todo el país para luchar contra ese ‘ajuste’, y por esa vía derrotar el intento de protectorado que quiere establecer la UE. La izquierda de Europa debería convertir a la consigna del rechazo y ruptura de la UE en un reclamo internacional, contra sus propias burguesías.
A partir de esta caracterización general, nuestra posición en Ucrania es el apoyo a la rebelión popular de los trabajadores del este, con un programa de confiscación de la oligarquía de Ucrania, o sea por un gobierno de trabajadores de una Ucrania unida e independiente.
El apoyo popular al referendo autonomista en el este no significa, sin embargo, que estemos en presencia de un movimiento revolucionario, como lo prueba la ausencia de un cuestionamiento a los oligarcas que controlan la economía local. Algunos de ellos han incluso formado milicias para mantener el orden público. Aunque en los días previos a la realización del referendo pidió en forma pública su aplazamiento, el gobierno de Rusia conserva un control sobre la dirección de esta rebelión popular. Para Putin es una carta de negociación con las potencias imperialistas, en primer lugar Alemania. Rusia no tiene en carpeta ningún apoyo a una secesión del este-sur de Ucrania; por el contrario, plantea la formación de un estado federal y la garantía de que Ucrania no será incorporada a la Otan, como sí ha ocurrido con los Estados del Báltico. Con ese fin reclama la postergación de las elecciones nacionales, previstas para el 25 de mayo próximo, y el establecimiento de una mesa cuatripartita entre la UE, Rusia, el gobierno oficial y los representantes del este. El martes pasado, el reclamo fue admitido por funcionarios de la Comisión Europea, pero rechazado por el gobierno de Ucrania. Es muy claro, desde el comienzo de la crisis, que el gobierno oficial responde a la política norteamericana, la cual choca con la voluntad de componenda de la UE. La división atraviesa al partido de gobierno, entre la conocida Yulia Timoshenko, partidaria de un compromiso con el este y Rusia, y el primer ministro, convertido casi en un agente norteamericano. El hijo del vicepresidente de Estados Unidos, Hunter Biden, acaba de ser designado ejecutivo de una compañía privada de gas de Ucrania. En el escenario de Ucrania se despliega un enfrentamiento de fondo entre el imperialismo yanqui y el europeo, cuyas consecuencias paga el pueblo ucraniano. El ex primer ministro de Alemania, Gerard Schroeder, que preside el consorcio de la compañía que transporta el gas por el mar Báltico, acaba de salir con los tapones de punta a favor de un rápido compromiso con Putin; lo mismo ha planteado una reciente asamblea de la Unión de Industriales de Alemania. Un acuerdo que viabilice una negociación entre cuatro, podría desatar una crisisinternacional entre Estados Unidos y la UE, mucho más si implica una postergación de las elecciones nacionales.
El desaliento a una secesión por parte de Rusia y por sobre todo la presión que ejerce para alcanzar un compromiso a través de Alemania, refleja la crisis de poder que los sucesos de Ucrania comienzan a plantear en Rusia. La rebelión popular en el este podría escapar de control y asumir características más amplias, con proyección sobre los trabajadores de Rusia. Otra expresión de descontrol es la fuga de capitales, que el Banco Central de Rusia cifra en 55.000 millones de dólares, pero que observadores extranjeros estiman en 150.000 millones de dólares -una cuarta parte del total de reservas internacionales de Rusia- en el lapso de cuatro meses. Es la forma de presión que ejerce la oligarquía capitalista de Rusia, ligada de mil maneras al capitalinternacional, para que Putin se aleje de la rebelión popular y apresure un compromiso con la UE. Esta fuga de capitales explica la demanda que ha tenido la deuda pública en Europa y la subida del euro, lo cual agrava la depresión económica en la UE. Las autoridades monetarias rusas están compensando esa fuga con operaciones de canje de divisas con bancos europeos; mientras se enfrentan en el plano diplomático, los capitalistas de uno y otro lado estrechan sus relaciones financieras. La oligarquía rusa se encuentra dividida en cuanto a una asimilación de Ucrania por parte de la UE, debido a su propio interés en un mayor acceso al mercado mundial y en una unión económica futura que incluya a la propia Rusia.
El ‘ajuste’ del FMI para salir al rescate de la economía quebrada de Ucrania ya se encuentra en marcha. A cambio de un préstamo de 15.000 millones de dólares, claro que en largas cuotas, ha empezado el tarifazo de los servicios básicos. El estallido social que amenaza provocar este ‘ajuste’ tiene en ascuas a todas los protagonistas internacionales. La independencia de Ucrania es, antes que nada, el rechazo al ‘ajuste’ que procuran establecer la UE y el FMI, y que cuenta con el apoyo de la oligarquía rusa. La reivindicación de la unidad de Ucrania significa una convocatoria a los explotados de todo el país para luchar contra ese ‘ajuste’, y por esa vía derrotar el intento de protectorado que quiere establecer la UE. La izquierda de Europa debería convertir a la consigna del rechazo y ruptura de la UE en un reclamo internacional, contra sus propias burguesías.
A partir de esta caracterización general, nuestra posición en Ucrania es el apoyo a la rebelión popular de los trabajadores del este, con un programa de confiscación de la oligarquía de Ucrania, o sea por un gobierno de trabajadores de una Ucrania unida e independiente.
Fuente: Partido Obrero
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