Washington asegura que la nueva política hacia la isla es un cambio de táctica para lograr los mismos objetivos de siempre. La Habana responde que la soberanía nacional y el orden político interno no son negociables.
El Comandante Ernesto Che Guevara fue el primero en acercarse a los EEUU para proponer un mejoramiento de las relaciones bilaterales, lo hizo en 1961 en Uruguay. Washington entendió mal la propuesta del guerrillero cubano-argentino, pensaron que se trataba de una divergencia dentro del gobierno revolucionario y, en vez de responder, se dedicaron a buscar la grieta que les permitiría meter una cuña entre los jefes barbudos. Se equivocaron entonces y podrían también equivocarse hoy.
Las negociaciones emprendidas por Raúl Castro y Barack Obama pueden fracasar si el gobierno de EEUU insiste en influir en la política cubana. La jefa de la delegación estadounidense, Roberta Jacobson, lo expresó de forma diáfana cuando dijo, en conferencia de prensa en La Habana, que se trata de un cambio de táctica para lograr los mismos objetivos. Tal vez el mensaje fuera dirigido a aplacar a los halcones del Congreso pero también fue escuchado en Cuba.
La primera reacción fue de Fidel Castro, quien apoyó el diálogo pero advirtió que él no confía en las buenas intenciones de Washington. Pocos días después, el presidente Raúl Castro subía las apuestas pidiendo, en la Cumbre de la CELAC, la devolución de la base militar de Guantánamo. Y finalmente la negociadora Cubana, Josefina Vidal, expresaba que “la soberanía y el ordenamiento interno de Cuba no son negociables”, dejando establecido que no están dispuestos a cambiar el sistema para mantener relaciones normales con EEUU.
Otro de los temas que está produciendo escozor es la movilidad de los diplomáticos de los dos países. Fue EEUU quien primero restringió la libertad de movimientos de los diplomáticos cubanos y La Habana respondió con una medida similar. Ahora Washington reclama que sus funcionarios puedan moverse por toda la isla pero Josefina Vidal expresó que eso solo podría ocurrir si los diplomáticos estadounidenses se comprometen a dejar de “estimular, organizar, entrenar, aprovisionar y financiar elementos dentro de nuestro país que actúan contra los intereses del Gobierno del pueblo cubano”.
Sin embargo, la negociadora estadounidense y Subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson, aseguró en el Senado que si abren una embajada “no restringiríamos las actividades que hacemos ahora”, agregando que “no puedo imaginarme que vayamos a la etapa siguiente de la negociación aceptando no ver a los activistas”. Washington entrega cada año 20 millones de dólares para financiar las actividades de los disidentes y la Oficina de Intereses de los EEUU en Cuba mantiene una estrecha relación con los opositores, les imparten cursos, prestan sus locales para las actividades, organizan videoconferencias y les dan acceso a Internet.
Las palabras de Jacobson pueden responder a la presión de los senadores cubanoamericanos, en particular del Republicano Marco Rubio y del Demócrata Bob Menéndez, quienes intentan influir en Washington. Ambos pretenden perpetuar el bloqueo económico contra la isla y son enemigos de la normalización de las relaciones con Cuba. Cuentan con el respaldo de algunos disidentes, como la hija de Oswaldo Payá, la que fue llevada al Senado para testificar.
Sin embargo, las últimas encuestas aseguran que la mayoría de los estadounidenses y de los emigrados apoyan el acercamiento.
Tal vez el principal contratiempo al que se enfrentan los senadores promotores del embargo económico radica en que importantes empresarios cubanoamericanos, algunos de los cuales financiaban antes parte de las actividades del anticastrismo, se muestran ahora interesados en hacer negocios con Cuba. En ese sector hay personalidades tan relevantes como los Bacardí, productores de bebidas alcohólicas, o los Fanjul, considerados en EEUU como los reyes del azúcar.
El mundo está a la espera de que Vidal y Jacobson se sienten otra vez a la mesa, pero todo parece indicar que la negociación no se ha detenido. Cada parte está exponiendo públicamente sus aspiraciones para dejarlas plasmadas antes de iniciar la segunda ronda en Washington y también para tratar de conseguir el mayor apoyo político interno. En manos de estas dos mujeres está el futuro de las relaciones bilaterales, de su habilidad para sortear escollos y emboscadas depende en gran medida que la nave llegue a buen puerto.
Fernando Ravsberg/Público
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