En algunas partes del mundo, vender limonada es un ‘negocio’ veraniego para que los niños se ganen unas monedas y se puedan dar algún gusto. Pero cuidado: al hacerlo pueden ser multados, como le sucedió a una niña británica que fue penada con 150 libras por ofrecer esta bebida refrescante.
Una mesa, un mantel, limones, azúcar, hielo y agua. Un niño no precisa mucho más para abrir un puesto de limonada, una tradición de verano en algunos países anglosajones. A cambio de poco dinero, los chicos se divierten y los grandes se refrescan.
Esta fue la idea de André Spicer, un profesor de universidad británico que apoyó a su hija en su proyecto. Juntos consiguieron recetas y prepararon cuatro jarras de refresco. En la cercanía de la casa, se realizaba un festival de música. La ocasión entonces era propicia para que la niña estableciera su ‘negocio’, cuyo precio era de una libra (1,3 dólares) el vaso grande y 50 peñiques (0,6 dólares) el pequeño.
“La limonada desapareció rápidamente y su latita de dinero se llenó. Una escena feliz. Luego de 30 minutos, cuatro agentes de la municipalidad rodearon su mesita”, contó Spicer en un artículo que escribió para el diario The Telegraph. “Mi hija estalló en lágrimas repitiendo una y otra vez: ‘¿Hice algo malo?'”, escribió Spicer en su columna.
Los funcionarios le informaron que no poseía un permiso de venta, por lo que debía pagar una multa de 150 libras (195 dólares), reducible a 90 (117 dólares) si abonaba el importe en el acto.
Spicer admite que como profesor de una escuela de negocios “debió haber sabido que se necesitaba un permiso”. Pero subraya que se trataba de una niña de cinco años, sin ningun riesgo para la seguridad pública. El académico consideró que se trataba de “otro ejemplo de la adicción británica a reglas sin sentido”.
“Con la multa en la mano, pienso en lo restrictivos que nos hemos vuelto con nuestros niños. Cuando yo crecí, mi hermano y yo podíamos caminar a millas de casa sin supervisión adulta. Nos incentivaban a vender cosas para ganar dinero para clubes de los que éramos parte. Al vender galletas, aprendíamos matemática, comunicación y habilidades básicas de negocios”, argumentó.
El municipio echó para atrás su medida y emitió una declaración a través de Twitter. “Esperamos que nuestros agentes utilicen su sentido común para aplicar sus poderes de manera sensible. Esto no sucedió. La multa será cancelada. Nos hemos comunicado con el señor Spicer y su hija para pedir disculpas”, expresó el consistorio en la red social.
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