El fracaso del proyecto de “cambio de régimen” en Siria entre los Estados Unidos, Israel y Arabia cambia el futuro del Medio Oriente, posiblemente iniciando una era de mayor laicidad y tolerancia.Es evidente que el éxito de Siria para resistir -a pesar de la advertencia del presidente Bashar Al-Assad al afirmar que las señales de éxito no son el éxito en sí mismo- en contra de todo pronóstico, todos los intentos de derribar el Estado sugieren que ha ocurrido un punto de inflexión en la geopolítica de la región.
Hemos escrito antes que el resultado de Siria empequeñece el de la guerra de 2006 de Israel contra Hezbollah, aunque el resultado de esa guerra también fue significativo.
Ambos eventos juntos han llevado al final del frente unipolar de Estados Unidos en Oriente Medio (aunque no totalmente, ya que Estados Unidos aún conserva su collar de bases militares en toda la región). Los éxitos han corroído la reputación de los Estados del Golfo y han desacreditado el yihadismo suní instrumentado como una herramienta política de “uso” para Arabia Saudita y sus partidarios occidentales.
Pero, aparte de la geopolítica, el resultado de Siria ha creado una conectividad o continuidad física que no ha existido desde hace algunos años: la frontera entre Irak e Irán está abierta; la frontera entre Siria e Irak se está abriendo y la frontera entre Líbano y Siria también está abierta. Esto constituye una masa crítica de tierra, recursos y población de peso real.
La región escuchará atentamente lo que estos vencedores tendrán que decir acerca de su visión futura para la región y para el islam. En particular tendrá una profunda importancia la forma en que Siria articule las lecciones para las sociedades de Oriente Medio a la luz de su experiencia de la guerra.
Esta discusión apenas ha comenzado en Siria y no ha llegado a una conclusión ni lo hará por algún tiempo, pero podemos especular un poco.
En la actualidad la cuestión se divide entre el levantismo, que se basa en la idea de la diversidad cultural tal como ha existido -junto con agudas tensiones periódicas- en el Líbano y Siria y el nacionalismo árabe. El marco para ambos conceptos se entiende como un laicismo parcial dentro de una estructura estatal que abarca la igualdad ante la ley.
El nacionalismo árabe mira hacia una amplia unidad cultural árabe, arraigada principalmente en la lengua árabe. El levantismo era esencialmente una herencia otomana. Entonces, en tiempos otomanos, no había “Siria” (en el sentido de un Estado-nación), sino viliyat (provincias otomanas), que eran más como ciudades-Estado a las que se les permitía una gran cuota de autoadministración para que las diversas las sociedades y sectas vivieran con sus propios valores culturales y espirituales, incluyendo el derecho a hablar en sus idiomas propios. (La diversidad siria históricamente representaba el legado de muchas ocupaciones extranjeras, cada una de las cuales dejaba algo de su ADN de sus culturas y religión).

Estrategias de dominación colonial
Bajo el subsiguiente dominio colonial francés, los colonizadores crearon por primera vez miniestados separados de estas minorías sirias, pero cuando esa política fracasó, invirtieron en la unificación forzada de las diversas partes de Siria (aparte del Líbano), aplicando la estrategia de imponer la lengua francesa en lugar del árabe, la ley francesa en lugar de la ley otomana y sus costumbres y promover el cristianismo con el fin de socavar el islam. Inevitablemente esto creó el retroceso que dio a Siria su característica de recelo por la intervención extranjera y su determinación de recuperar una visión de lo que era ser sirio. (Francia “cambió el régimen” en Damasco en 1920, 1925, 1926 y 1945 e impuso la ley marcial durante la mayoría de los lapsos entre los golpes).
Pero el nacionalismo, algo que la represión francesa había incitado durante su mandato, atrajo dos diferentes vertientes: la Hermandad Musulmana, el principal movimiento islámico, que quería hacer de Siria un Estado islámico suní, mientras que, en contraste, las élites urbanas más occidentalizadas querían “tomar” a Siria -no exactamente como un Estado-nación separado-, sino más bien como una parte del todo del mundo árabe y organizarse internamente como un Estado unificado, laico y por lo menos parcialmente occidentalizado.
Como señaló Patrick Seale en The Struggle for Syria: “Sobre todo [para los nacionalistas laicos], la desunión tenía que ser superada. Su respuesta fue tratar de salvar las brechas entre ricos y pobres, encarando una versión modificada del socialismo, y entre musulmanes y minorías a través de un concepto modificado del islam. El islam, en su opinión, necesitaba ser considerado políticamente no como una religión, sino como una manifestación de la nación árabe. 

“Así, proclamaban que la sociedad que deseaban crear debía ser moderna (entre otras cosas con igualdad para las mujeres), laica (con la fe relegada a los asuntos personales) y definida por una cultura de ‘arabismo’ que sobrepasara los conceptos tradicionales de etnicidad”
.En resumen, lo que buscaban era la propia antítesis de los objetivos de la ya fuerte y creciente Hermandad Musulmana. Y en 1973, en un intento de cuadrar el círculo entre el sunismo conservador y asertivo y el islam “blando”y nacionalista, la fatwa (lanzada por un clérigo chií) confirmando a Hafez Al-Assad como musulmán chií (en vez de hereje como los sunitas veían a todos los alauitas), explotó la situación. (La constitución francesa negociada requería que el jefe del Estado fuera “musulmán”).
Un ciclo de violencia
La Hermandad Musulmana estaba molesta con la nominación del entonces presidente Hafez Assad como musulmán y así comenzó un ciclo de violencia sangrienta con ataques terroristas organizados contra el gobierno y sobre el círculo íntimo de Al-Assad -con los ataques de represalias del gobierno- que, de hecho, sólo están llegando a su conclusión con la derrota del intento del sunismo militante y yihadista de apoderarse del Estado y expulsar al hereje alauita.
El resultado de esta lucha emblemática tiene profundas implicaciones regionales (aunque ahora no podamos ver cómo finalizarán las deliberaciones sobre la visión para el futuro del Levante).
Podemos decir, en primer lugar, que el islamismo en general es el principal perdedor en la lucha por el Levante. Tanto en Siria como en Irak, los sunitas levantinos ordinarios han sido dañados por el Islam intolerante y puritano. Esta orientación del islam (wahhabismo) que exigía (con pena de muerte) una singularidad lineal para definir al islam, que afirma su “verdad” por la certeza transmitida desde un enfoque mecánico, procesal, a la validación de los “dichos” seleccionados del profeta Mahoma (conocido como salafismo “científico”), ha fracasado.
El yihadismo armado no ha logrado fijar esta singularidad lineal como la “idea” con la que aplastar el modelo levantino polivalente y sustituirlo por un carácter rígido y monovalente. Sólo para ser claros, no son sólo los no musulmanes, la minoría sunita y las sectas chiítas las que han tenido suficiente de ella: los sirios sunitas y los iraquíes, en general, también lo tienen (especialmente después de la experiencia de Raqqa y Mosul).
Es probable que la reacción pública a las intervenciones wahabitas en ambas naciones empuje al islam suní primero a abrazar políticamente la polivalencia en el islam (incluso quizá hasta el punto de mirar a Irán y su “modo de ser” como posible modelo). Y en segundo lugar, abrazar aún más el “camino” laico árabe. En resumen, una “reverberación” puede ser un estilo más laico del islam, en contraste con el énfasis de la Hermandad Musulmana en la política de la identidad externa, visible, excluyente.
Pero si el impulso islámico nacionalista sirio e iraquí ha terminado, ¿qué hay del otro “doble aspecto”de Siria, su legado de diversidad y polivalencia levantina frente a la perspectiva laica nacionalista de que la diversidad constituye una causa primaria de debilidad nacional, y que considera como su tarea primaria la integración de la población en una única estructura política y social?
Nuevo esquema de Israel
Pues bien, de este último aspecto se encargaría Washington: los colonos franceses apalancaron a las minorías sirias contra la mayoría siria (en interés de Francia). Y ahora Estados Unidos parece intentar, con Israel  empujando fuertemente por detrás, posicionar a los kurdos contra el Estado sirio (con el interés de limitar el alcance de la presencia iraní en Siria e incluso tratar de romper la contigüidad entre Irak y Siria).
Esta última perspectiva parece improbable. El “proyecto” de Estados Unidos e Israel de un Kurdistán en Siria puede fallar si los kurdos (mucho menos concentrados en el noreste de Siria de lo que están en el norte de Irak) concluyen que sería mejor y más prudente llegar a un acuerdo con Moscú (y por tanto encontrar algún modus vivendi con Damasco), en lugar de confiar en las perseverantes promesas estadounidenses de autonomía, en medio de la casi universal hostilidad regional hacia este proyecto de independencia de alto riesgo. En última instancia debe de ser obvio para los kurdos que Rusia (e Irán) representan la tendencia entrante en los estados del norte.
Los kurdos sirios nunca estuvieron en el campo de MasoudBarzani y durante mucho tiempo mantuvieron relaciones de trabajo con el ejército sirio y las fuerzas rusas (contra el Califato Islámico) durante el conflicto. De cualquier manera, parece que el enfoque principal de Estados Unidos se está desplazando de Siria a Irak, como el lugar en el que esperan empujar a Irán. Una vez más, las perspectivas de que los Estados Unidos alcancen este objetivo son pobres (Irán está bien atrincherado) y si se maneja mal, el “proyecto” de la independencia kurda fácilmente podría convertirse en violencia e inestabilidad regional.
El dirección de Barzani no es segura (los turcos están indignados por su doble rasero de pretender que el referéndum fue sólo para fortalecer su posición de negociación con Bagdad). Y el riesgo de un conflicto más amplio, si Barzani fuera removido del poder, dependería de quién finalmente lograse la hegemonía.
En resumen, el “proyecto” kurdo estadounidense-israelí parece, paradójicamente, reforzar más fuertemente el impulso nacionalista en la región del Levante, Turquía e Irán y hacerlo más asertivo, pero no a la vieja manera: no hay vuelta atrás al statu quo anterior de Siria. Los procesos de retroceso y reconciliación facilitados por Rusia, en sí mismos, cambiarán fundamentalmente la política de Siria.
Un cambio histórico en Oriente Medio
Si en el pasado la política era de arriba hacia abajo, ahora será de abajo hacia arriba. Aquí es donde vemos algo de una síntesis que tiene lugar entre el levantismo y el nacionalismo. Las necesidades de la política local, en toda su diversidad, serán por mucho más las impulsoras de la política futura. Se puede ver ya que este cambio hacia la política de abajo hacia arriba ya se está haciendo evidente también en Irak. (Una vez más ha sido acelerado por la guerra contra el extremista yihadismo del Califato Islámico, pero ahora puede llegar a ser más energizado por las reivindicaciones kurdas de los territorios iraquíes en disputa).
En algunos aspectos el “terreno” en Irak -la movilización del pueblo contra estos movimientos armados reaccionarios- se está adelantando y alejándose del dirección político iraquí, ya sea político o religioso. Los disturbios pueden crecer, y el gobierno -cualquier gobierno- tendrá que someterse a presiones de su base.
El apalancamiento occidental de las minorías contra el Estado, ahora los kurdos, ya ha tenido un impacto geoestratégico importante: traer a Turquía, Siria, Irak e Irán a una estrecha alianza política y militar para impedir que este “proyecto kurdo” se materialice y se disuelvan los grandes estados, precisamente en su coyuntura más sensible.
Esencialmente esto representa otro caso donde los intereses de Israel no coinciden con los de Europa o Estados Unidos. La búsqueda de este “proyecto kurdo” está potenciando una alianza -incluido un importante estado de la OTAN- que será explícitamente hostil a estos objetivos estadounidenses (aunque esto no implica ningún aumento de la hostilidad hacia los kurdos como pueblo, aunque eso también puede ocurrir). La alineación de estos estados difícilmente parecería estar en el interés occidental, pero sin embargo, esto es lo que está ocurriendo.
Y por último las “consecuencias” del conflicto de Siria han llevado a los estados del norte a “mirar hacia el este”, como el presidente Assad ha dado instrucciones a sus diplomáticos recientemente para que lo hagan. Para Irán puede ser principalmente China (así como Rusia), pero para Siria es más probable que sea Rusia en una forma predominantemente cultural, con China observando a Siria como un nodo importante en su Ruta de la Seda.
Esto representa un cambio histórico en Oriente Medio. Los funcionarios occidentales pueden imaginar que tienen un control sobre Siria, manteniendo a los fondos de la reconstrucción como rehenes para salir adelante con el futuro de Siria. Si esto es así, estarán tan equivocados sobre esto como lo han estado en casi todo lo relativo a Siria.