Aunque parece que el desánimo corroe las filas de la izquierda en todo el mundo, una visión a medio plazo nos llevará a comprender que el neoliberalismo, se encuentra enfermo de muerte.
Gustavo Vidal Manzanares
Las falacias del capitalismo
Aunque parece que el desánimo corroe las filas de la izquierda en todo el mundo, una visión a medio plazo nos llevará a comprender que nuestro “enemigo”, el neoliberalismo, se encuentra enfermo de muerte.
En 1998 se publicó “Falso amanecer. Los engaños del capitalismo global”, obra de John Gray, profesor de Pensamiento Europeo en la London Scholl of Economics, autor de otros interesantes libros y colaborador de The Guardian y del Times.
Pasados unos años, al releer sus páginas, he comprobado que la mayoría de los vaticinios del profesor Gray se han ido cumpliendo. Eso me induce a pensar que se cumplirán los demás.
Así, no me sorprenden sus avisos, en 1998, sobre una inminente crisis mundial fruto de la especulación financiera, las burbujas inmobiliarias y la desregulación.
Pero el más inquietante de sus augurios—o esperanzador, según se mire—aparece en el último párrafo del volumen:
“Si nos dejamos guiar por la historia, podemos esperar que en poco tiempo el libre mercado global haya pasado a formar parte de un pasado irrecuperable. Igual que otras quimeras del siglo XX, el laissez-faire global será tragado—junto a sus víctimas—por el agujero de la historia.”
Particularmente, no abrigo la menor duda de que el capitalismo puro, el neoliberalismo, se derrumbará en no demasiado tiempo. Lo angustioso deviene al pensar cuantas víctimas quedarán bajo sus escombros y, lo más aterrador, qué estará dispuesta a hacer la fiera para prolongar su agonía.
En esta línea, la tesis de John Gray, impecable a mi juicio, es que el libre mercado representa un sistema propio de la Inglaterra del XIX, consecuencia de una situación muy particular, pero cuyo “transplante” a todos los puntos del planeta conforma una quimera de nefastas consecuencias. Es decir… la globalización constituye un experimento demencial de funestas consecuencias.
Básicamente, el libre mercado alumbró un nuevo tipo de economía donde el precio de todos los bienes y servicios, incluso el trabajo, se modificaba sin tener en cuenta las consecuencias sociales. Embarcadas en esta filosofía, las transnacionales han intentado inocular libres mercados en las células económicas de las sociedades de todo el mundo. Obviamente, estos intentos siempre han provocado trastornos sociales y una alarmante inestabilidad económica y política a gran escala.
El profesor Gray certifica cómo en EEUU los libres mercados han contribuido a destruir cualquier brizna de cohesión social hasta un nivel desconocido en cualquier otro país desarrollado. Consecuencia de ello, el orden social se apuntala con una política de encarcelamiento de millones de ciudadanos. Ningún otro país industrial avanzado, fuera de la Rusia poscomunista, se vale de la cárcel como medio de control social.
Sí, a más libre mercado, más destrucción de familias y comunidades, más ruptura de cohesión social y más uso de la sanción penal como recurso contra el colapso de la sociedad. Por lo demás, la fantasía del libre mercado global nos arrastra hacia la degradación invivible del medioambiente.
Recordemos también que en el siglo XX, el orden económico liberal desapareció con las guerras y dictaduras de los años treinta. Aquello fue la precondición para el bienestar, la prosperidad y la estabilidad política de la posguerra. En los años treinta, por tanto, quedó en evidencia que el libre mercado era una institución inherentemente inestable. Construido intencional y artificiosamente, se desplomó en medio de la confusión y el caos. El libre mercado global de nuestros días no tendrá, probablemente, un final muy diferente. En este sentido, destaca la siguiente afirmación del profesor Gray:
“El régimen actual de laissez-faire global será incluso más breve que la belle époque de 1870 a 1914, que terminó con las trincheras de la Primera Guerra Mundial”
Entiendo que ese vaticinio es una realidad ineluctable. De manera, que echemos cuentas… la belle époque duró 44 años. El neoliberalismo se desató en 1980 con Ronald Reagan y Margaret Thatcher (1980 + 44 = 2024). Si admitimos que el “desmelene” aconteció a partir de la caída del muro en 1989, la cifra nos llevaría al 2033. Pero recordemos que el neoliberalismo durará menos que la belle époque…
Aunque todavía nos toque tragar mucha quina, opino que el desplome del capitalismo puro está, en términos históricos, muy próximo. Tras el caos inicial brotará en todos lugares la inevitable pregunta: “Y ahora… ¿qué?”
Pues bien, ese deberá ser el momento de la izquierda. A la izquierda de hoy, pese a las derrotas momentáneas, nos corresponde más que nunca articular un modelo económico y social alternativo para ese momento. Pensándolo bien, no está tan mal que el neoliberalismo galope con fuerza… así caerá antes al precipicio.
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