Una ola de rechazo, desilusión, perplejidad o confusión entre seguidores del gobierno venezolano y de su presidente Chávez ha desatado la captura y entrega a Colombia de Joaquín Pérez Becerra.
Luis García
Chávez condecora a Gadafi y le entrega réplica de espada de Bolívar
La entrega a Colombia de Joaquín Pérez Becerra
¿Es revolucionario el gobierno de Chávez?
La detención de Joaquín Pérez Becerra el 24 de abril, al llegar al aeropuerto de Caracas, y su casi inmediata entrega (el 27) al gobierno colombiano de Santos, –por órdenes directas y responsabilidad de Hugo Chávez, según él mismo lo ha declarado– ha desatado una intensa ola de rechazo, desilusión, perplejidad o confusión entre defensores, seguidores o admiradores del gobierno venezolano y de su presidente.
Hace prácticamente dos décadas Pérez Becerra huyó de Colombia a Suecia, buscando salvar su vida ante el exterminio sistemático y planificado que se desató contra la Unión Patriótica, organización de la cual formaba parte. Posteriormente obtuvo la ciudadanía sueca, renunciando a la ciudadanía colombiana. Pérez Becerra realizaba labores periodísticas, coordinando el trabajo de la Agencia Anncol; agencia señalada por el gobierno colombiano de expresar los puntos de vista políticos e ideológicos de las FARC.
Toda la anterior información podía ser corroborada en minutos por el gobierno de Chávez, en la improbable hipótesis de que no la conociese. Con eso solo bastaba para saber no se trataba de ningún supuesto “terrorista internacional” y que la solicitud de Santos de su entrega inmediata buscaba fundamentalmente “corroborar plenamente” la “lealtad” que le había jurado su “nuevo mejor amigo”, el presidente Chávez tras los acuerdos de reanudación de relaciones entre los dos países luego de la posesión de Santos.
Las preguntas decisivas que este hecho plantea son: ¿a qué intereses de clase responde y defiende el gobierno de Chávez? ¿Cuál es su real compromiso con las luchas revolucionarias en otros países? ¿Cuál debe ser el comportamiento ante él?
No es un hecho nuevo, es una política
Se equivocan o deforman la realidad quienes aducen, intentando defender la actuación de Chávez frente a esta situación, que se trataría de un grave error. No hay un error, se está ante la aplicación de una política. En lo que va corrido de 2011 ya son ocho los retenidos por las autoridades venezolanas que han sido entregados al gobierno colombiano. Y varios de ellos no son delincuentes comunes. Se trata de acusados de ser miembros de las FARC o el ELN; organizaciones que antes de la posesión de Santos eran públicamente consideradas por Chávez como partícipes de un conflicto armado al interior del país y no como organizaciones de delincuencia común.
El gobierno de Venezuela, con Chávez a la cabeza, mantuvo un intenso enfrentamiento con el anterior gobierno colombiano, encabezado por Uribe Vélez. El secuestro de Rodrigo Granda en Venezuela por parte de Colombia y el bombardeo a territorio ecuatoriano para matar a Raúl Reyes produjeron el rompimiento de relaciones diplomáticas y una fenomenal baja en el comercio binacional, baja que afectó severamente los intereses económicos de franjas burguesas y venezolanas.
Políticamente el gobierno de Chávez, que arrastra un significativo desgaste interno, que ha retrocedido en el apoyo electoral que le brindaban amplias franjas de la población, utilizó hábilmente esta confrontación con el gobierno de Uribe Vélez para posar el ámbito latinoamericano como revolucionario y antiimperialista. Muchas organizaciones y sectores democráticos que “se comieron el cuento”, endilgaban a Chávez adjetivos como el nuevo adalid de la revolución latinoamericana, el nuevo “Libertador” o similares.
Chávez, ¿será el Gadafi latinoamericano?
Chávez es sólo el rostro deforme de una revolución contenida, que él mismo intenta frenar y desviar. Decenas de veces hemos visto estos procesos en el estrecho marco de las fronteras nacionales de países semi-coloniales. El ascenso de las masas, que enfrenta a la burguesía local agente y aliada del imperialismo, tal como sucedió en Venezuela hace ya dos décadas, ante la ausencia de una fuerte dirección revolucionaria, catapulta al primer lugar de la escena política a personajes de esta índole. Se conforman así los típicos gobiernos nacionalistas burgueses.
Reflejando la contradicción de esos procesos revolucionarios –que no logran avanzar hasta la destrucción del aparato de Estado burgués y la conformación de un gobierno obrero revolucionario–estos gobiernos realizan un ciclo con fase de ascenso y descenso, más largo o corto, dependiendo de múltiples circunstancias. En el período de ascenso, presionados por las fuerzas obreras, populares y democráticas, tienen que revestirse de un ropaje revolucionario más allá–a veces– de la verborrea antiimperialista de todos ellos. Llegan incluso a confrontar y lesionar intereses de franjas burguesas que fueron pilares del régimen anterior derrocado por el proceso revolucionario.
Luego viene la fase de estabilización y descenso reaccionario. Agarrados con uñas y dientes al poder del Estado, enriqueciéndose a través de variados mecanismos, constituyéndose como nuevos burgueses quienes no lo eran antes y afianzándose y desarrollándose quienes sí, estos gobiernos comienzan a actuar cada vez más decididamente contra los intereses económicos, políticos y sociales de las masas--a las que tratan desesperadamente de desmovilizar; acudiendo a la represión directa violenta si se les hace necesario.
No es gratuito que frente a los levantamientos actuales de los pueblos árabes Chávez y su gobierno de hayan colocado al otro lado de la trinchera de las masas en lucha. Se declaró amigo de Gadafi, a quien hace poco había condecorado y proclamado como que era para los pueblos árabes similar a Bolívar para los latinoamericanos.Ahora, igual que Gadafi hizo cuando renegoció sus condiciones con el imperialismo mundial, entregando una lista de todas las organizaciones y militantes que habían recibido su apoyo –en el verdadero gesto de Judas si tomamos la referencia religiosa–, Chávez ha optado por entregar a revolucionarios de otros países a gobiernos abiertamente reaccionarios y agentes directos del imperialismo en la región, como el de Santos.
Luis García
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