Reciente aún la disyuntiva Clinton-Trump, nos llega otra: Macron vs. Le Pen. Y, como entonces, los medios sensatos nos señalan la opción “buena” y la “mala”. Le Pen, dicen, representa a la peligrosa extrema derecha antieuropea. La izquierda, recelosa del “neoliberal” Macron, no tiene tan clara su opción. Pero el dilema se rompe identificando a Le Pen con el fascismo…
Veamos… El Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen ha cambiado mucho desde que lo dirigiera su padre, Jean-Marie. En cuestiones migratorias, hoy se diferencia muy poco de cualquier partido “liberal” o conservador al uso. Buena parte de sus propuestas sobre inmigración remiten a medidas reaccionarias de gobiernos europeos (británico, neerlandés, suizo…) no considerados de ultraderecha. Su énfasis explícito contra el islam (contra el “fundamentalismo islámico”, prefiere decir la lideresa) sí sería, con matices, un elemento diferencial del FN. Incluso su defensa de un laicismo más radical parece inspirada por un grado nada desdeñable de islamofobia, al menos de facto.
Por lo demás, en la mayoría de cuestiones sociomorales, el FN apenas se distingue de las corrientes tenidas por progresistas (ya no se opone a las uniones homosexuales, tampoco al aborto; ni defiende la pena de muerte; se mantiene, eso sí, contrario a la eutanasia). Y en asuntos económicos y políticos, sus posturas son en gran medida asimilables a las que sostiene hoy la izquierda de Mélenchon: defensa del sector público, cuestionamiento de la Unión Europea (UE), rechazo de la OTAN y del FMI, todo ello desde una óptica nacionalista y antiglobalista. Se opone, además, al acoso a Rusia y a las guerras del Imperio de manera (aún) más resuelta que la izquierda citada.
El Fascismo Global
Llamar a Le Pen “fascista”, como se hace desde sectores de la izquierda, parece exagerado y, sobre todo, anacrónico. El fascismo real, el histórico, al que se pretende asimilar al FN, surgió sobre todo para hacer frente al comunismo, encarnado en la Unión Soviética. Hoy no existe nada de eso. Lo que hay, en su lugar, es un imperio ultracapitalista de clara proyección unipolar que busca la hegemonía planetaria absoluta. En todo caso, cuando se ven las cosas con perspectiva, no es difícil comprender que la cuestión no es si el partido de Le Pen es o no fascista, sino dónde está el mayor y verdadero peligro para la libertad, la paz e incluso la supervivencia en el mundo. Y ahí es donde, puestos a usar la palabrita, conviene volver a hablar del Fascismo Global, que presenta estos rasgos:
- Guerrerismo imperialista, incluso “preventivo” (al modo nazi), con la excusa de un terrorismo “yihadista” de oscuro origen y de cantinelas como las “armas de destrucción masiva” o “dictadores” demonizados.
- Creciente liberticidio con la misma excusa (Francia, el país que nos ocupa, lleva casi año y medio en estado de emergencia: régimen excepcional que no parece escandalizar a nadie).
- Masivo espionaje a todo el mundo por parte de los servicios secretos imperiales en colaboración con las grandes compañías tecnológicas.
- Grupos mediáticos que, con un mismo discurso básico, controlan la información a escala global y cuyo accionariado está en manos de la gran banca y empresas transnacionales.
- Imposición al mundo de una política económica que asegure los negocios de esos poderes, con la fachada de la UE en el caso europeo, los medios de comunicación convertidos en instrumentos de adoctrinamiento general del pensamiento único, y la OTAN (surgida frente a la “amenaza” soviética, hoy inexistente) como garante último del montaje, todo lo cual evidencia que nuestra cacareada democracia es en el fondo una ficción, al ser imposible de hecho un cambio social real.
- Descomunal e inédita concentración de poder global obviamente en busca de implantar un gobierno mundial que, como se desprende de los rasgos anteriores, tendrá un signo totalitario, para lo cual necesitan primero cerrar el mundo acabando con los gobiernos (Siria, Irán, Rusia, China, Venezuela…) que se salen del guión.
Este es el Fascismo que debería preocuparnos, el que nos engaña, espía, amordaza, acosa y aun derroca a gobiernos legítimos, machaca a los pueblos disidentes, arrasa y destruye países. El Fascismo Global, rabiosamente elitista y supremacista, que utiliza a (supuestos o reales) fascistas menores (desde Trump hasta Amanecer Dorado, pasando por el FN) como cortinas de humo y chivos expiatorios. La globalización hecha sangre de los pueblos y cifras cada vez más largas en las cuentas de los opulentos. El Sistema-Imperio.
El mismo que ya ha logrado poner contra Rusia al necio Donald Trump, y cuyo representante actual en Francia no es otro que Emmanuel Macron.
Si Marine fuera una ferviente otanista, ¿la odiaría tanto el Sistema?
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