Muchos de los combatientes del autodenominado Estado Islámico han recapacitado para desertar de las filas del califato. “Estado Islámico no profesa la religión verdadera, porque mata gente como si no le importara”. Quien pronunció estas palabras es Abu Sumail, un holandés que en 2014 viajó desde su país natal hasta Siria para unirse al grupo terrorista.
Pero las cosas no salieron como pensaba en la organización que en menos de seis meses tomó amplias zonas de Iraq y Siria, y que a finales de 2014, se convirtió en una de las organizaciones terroristas con mayor poder en la región.
“No me gustó su estilo de vida. Siempre hay que estar armado. No son gente buena. Utilizan a la gente como escudos humanos, carne de cañón”, relató el ahora desertor.
Abu Sumail está en un campamento en el norte de Siria junto a otros 300 combatientes de Estado Islámico, muchos de ellos europeos. Unos fueron capturados en combate y otros han desertado de las filas de la organización.
El comandante del lugar, Mohammad al Ghabi, cuenta que en el campamento, polvoriento y con aspecto de pueblo abandonado, se busca rehabilitar a los yihadistas.
“Tratamos de rehabilitarlos y cambiar el estado de ánimo con el que llegan”, dijo. “Aquellos que quieran volver a sus países, pueden llamar a las embajadas y coordinar su retorno a través de nosotros”.
Europeas que buscan volver
Entre el grupo de desertores y capturados, hay franceses, holandeses, polacos y también militantes que llegaron desde el norte de África. Pero no solo hay hombres: niños y mujeres también esperan que se defina su suerte en este poblado sirio.
De acuerdo a Ghabi, el número de desertores crece en la medida que EI colapsa. “En los últimos siete meses Estado Islámico se ha derrumbado, de acuerdo con los desertores con los que hemos conversado”, señaló.
Turista fiestero
Entre ellos está Sumail, quien tras dejar Holanda, fue primero a Bélgica y después a Turquía. Y eso ocurrió durante la expansión de Estado Islámico a mediados de 2014, cuando tomaron amplios territorios incluidos la ciudad de Raqa, en Siria, y Mosul, en Iraq. “Me disfracé de joven turista que va de fiesta para evitar que me detectaran los servicios de inteligencia”, relató.
Pero entrar a Siria fue mucho más fácil que irse, como le ocurrió a miles de jóvenes: EE.UU. señaló que al menos 35 mil extranjeros se unieron a las filas del grupo yihadista.
“Nos trataron muy mal cuando llegamos al territorio de Estado Islámico. Especialmente porque éramos extranjeros”, explicó Sumail. “Fue bastante fuerte. Les entregas tu vida y, efectivamente, ellos toman control de tu existencia para usarla en cosas muy malas”.
Tren subterráneo
Las imágenes del lugar son espectrales: casas vacías, caminos de escombros, un grupo de hombres que conversan en la mitad de la población.
Un tren subterráneo esta siendo construido en Siria entre los grupos rebeldes con la idea de encontrar, tomar y retornar con militantes de Estado Islámico.
Y eso es consecuencia de los constantes videos que llegan a las huestes de los grupos rebeldes provenientes de Raqa, declarada la capital del Estado Islámico, en los que muchos militantes expresan su deseo de escapar con sus familias.
Al menos unos seis militantes extranjeros lograron escapar y regresar a sus países de origen, donde se encuentran purgando graves penas.
Ghabi dijo que no todo el mundo tiene permitido marcharse. “Aquellos que no quieran volver o cometieron delitos graves serán juzgado en un distrito de la sharia, que es regida por la ley islámica y sus castigos están de acuerdo con la gravedad de su crimen”, aclaró. “Algunos podrían ser ejecutados”, advirtió Ghabi.
Y también dijo que que la ventana de oportunidades para los desertores cada día se cierra más, en la medida que Estado Islámico pierde territorio.
(Tomado de BBC)
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