LEANDRO ALBINI / AVN - El desempleo, los recortes presupuestarios y el descontento social parece que no empañarán la boda real que se celebra hoy en Gran Bretaña, con un escenario de fondo digno de una superproducción de Hollywood.
El frenesí mediático ante el casamiento del príncipe Guillermo y Kate Middleton mostró hasta el momento una permanente apología hacia una monarquía que todavía goza de buena salud en pleno siglo XXI y que surgió como monarquía constitucional en mayo de 1707.
Millones de dólares fueron destinados a la boda real, aunque las autoridades británicas dejaron en claro que su “aporte” económico sólo cubrirá la seguridad del evento.
Así lo expresó el primer ministro de Reino Unido, David Cameron, que no explicó que ese dinero sale directamente de los bolsillos de los ciudadanos que en estos días sufren los recortes en sectores como educación y salud impulsados por el Ejecutivo.
¿Pero acaso la monarquía británica, al igual que las que se multiplican en Europa, no son sostenidas por el propio Estado?
Esto queda en evidencia ya que la reina de Inglaterra, cuya fortuna ha sido estimada por la revista Forbes en unos 500 millones de dólares, recibe actualmente unos 69 millones de dólares del Estado para cubrir el presupuesto de la casa real y sus gastos personales.
Por lo cual es oportuno preguntarse de dónde saldrá el dinero para pagar el champagne Bollinger, con un costo de 130 dólares por botella, o los 800 mil dólares utilizados para la decoración con flores de la Abadía de Westminster, que acogerá a los 2.000 invitados a la ceremonia.
Si bien las cifras totales de los gastos se mantienen en absoluto secreto, diferentes reportes periodísticos calculan que oscilarán entre los 34 millones y los 48 millones de dólares.
Pero estas cifras son puestas en dudas, ya que, según el diario Daily Mail, sólo el dispositivo de seguridad tendrá un costo de 33 millones de dólares, casi tres veces más que los utilizados para la cumbre del G-20 celebrada en Londres en 2009, donde participaron los principales presidentes del mundo.
En una entrevista con la cadena CNN, el primer ministro Cameron confirmó que la celebración no seguirá la tendencia austera de su gobierno, asegurando que “será una boda real que todo el país podrá celebrar”.
Sin escatimar elogios, Cameron afirmó que la celebración “será un gran éxito, no sólo para el país, y creo que el mundo mirará al Reino Unido y a la fantástica familia real que tenemos”.
Mientras la parafernalia real se despliega mostrando como algo natural la existencia de una monarquía, Gran Bretaña vive momento críticos donde la desocupación del 8%, una de las cifras más altas de la historia de la nación y un reducido nivel de beneficios a los universitarios que se expresó en las pasadas protestas masivas por el alza a las matrículas.
Aunque la incógnita sobre quién es el diseñador del vestido de la novia estremece a los medios y el marketing alrededor de la boda real se multiplica, en tierras británicas más de un millón de niños viven en la pobreza absoluta.
Por lo pronto, la boda real está lista para iluminar hasta la ceguera a los británicos, que se sentirán más cerca de invitados de la talla de los jeques de las monarquías de Arabia Saudita y Kuwait, así como del dictador y rey de Suazilandia, Mswati III.
Sin duda esta es una celebración que quedará en la historia, y de paso, sembrará un nuevo manto de silencio sobre la invasión que encabeza Reino Unido en Libia, donde sus misiles Tomahawk con un costo de 1.5 millones de euros por unidad, también son financiado por los propios ciudadanos que se preparan para vitorear al príncipe Guillermo y a su prometida Kate.
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