sábado, 3 de enero de 2015

“Manos arriba, ¡no disparen!”: Ferguson en el centro del escenario

Malik Miah
La respuesta de la policía y los políticos blancos desenmascara lo que cada afroamericano sabe demasiado bien: los negros viven en un país racialmente dividido
Miah es uno de los directores de 'Against the Current' y vivía en Detroit, Michigan, durante la rebelión de 1967 a raíz de un ataque policial. Intervino la Guardia Nacional y murieron unas 43 personas en cinco días en uno de los disturbios más destructivos en la historia de EEUU. El aumento del “temor blanco” y la “huida blanca” de Detroit hacia los suburbios data de esos acontecimientos, y posteriormente la elección del primer alcalde negro, Coleman Young, en 1973
Los grandes medios de comunicación se volcaron en masa sobre Ferguson, Missouri, por un motivo: la comunidad negra salió a las calles luego del asesinato policial de Michael Brown, y se negó a obedecer las órdenes de abandonarlas. Esta actitud ha inspirado a las acciones solidarias que tuvieron lugar en todo Estados Unidos e internacionalmente, incluyendo a los jóvenes latinos, asiáticos y blancos junto a los afroamericanos.
El grito de “manos arriba, no disparen”, se difundió por todo el país. Eso refleja una realidad que viven los jóvenes y adultos afroamericanos cuando entran en contacto con la policía. Existe un auténtico temor a que cualquier movimiento equivocado pueda significar su muerte. La caracterización racial es común y corriente en las ciudades pequeñas y en las grandes. En cambio, el reconocimiento de responsabilidad por la violencia policial no lo es.
Por el otro lado, una mayoría de los blancos, especialmente en las comunidades de clase media o alta, raramente sufre la brutalidad policial. A ellos, la policía los atiende y los protege. De modo que ellos creen que los que deben tener la culpa son los afroamericanos, no la policía.
Los blancos en Ferguson, Missouri, una ciudad de seis millas cuadradas con 21.000 habitantes, no ven la discriminación ni el racismo; sólo ven a los negros haciendo disturbios en sus vecindarios. La cultura popular propaga el temor a los jóvenes afroamericanos. Cuando los blancos se arman en el área de St. Louis, las armas vuelan de los estantes de las armerías. Pero los blancos, un 30 % de la población, controlan las estructuras del poder y la policía. Los negros no tienen poder político. Ferguson forma parte de una larga lista de lugares donde la violencia policial arrebata las vidas de los afroamericanos. La deshumanización y el desprecio que sufren los hombres negros por parte de la sociedad reflejan una amplia cultura del racismo institucional. No es casual que un policía blanco se sienta amenazado por un adolescente desarmado de 18 años.
Al policía Darren Wilson, de 28 años, lo escondieron mientras la comunidad estallaba durante cinco días. La fuerza policial militarizada de 53 agentes (sólo 3 son negros en una ciudad donde el 69 % de la población es afroamericano) usó vehículos blindados y armas más apropiadas para combatir en Irak y Afganistán. Todos vestían con uniformes camuflados.
La policía quiso controlar la verdad presentando a “Big Mike” Brown y a la comunidad como gente violenta y descontrolada, para ganar el apoyo blanco y justificar la impresionante fuerza de tipo militar. A la comunidad ocupada la presentan como seres subhumanos que están arrojando piedras y cócteles molotov a los policías. La policía en Ferguson y en el condado de St. Louis ha sido adoctrinada con esta idea deshumanizadora y despreciativa de la comunidad negra.
El asesinato y las consecuencias
El 10 de agosto, el policía ordenó a Brown y su amigo a ir de la calle a la vereda. Ellos no lo hicieron y esto inició una pelea. Hay versiones encontradas sobre los detalles de esta pelea. Brown recibió entonces un balazo y murió con las manos en alto a unos diez metros del vehículo patrullero. Su cuerpo quedó tendido en la calle durante 4 horas. Entre el 12 y el 13 de agosto los policías arrojaron gas lacrimógeno y balas de goma a los manifestantes airados pero pacíficos, muchos de los cuales estaban frente a sus propias casas cuando eran atacados. También se atacó y detuvo a periodistas del Huffington Post y del Washington Post. El equipo policial de SWAT también disparó también gases y balas de goma a periodistas de la agencia Aljazeera America, familiarizados con zonas de combate en el Oriente Medio. Las cámaras de la CNN filmaron a un oficial dirigiéndose a un grupo de manifestantes diciendo “¡tomen, jodidos animales, tomen!”. Ahora las armas de guerra son algo común en muchas dependencias policiales. Esta militarización no es para combatir a terroristas, sino para controlar a los ciudadanos normales de estas comunidades; o sea, para sofocar a los disturbios civiles.
El racismo estructural de la sociedad estadounidense significa que los departamentos policiales cumplan sus cuotas de arrestos persiguiendo a los “otros”, los que son afroamericanos, latinos, árabes y musulmanes. Los policías discriminan a los jóvenes negros, a quienes se arresta y procesa mediante un sistema judicial que está lejos de ser indiferente al color de la piel. Uno de las demandas más frecuentes que se oía en los vecindarios negros de Ferguson era “exigimos respeto y justicia”.
Luego de publicarse el nombre del policía el 15 de agosto, la policía hizo circular una nueva razón por la que se mató a Michael Brown. La historia cambió y pasó a ser un incidente de un hurto a pocas cuadras, presuntamente cometido por Brown, en una tienda; pero el propio jefe de policía admitió que Wilson, cuando disparó a Brown, no sabía que era un sospechoso.
Culpar a la víctima
El presunto robo era una táctica clásica del desvío (una “pantalla de humo”) para culpar a la víctima por su propia muerte, afirmó la familia de Brown. Muchos blancos ya habían dado por supuesto que Brown era un criminal. Lo que torpedeó al encubrimiento planeado fueron los testimonios de los testigos presenciales. Esto puso en evidencia a los políticos, incluyendo al gobernador demócrata Nixon. Los policías tuvieron que retroceder. Nixon nombró a un capitán afroamericano, Ron Johnson, de la patrulla de caminos de Missouri, nacido en Ferguson, para que fuera la cara pública de la fuerza policial.
Posteriormente, después de que algunos manifestantes comenzaran a saquear tiendas el 15 de agosto, el gobernador impuso un toque de queda. Los líderes de la comunidad condenaron la acción de unos pocos que no reflejaban el apoyo mayoritario a las protestas desafiantes pero pacíficas. Las provocaciones, hechas en su mayoría por gente desconocida que había llegado a Ferguson, favorecieron al alegato de la policía de que tuvo que emplear la fuerza para mantener el orden.
La respuesta insensible de la policía y los políticos blancos desenmascara lo que cada afroamericano sabe demasiado bien: los negros viven en un país racialmente dividido donde se aplican diferentes leyes. Esto recuerda a la década de 1960, cuando los afroamericanos eran tratados como seres inferiores o que eran menos que humanos, los policías eran vistos como una fuerza de ocupación, y se popularizaron las exigencias del “control comunitario de la policía”.
La militarización de las fuerzas policiales
Glen Greenwald, el periodista investigador que informó al mundo sobre las divulgaciones de Edward Snowden acerca del espionaje masivo de los Estados Unidos, discutió en un artículo del 14 de agosto para el servicio de noticias Intercept, por internet, sobre los orígenes de la militarización de las fuerzas policiales en las ciudades:
“La militarización intensiva de las fuerzas policiales en EEUU es una seria amenaza sobre la que pocas personas han estado advirtiendo enérgicamente durante años, recibiendo muy poca atención o interés. En un artículo de 2007 sobre ‘la progresiva eliminación de las diferencias entre las instituciones policiales y militares y entre la guerra y la aplicación de la ley’, el profesor de derecho penal Peter Kraska definió a la ‘militarización de la policía’ como el proceso por el cual la policía civil extrae, y toma como modelo a los principios del militarismo y el modelo militar…”
Al igual que en la mayoría de los casos de medidas policiales excesivas y abusivas, la militarización de la policía está abrumadoramente y desproporcionadamente dirigida contra las minorías y las comunidades pobres, logrando que el problema se agrave en gran medida en la oscuridad. Los americanos ahora están tan acostumbrados a ver a agentes de policía vestidos con ropa de camuflaje y estilo “robocop”, trasladándose en vehículos blindados y portando armas automáticas que fueron introducidas primero en la ocupación estadounidense de Bagdad, que esto se naturalizado. Pero quienes sufren las consecuencias de esta transformación, son quienes carecen de poderosos megáfonos; para vocear sus quejas sobre los inevitables y severos abusos resultantes.
Si hay algo positivo que provenga de las parodias y simulacros de Ferguson, es que esta orgía totalmente descontrolada de la militarización policial local, actualmente recibe una atención largamente demorada. Los periodistas del New York Times Julie Bosman y Matt Apuzzo, en un artículo del 14 de agosto informaron que “el Departamento de Seguridad Interior subvencionó el dinero que se pagó para comprar los camiones blindados ‘Bearcat’ para el patrullaje en Ferguson”, según dijo Nick Gragnani, director ejecutivo del Sistema de Acción Regional del área de St. Louis, que administra dichas subvenciones para esa área.
Desde 2003, el grupo ha gastado 9,4 millones de dólares en equipamiento para la policía en el condado de St. Louis. Eso incluye 3,6 millones para dos helicópteros, más el Bearcat, otros vehículos y equipamiento para visión nocturna. La mayor parte de las armaduras usadas por los agentes del orden que enfrentaban a las protestas en Ferguson fueron pagadas con dinero federal, según Gragnani.
“El centro es el terrorismo, pero se permite hacer una transición para otros tipos de respuestas” agregó. “Es para todo tipo de malestar social. Fuimos orientados por el asesoramiento sobre subvenciones. No hubo restricciones sobre ese tema por parte del gobierno federal.”
Aunque no se entregan las principales subvenciones de la Seguridad Nacional para comprar armas, las subvenciones del Departamento de Justicia sí pueden serlo. Esto incluye a balas de goma y gases lacrimógenos, que utiliza la policía para dispersar a las muchedumbres. Un informe del Departamento de Justicia decía el año pasado que alrededor de 400 dependencias locales policiales y más de 100 agencias estatales habían comprado esas armas menos mortíferas usando dinero subvencionado por el Departamento de Justicia.
La militarización de la policía también está relacionada con la “guerra contra las drogas” que han traído caos y muerte a las ciudades de Estados Unidos y a México y las naciones centroamericanas, donde la juventud está huyendo para proteger sus vidas hacia la frontera del sur de los EEUU y contribuido a la encarcelación en masa de los afroamericanos.
Lo más importante aquí es que la composición social de la fuerza policial no es lo que causa la militarización. Aunque es un factor, como se ha visto en Ferguson donde muy pocos policías son afroamericanos, los mayores problemas son la política y el adiestramiento. A todos los policías, sean blancos, negros, latinos o asiático-americanos se les enseña la discriminación racial y a atacar a las comunidades minoritarias. Por ejemplo, la ciudad de Nueva York, tiene una fuerza policial que es mayoritariamente compuesta por hombres de color, pero fue allí mismo donde mataron por asfixia a un hombre negro en Staten Island, y las detenciones y cacheos siguen siendo un problema importante para los seres de color.
Acción pública de masas
Lo que suceda de ahora en más dependerá de las protestas públicas y la presión sobre los gobiernos de condados, estados y federal. El presidente Obama y el Fiscal General Holder han instruido al FBI para que investigue la muerte de Brown. Como lo hace generalmente, Obama no mencionó a las divisiones y tensiones raciales subyacentes en Ferguson. Sugirió que la comunidad y los policías ¡deben comportarse mejor! Le corresponderá al fiscal del distrito y a un gran jurado a puertas cerradas decidir si el policía que mató a Brown será arrestado y procesado. Hasta ahora éste se encuentra haciendo trabajo de escritorio.
El país sigue estando dividido por la raza, aunque se ha hecho algún progreso para los afroamericanos educados. Ferguson muestra que no vivimos en una sociedad “post-racial” como muchos esperaban con la elección del primer presidente afroamericano. El rechazo de Obama a afrontar al racismo institucional es un motivo por el cual los blancos que se oponen a la completa equidad racial han estado a la ofensiva desde su elección en 2008. Se podría decir que la elección de Barack Obama les hizo saber a los blancos (o al menos a una minoría apreciable) que debían agruparse y asegurarse de que no se les quite el poder.
Es por eso que el núcleo duro de los derechistas y racistas en el Tea Party apoya a los nacionalistas blancos que odian a Obama y a los derechos civiles. Es por eso que en el viejo Sur y en los estados dominados por los republicanos se están poniendo limitaciones a las leyes sobre derechos electorales. Los hechos en Ferguson, Los Ángeles, Staten Island, y muchas otras ciudades muestran que la violencia policial dirigida racialmente es una práctica generalizada.
La historia de los negros que son baleados y muertos por policías (a un promedio de por lo menos dos por semana) recibe poca atención, a no ser que haya teléfonos con videos presentes. Sólo cuando los afroamericanos sean tratados como personas y seres humanos, pagarán con la misma moneda. Los trabajadores y los afroamericanos pobres todavía están esperando que suceda esto. “Manos arriba, no disparen” es una exigencia de justicia y dignidad. Es una cuestión de vida o muerte para los jóvenes y los hombres negros. Es una consigna universal para todas las víctimas de la violencia aprobada por el estado y para todos los oprimidos, desde Ferguson hasta Gaza.
Against the Current. Traducción por Francisco T. Sobrino para Revista Herramienta

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