La República catalana está amenazada. El Govern no prepara la resistencia contra la ofensiva monárquica. Boicot a las elecciones del Régimen. Movilización y autoorganización obrera y popular.
El viernes el Parlament de Catalunya proclamaba la República catalana con 70 votos a favor, 10 en contra y 2 abstenciones. Una ola de entusiasmo se extendió por las calles de todos los pueblos y ciudades de Catalunya, decenas de miles bajaron al centro de Barcelona y la Plaza Sant Jaume estuvo a desbordar hasta bien entrada la noche. Para millones de catalanes y catalanas se estaba ejecutando la voluntad mayoritaria de independizarse expresada en el referéndum del 1-O.
En esa misma tarde el Régimen del 78 ponía en marcha el engranaje represivo para abortar la nueva república. El Senado, con el apoyo del PP, el PSOE y Cs, daba luz verde al 155. El Consejo de Ministros aprobaba las primeras medidas de este golpe institucional: la destitución del President y el Govern al completo, de 117 altos cargos, de numerosos organismos de la Generalitat y la disolución del Parlament para convocar unas nuevas elecciones el 21 de diciembre para disfrazar con un manto “democrático” esta ofensiva reaccionaria. Una política comandada desde Zarzuela por el Rey.
Estamos ante un auténtico golpe institucional que pretende imponer un cierre en clave reaccionaria de la crisis catalana y, por esa vía, de la misma crisis del Régimen del 78. Conseguir una derrota del movimiento catalán por la fuerza o la claudicación de su dirección, como estuvo a punto de suceder el jueves 26, es su objetivo. Sobre esa base la nueva “gran coalición” auspiciada por la Corona querrá llevar adelante una reconfiguración del Régimen en clave recentralizadora y de recorte de derechos y libertades, base para poder pasar planes aún más duros de ajuste contra la clase trabajadora y las clases populares.
Eso es lo que está en juego hoy en Catalunya: si el pueblo catalán puede ejercer su derecho a decidir hasta el final y se puede abrir en el resto del Estado una lucha contra este Régimen heredero de la Dictadura; una lucha conjunta que permita mandar a la monarquía al basurero de la historia, acabar con esta democracia para ricos e imponer Asambleas constituyentes libres y soberanas en Catalunya y en todo el Estado español en las que los trabajadores y el pueblo podamos debatir y resolver los grandes problemas sociales y democráticos. O si, por el contrario, la derrota del pueblo catalán abre las puertas a una restauración reaccionaria del Estado en clave neofranquista y la ofensiva vivida desde que comenzó la crisis económica contra nuestros derechos sociales y democráticos da un nuevo salto. Desde la CRT luchamos por una república catalana obrera y socialista, al mismo tiempo que defendemos de la república recién proclamada por medio de un gran proceso de movilización y autoorganización.
Es criminal la política de las direcciones de Podemos, Izquierda Unida y los comunes, así como de las direcciones burocráticas de CCOO y UGT. Con toda vehemencia se niegan a reconocer a la República catalana por no haberse proclamado de forma “legal”. Es decir, por no haber cumplido el marco legal del 78 que imposibilita -como quedó demostrado en el Senado- cualquier atisbo a ejercer el derecho a la autodeterminación. Su denuncia al 155 se ha quedado en meras declaraciones, sin llamar ni a una sola movilización, para terminar avalando su principal medida: las elecciones del 21 de diciembre.
Iglesias, Garzón y Colau saludan esta convocatoria electoral como una vía de “resolución democrática” de la crisis catalana. Unas elecciones impuestas por medio de un golpe, que se celebraran con una Generalitat intervenida en manos de un partido que obtuvo el 8,5% de los votos, miles de guardias civiles y policías nacionales desplegados por el territorio, con presos políticos y decenas de causas judiciales abiertas. Con esta posición la izquierda reformista, que apostaba a una “regeneración” en clave progresista del Régimen, se ubica como el ala izquierda del 155.
Si verdaderamente fueran democráticos y defendieran los intereses de los trabajadores, las direcciones sindicales y de la izquierda reformista deberían estar en una posición opuesta y llamar a movilizaciones en todo el Estado en apoyo a la República catalana y contra el Régimen del 78. No se puede defender a los trabajadores y el pueblo apoyando unas elecciones reaccionarias diseñadas desde Zarzuela.
Las amenazas que se ciernen sobre la República catalana son enormes y ameritan una respuesta a su altura para defenderla. Sin embargo, este no es el plan del Govern ni de la dirección soberanista. En el primer Consell Executiu no se aprobó ningún decreto para poner en marcha el nuevo Estado, ni siquiera la resolución aprobada en el Parlament quedó publicada en el DOG y envió, literalmente, a todos sus miembros a tomarse el fin de semana libre.
Hasta el momento ningún miembro del Govern acepta su cese, pero ni siquiera el President se presentó como tal en su discurso televisado (que no quiso grabar en el Palau de la Generalitat), en el cual se limitó a rechazar el 155 y a llamar a la calma y a “oponerse democráticamente”, sin decir de qué se trataba, y sobre todo sin rechazar tajantemente la maniobra de las elecciones del 21D. Los mandos de los Mossos, incluido Trapero, aceptan el poder intervenido y piden al cuerpo lealtad al Gobierno central.
Tampoco la ANC y Ómnium están llamando a movilizaciones para enfrentar el golpe y defender la nueva república. Sorprendentemente, después de los actos de celebración del viernes, llamaron a descansar y coger fuerzas. Pero el Estado español no pierde ni un segundo en su ofensiva.
Toda esta actitud de “calma” y “serenidad” es un llamamiento a la inacción, es decir que el 155 y sus elecciones se impongan precisamente con “calma” y “serenidad”. Recuerdan, salvando las diferencias de momentos históricos, a los llamamientos a la calma del Govern catalán cuando se conocieron las noticias del golpe de Estado del 36. Afortunadamente en aquel momento nadie les escuchó, las organizaciones obreras reaccionaron y organizaron la respuesta al golpe de Estado que quedó derrotado en pocas horas.
El movimiento democrático catalán no puede quedar a la expectativa de un Govern que teme más desatar un proceso de lucha revolucionaria en defensa de la republica que ellos mismos han proclamado, que a la represión del Estado central. Los rumores aireados por diversos medios de que sopesan la participación en las elecciones del 21D (para no quedarse fuera del poder autonómico restaurado por el 155) son todo un aviso de que la posibilidad de una claudicación histórica está sobre la mesa. El mejor argumento para justificar una decisión así sería que en los próximos días la joven República quede aplastada con “calma y serenidad” por el Estado central sin apenas resistencia del Govern y las entidades soberanistas.
La CUP, la izquierda sindical y los CDR deben rechazar estas elecciones impuestas por el 155 y llamar a todo el bloque soberanista a boicotearlas. Con urgencia deben proponer un plan de defensa basado en la movilización y la autoorganización obrera y popular, que llame a manifestaciones y concentraciones alrededor del Palau de la Generalitat y aquellos edificios sobre los que el Estado central querrá tomar control. Es necesario organizar inmediatamente huelgas en los sectores claves para desbaratar el 155 (enseñanza, administración pública, medios de comunicación y transporte…) y preparar una nueva jornada de huelga general. Al mismo tiempo es fundamental impulsar la extensión, masificación y coordinación de los CDR en barrios, centros de estudio y trabajo, para que se constituyan en la verdadera dirección obrera y popular de esta lucha.
Estas son las medidas esenciales de la defensa contra el golpe, que deben ir acompañadas de las principales demandas sociales que pueden ampliar la base del movimiento entre la clase trabajadora y que solo podrían llegar a resolverse en una asamblea constituyente impuesta por la movilización y garantizada por los organismos de autoorganización obrera y popular que se vayan construyendo.
Hasta ahora una parte importante de la clase trabajadora no siente como propia la lucha por la independencia debido al carácter burgués de su dirección -y responsables de la peor agenda de recortes en décadas- y el contenido que ésta le quiere imprimir a la república, una república de los capitalistas catalanes. Para que la potencia social de la clase trabajadora se sume a la defensa de la republica catalana, único modo de derrotar la ofensiva del Régimen, es necesario plantear claramente medidas de expropiación y control obrero de los grandes capitalistas que son parte de la “guerra económica” contra la independencia, reparto de horas de trabajo sin reducción del salario o expropiar todas las viviendas vacías en manos de los especuladores, es decir, luchar por construir una república de los trabajadores y socialista.
Este es el único modo de unificar las filas de la clase trabajadora de todo el Estado en una lucha común: por el reconocimiento y la defensa de la República catalana, por acabar con la Corona y el Régimen del 78 e imponer asambleas constituyentes libres y soberanas en Catalunya y el resto del Estado. Una verdadera ofensiva contra el veneno españolista que se quiere extender entre los sectores populares -y que es la base de la restauración neofranquista en curso- y que abra el camino de construir una libre federación de repúblicas socialistas ibéricas, en la perspectiva de luchar contra la UE de los capitalistas por unos Estados Unidos Socialistas de Europa.
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