Un trabajo de Marcelo Falak publicado en “Ámbito Financiero” nos alerta sobre las posibilidades que un triunfo de la “ecologista” Marina Silva abre para el gigante a nuestro norte y, sin duda, también para nosotros.
La muerte accidental del candidato del partido “socialista” (las comillas van por lo alejado que está la realidad de dicha organización de cualquier ideario con ese nombre) Eduardo Campos dejó a Silva a un paso de la presidencia de Brasil.
Lo que parecía un triunfo fácil para Dilma Rousseff se ha tornado en un disputado final en que las encuestas la dan posible perdedora. Y esto ha cambiado radicalmente las perspectivas no sólo para Brasil sino para todo el continente.
Como dice Falak:
La política internacional ha figurado poco en los debates de los candidatos presidenciales, pero quienes siguen esos temas advierten que si el PT pierde, Brasil podría volver a alinearse con las posturas librecambistas de Washington.
El texto [1] es mucho más que una mera formalidad, ya que recoge el interés del gran empresariado brasileño, cuyo apoyo será ineludible si Marina Silva llega al poder, dada la debilidad política y legislativa que inevitablemente tendría la alianza que la sostiene. Asimismo, fue ratificado en público por la propia candidata.
No hay que confundirse con ella; la suya no es una voz improvisada o idealista, ajena a los contactos con el gran empresariado. La coordinadora de su programa económico es Maria Alice Setúbal, nada menos que una de las accionistas y heredera del principal banco privado de Brasil, el Itaú.“Neca” Setúbal es desde hace tiempo uno de los principales apoyos empresariales de la ambientalista. Según la prensa brasileña, donó el año pasado un millón de reales al instituto de Marina, lo que da cuenta del 83% de los recursos de éste.Más que actuar como mera portavoz, la banquera inspiró en la candidata un pensamiento económico con el que el sector financiero podría sentirse muy cómodo. No por nada, tras alguna duda y zozobra inicial, cada encuesta que registra un avance de Marina es saludado con fuertes subas en la Bolsa de San Pablo.
Un reciente informe del Citi señaló que el plan económico ortodoxo de Silva beneficiaría a los bancos privados y a empresas contratistas de proyectos de infraestructura, mientras que podría impactar negativamente en algunos segmentos industriales.La gran industria, sobre todo la paulista, se siente en condiciones de competir en las grandes ligas mundiales. Por eso abandona su viejo reflejo proteccionista y aboga por una amplia apertura comercial. Para ella, el rol de la Argentina, el Mercosur y Sudamérica como mercados protegidos para la consolidación de sus exportaciones ya está cumplido.”
No cabe duda que Dilma Rousseff, tal como antes lo hizo Lula Da Silva, no ha sido otra cosa que una representante de la burguesía brasileña. Que llevó adelante una política destinada a suavizar las contradicciones de clase que, como cualquiera sabe, cuando se tensan demasiado ponen en riesgo la existencia misma del sistema. Dentro de éste panorama se inscriben, sin duda, los sucesos que con algunas diferencias pero con mucho mayores coincidencias han ocurrido en Uruguay. Repartir algo del excedente con los más pobres para que todo el mundo coma es la esencia de dichas políticas a la interna. En el plano internacional Brasil mostró siempre, dentro de un sometimiento general a las políticas imperialistas, un cierto margen de independencia. Márgenes que se acentuaron durante los gobiernos Lula-Rousseff.
La cita que reproducimos más arriba pone de manifiesto la posibilidad cierta de que una victoria de Silva cambie radicalmente el panorama. Para Uruguay, cualquiera de las dos salidas posibles del proceso electoral (Tabaré Vázquez o Luis Lacalle) implican más o menos lo mismo. Una profundización del camino esencialmente neoliberal de la política económica (mediante el abandono de ciertos pujos neo desarrollistas que anidan en sectores del Frente Amplio) y, sobre todo, el abandono definitivo del MERCOSUR como proyecto político.
Para los trabajadores de ambos países las implicanciones de estos cambios no pueden ser más sombríos. Porque, además, se dan en un contexto económico regional y mundial esencialmente desfavorable. Tanto Argentina como Brasil están en recesión “técnica”. Expresión que más bien tiende a suavizar un poco la brutalidad del concepto. Recesión implica economías que no crecen, sino por el contrario, se reducen. A nivel mundial la economía europea está, también, en recesión o muy cerca de ella. China se desacelera, lejos aún del decrecimiento económico, pero Japón está también muy cerca de la recesión.
De las grandes economías mundiales sólo los EEUU se muestran con algún vigor, con un crecimiento anualizado menor a 3%.
Por ahora no se avizora un aumento drástico de las tasas de interés que pagan los bonos del tesoro de aquel país, el “metro” que determina el piso de las tasas de ganancia a que aspira el capital a nivel mundial y que determina, a su vez, los precios de los activos, la tierra rural, la urbana, las instalaciones industriales, etc. O sea, el precio de cualquier activo rentable está determinado por el flujo de dinero que éste está en condiciones de suministrar a futuro. La tasa de interés-ganancia que dicho activo rendirá (previsiblemente) se equipara con la que proveen los títulos emitidos por el tesoro yanki.
El bajo nivel de aquellas tasas ha sido el motor del aumento de los precios de los activos a nivel internacional. Incluidos, por supuesto los de nuestro país-región.
Un aumento de estas tasas, que se producirá inevitablemente en algún momento futuro, producirá una inversión drástica en el flujo de capitales centro-periferia. En Uruguay país que, fruto de una política económica extremadamente favorable al capital nacional y extranjero, experimentó un extraordinario aflujo de capital durante la última década, ya comienzan a verse síntomas de inversión de dicho movimiento. El cambio en la tendencia de cotización del dólar, que se apreció un 20% entre los primeros meses de 2013 y mediados del presente año, parece indicar que el reflujo de capital ha comenzado. Apuntamos algunos factores que a nuestro juicio están influyendo: a) después de “entrar” el capital comienza a generar ganancias que tienden a ser remitidas a las casas matrices de las empresas. b) comienzan a agotarse las oportunidades de inversión en el país. El grueso de las mismas durante los últimos años han estado dirigidas a sectores vinculados a la producción de materias primas exportables; pasta de celulosa, soja en bruto, arroz, carne y lácteos con bajo nivel de procesamiento y al sector inmobiliario. En este último caso dirigidas a la construcción de viviendas de lujo en la zona costera dentro y fuera de Montevideo.
Durante el último año creció la inversión pública en el sector energético y de comunicaciones, básicamente. En el mismo sentido la deuda pública constituyó un lugar para colocar dineros sobrantes en el “centro”. Y todos estos factores se están revirtiendo. En el caso de la inversión pública un déficit fiscal del orden de 3,4% del pbi sugiere que, pasadas las elecciones de octubre-noviembre, cualquier gobierno que venga llevará adelante alguna forma de ajuste fiscal reduciendo, en consecuencia, aquella.
Prácticamente liquidado el proyecto “Aratirí” fruto de la caída del precio del mineral de hierro, el presidente sale despavorido a buscar en Finlandia la tercera planta de celulosa. Se necesita desesperadamente otro proyecto de gran envergadura que genere empleo e ingreso de capital. El plan de “vivienda de interés social” (viviendas que, por su precio elevado difícilmente puedan calificarse de esa forma) ha tenido un éxito relativo. Se encuentran en construcción unas 5.000 a la fecha. Su futuro depende de variables vinculadas al resto de la economía, básicamente dos: 1) el nivel de las tasas de interés. 2) la evolución de los salarios reales. Todo parece indicar que no estará en condiciones de sustituir las fuentes de inversión que se están “secando”.
Con este panorama económico poco proclive al optimismo el fondo de los planteos que surgen de los discursos de campaña electoral, que tienden a medidas favorables a “la clase media”, entendida como capital, se explica por sí mismo.
Todo parece indicar que nos aproximamos a un fin de ciclo. El capitalismo “bueno” al que algunos llaman social-liberalismo y otros neo desarrollismo dejará, según las líneas que marca la “borra de café” lugar al capitalismo “realmente existente”. No parece muy probable que las políticas sociales desplegadas a partir de la crisis que marcó el principio de este siglo puedan mantenerse en su totalidad. Y a esto se suman las restricciones que, según todo parece indicar, impondrá la economía pura y dura.
Falak termina su trabajo con una frase perfectamente compartible: “Algo fuerte y muy profundo puede cambiar para nuestro país. Es hora de prestar atención.”
Vale para Argentina, pero tanto o más para nosotros.
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