CARL FINAMORE /COUNTERPUNCH - Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza- Cada día se aclara un poco más el cuadro de porqué la actuación policial es brutalmente más violenta en Estados Unidos que en cualquier otro país industrializado.
Según informes del FBI, 404 civiles fueron asesinados por la Policía en 2011. Todos fueron considerados “homicidios justificados”. Al profundizar la investigación, se descubrió que en realidad no hay cifras sobre los asesinatos policiales “injustificados” y, sorprendentemente, sus estadísticas se basan exclusivamente en los incidentes que son informados por los propios policías.
No obstante, incluso con las problemáticas cifras disponibles, que seguramente se quedan cortas, el número de personas asesinadas por la Policía en Estados Unidos se distancia de forma descarnada y está misteriosamente por encima de las cifras del resto del mundo.
Las diferencias son asombrosas.
Por ejemplo, en comparación con las 404 personas que el FBI indica que fueron asesinadas por la Policía estadounidense en 2011, en Australia la Policía mató a seis, en Inglaterra y Gales a dos y en Alemania a seis.
En Inglaterra una persona fue asesinada en 2014 y ninguna en 2013, y solo fueron notificados tres incidentes en los que los policías dispararon sus armas. En Alemania, en esos mismos años, hubo cero asesinatos policiales.
Estas tendencias nacionales no son una casualidad.
A nivel local, en Albuquerque, Nuevo México, la Policía asesinó a 26 personas entre 2010 y 2014. En esta ciudad del suroeste del país, cuya población equivale al 1% de los 52 millones de habitantes que tiene Inglaterra, el número de disparos fatales de la Policía fue seis veces mayor.
¿Por qué existe la violencia policial?
Para obtener una respuesta fijémonos en las similitudes y diferencias entre Estados Unidos y los países europeos.
En primer lugar, vamos a prescindir de la idea de que los máximos gobernantes en Estados Unidos son más violentos que sus primos ricos al otro lado del charco. Es absolutamente falso.
Los franceses actuaron en Argelia como colonizadores bárbaros, igual que lo hicieron los británicos en Irlanda del Norte. No mejor que Estados Unidos en Vietnam, más o menos al mismo tiempo. Más recientemente, en Oriente Medio, está claro que tanto Europa como Estados Unidos realizan conjuntamente operaciones criminales para proteger sus bienes y sus intereses económicos.
Así que habrá que buscar alguna otra explicación para la extrema violencia policial en Estados Unidos.
Algunos dicen que es el resultado de no monitorear, no entrenar y no supervisar a los policías. Este razonamiento resulta extremadamente débil porque se centra en corregir el comportamiento individual de unas pocas “manzanas podridas”.
En sentido contrario, se ha argumentado de modo más convincente que la discriminación racial está profundamente arraigada en las instituciones y las políticas del Gobierno.
Otros echan la culpa del exceso de fuerza a la militarización de los departamentos de Policía locales, y también hay quienes se la echan a las altas tasas de encarcelamiento en este país, las cuales, es cierto, representan casi el 25 %de la población carcelaria mundial.
Sin lugar a dudas, la evidencia acumulada demuestra la criminalización de un sector entero de la población, en particular los jóvenes negros y latinos, sobre todo por infracciones menores relacionadas con drogas.
Sin embargo, a pesar de los méritos de algunos de los argumentos expuestos más arriba, creo que ninguno explica adecuadamente la sangrienta historia de violencia policial en este país ni porqué nuestro récord es inmensamente peor que el de otros países industrializados.
Diferentes tradiciones, conciencia y organización
Lo que sostengo, básicamente, es que los motivos de que en Estados Unidos haya más represión extrema hay que buscarlos, sobre todo, en nuestro historial sumamente racista y genocida, en el elevado nivel residual de división racial y en la poca organización política de la clase trabajadora.
La creación misma de este país se basó en el genocidio de la población indígena y la esclavitud de millones de africanos. Nuestra anunciada y pionera expansión hacia el oeste y el suroeste en el siglo XIX también supuso la expropiación violenta y forzada de la tierra a los mexicanos, algunos de los cuales llevaban siglos asentados en ese territorio.
Después de la Guerra Civil, la crueldad siguió eliminando a antiguos esclavos y esto, como sabemos, duró hasta que el movimiento masivo por los derechos civiles acabó con las atroces leyes segregacionistas de Jim Crow cincuenta años atrás.
Esa brutalidad tan extendida contra la gente de color es lo que verdaderamente define el muy publicitado “excepcionalismo estadounidense”, que ha afectado e infectado la conciencia de la población blanca hasta el día de hoy.
Según encuestas actuales, un gran porcentaje de blancos sigue sin creer que la discriminación hacia la gente de color exista siquiera. Y lo que es peor, una campaña mostró recientemente que la mayoría de los blancos creen que hay másdiscriminación “anti-blanco” que prejuicios hacia los negros. Increíble.
Es importante señalar que las penosas experiencias formativas de los colonos blancos en estas tierras, a medida que iban explorando y conquistando, no se vivieron en las naciones-Estado europeas más consolidadas.
En efecto, los gobernantes europeos externalizaron su violento proceder a las colonias donde, como acabo de exponer, quedaron incrustados restos espantosos en los atrasados prejuicios racistas de la población blanca.
En cambio, en Europa, durante los años formativos de la industrialización, siglos XIX y XX, los trabajadores organizaron partidos obreros socialistas y comunistas que desplegaron una fuerte identidad de clase y pusieron énfasis en la acción colectiva.
Esto dio lugar a lazos sociales más fuertes que, en última instancia, unieron a la población en torno a unos objetivos comunes: derechos laborales, sanidad pública, vacaciones, seguridad social, permiso de maternidad y cuidado de niños, etc.; reformas que estaban muy por encima de cualquier cosa en Estados Unidos.
En ausencia de las tradiciones violentas que en Estados Unidos enfrentaron a unos trabajadores contra otros, la clase trabajadora europea fue capaz de unirse y llevar a cabo una lucha más eficaz, tanto en cuestiones sociales como económicas, lo que, creo, también explica la mayor moderación de sus gobernantes a la hora de contener los deseos enormemente populares de reforma.
Por desgracia, en los últimos 25 años esta conciencia solidaria no ha dejado de disminuir y eso ha traído consigo retrocesos importantes, que han socavado los programas sociales y la calidad de vida.
Ha sido en este periodo cuando la clase trabajadora blanca europea, bastante homogénea a nivel nacional, se ha visto enfrentada, por primera vez, a numerosos inmigrantes de color. Lamentablemente, el racismo hacia los recién llegados ha roto aquella exitosa y poderosa unión nacional de las clases trabajadoras.
Sospecho que podemos esperar más violencia policial contra los inmigrantes a medida que la clase trabajadora europea nativa se vaya pareciendo más a la divida clase trabajadora estadounidense.
Como se mencionó anteriormente, la clase trabajadora estadounidense siempre ha estado separada por raza y, por lo tanto, ni ha tenido la unidad necesaria para defender a los sectores más oprimidos ni ha alcanzado los considerables logros sociales que sí obtuvieron los trabajadores europeos, y que solo pueden conseguirse con un movimiento unido.
Este es el elevado precio que pagamos por nuestra ignorancia y es también un rechazo de la idea falsa de que, de alguna manera, los trabajadores blancos sacan ventaja de su racista “privilegio de la piel blanca”.
No hay privilegios derivados de la división de la clase trabajadora salvo los que benefician únicamente a los patronos.
La rebelión desorganizada acaba en disturbios
Cuando los sectores más oprimidos de la clase trabajadora ya no pueden tolerar sus condiciones sociales degradantes, inevitablemente se enciende la resistencia.
Pero debido a que las comunidades de color oprimidas están aisladas políticamente y deben arreglárselas por sí solas, sin apoyo de organizaciones sindicales o de la mayoría blanca, su frustración estalla a veces en actos desorganizados e individuales de violencia aleatoria, que vuelven a la comunidad todavía más vulnerable a los ataques de la Policía.
Esto ha ocurrido tanto en Estados Unidos como en Europa.
Un ejemplo fue la represión despiadada de los disturbios en Tottenham, un barrio de inmigrantes londinense, en 2011. Hubo más de 3.100 personas detenidas durante las masivas protestas que desencadenó la muerte de una persona del barrio por disparos de la Policía.
Mi opinión es que los residentes de Tottenham estuvieron más en peligro y sufrieron una mayor agresión policial porque estaban aislados política y socialmente del resto de la sociedad británica y, en particular, del resto de la clase trabajadora y sus organizaciones.
Esta separación refleja exactamente la situación de las personas de color en Estados Unidos.
Sin duda, si se sigue erosionando su unidad, a la clase trabajadora europea le espera el mismo marcado declive que han experimentado los trabajadores estadounidenses divididos.
Levantarse y protegerse
No esperen que la elite estadounidense deje de ser elite y anuncie una fórmula para reducir la violencia policial.
Somos nosotros quienes debemos cambiar: nuestra solidaridad, nuestra conciencia y nuestra organización deben reforzarse para poner fin a la segregación de los más oprimidos entre nosotros que sufren las formas más brutales de represión policial por rebelarse contra unas condiciones que pocos podrían sobrellevar.
Hay ejemplos muy gráficos en nuestra historia de cómo los trabajadores militantes lucharon para permanecer unidos frente a las políticas diseñadas para eliminar a los sectores más vulnerables de la clase trabajadora.
Es el caso de Teamsters [1], en Minneapolis, durante la depresión de los años 30 del siglo pasado: sus miembros patrullaban las calles para trasladar de nuevo a sus hogares a las familias pobres que habían echado a la calle con sus pertenencias. Posteriormente, sabiendo lo que suponía la división, este mismo sindicato trabajó activamente para unirse con los desempleados y participó en piquetes masivos pidiendo trabajo.
Los sindicatos de la costa este y el medio oeste, junto con el sindicato International Longshore (ILWU) [2] de la costa oeste, realizaron acciones solidarias militantes similares en apoyo a las víctimas de los montajes judiciales racistas y las agresiones, con el fin de mantener a la clase trabajadora unida.
Con este legado en mente, en los años 70 los miembros del Local 10 del ILWU estuvieron 24 horas de guardia junto a la casa de una familia negra en Concord, California, que estaba siendo atemorizada por el Ku Klux Klan con la quema de cruces delante de su casa.
Continuando con esta honorable tradición, el 1 de mayo de 2015 el mismo sindicato cerró el puerto de Oakland en solidaridad con el movimiento “Black Lives Matter” [“Las vidas de los negros importan”].
Y en mi propia ciudad, el San Francisco Labor Council apoyó recientemente los piquetes que intentaron impedir los desalojos por impago de “préstamos predatorios” que afectaron a propietarios de viviendas de la asediada comunidad negra.
Existen actos individuales de valentía política que revelan el auténtico corazón de la solidaridad entre trabajadores. Pero son la excepción, no la norma.
Contingentes de trabajadores organizados deberían seguir su ejemplo y levantarse y protegerse cada vez que las personas negras son reprimidas; represión que seguramente nunca sería tolerada por los blancos.
Los trabajadores estadounidenses han alcanzado sus mayores logros cuando han sabido contener la enorme división racial, como durante las exitosas movilizaciones de los sindicatos de trabajadores del automóvil y el acero en los años 30.
Protección y justicia para una minoría solo puede conseguirse a través de la acción de la mayoría unida por un sentido de justicia común bajo el lema tradicional “an injury to one, is an injury to all” [” si tocan a uno nos tocan a todos”].
Actuar de otra manera es restringir nuestras posibilidades de alcanzar conquistas sociales que nos han sido negadas por una estructura de poder que menosprecia a un pueblo dividido a medida que sobresale imperialmente por encima de todos nosotros.
[1] International Brotherhood of Teamsters (IBT) o Teamsters es un sindicato de Estados Unidos y Canadá que originalmente representaba a los conductores de camiones, teamsters, y actualmente agrupa a trabajadores manuales y profesionales tanto del sector público como del privado (N. de la T.).
[2] International Longshore and Warehouse Union (ILWU) es un sindicato estadounidense de trabajadores portuarios (N. de la T.).
Carl Finamore es delegado de la Asociación Internacional de Maquinistas (IAM) Local 1781 en el San Francisco Labor Council, AFL-CIO. Puede contactárselo en local1781@yahoo.com
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