martes, 31 de mayo de 2011

Sionistas en EEUU: el rabo que mueve al perro


http://www.kaosenlared.net/img2/184/184207_obama_israel.jpgEn la mismísima Casa Blanca el sionista Benjamin Netanyahu mandó al tacho de la basura la propuesta de paz presentada por el veleidoso y timorato mandatario yanqui Barack Obama. ¿Quién manda a quién?
Arturo Alejandro Muñoz
LA DISCUSIÓN NACIONAL respecto del proyecto empresarial Hidroaysén ha reflotado –en alguna medida- ciertos detalles relativos al interés, nunca desmentido, que desde hace décadas mantendría el sionismo internacional por la Patagonia chileno-argentina. Y aunque parezca extraño, en esta ocasión el culpable es, ni más ni menos, que Barack Obama, ese inefable premio Nobel de la Paz que gusta invadir países, bombardear ciudades, torturar adversarios y ordenar el asesinato de un ex socio.
Este muchachón afroamericano, durante su campaña, entusiasmó a tal grado a la multitud que muchos creyeron ver en él la réplica del inigualable Martin Luther King. Buen blablablá, ideas novedosas para una nación que destaca por su anquilosamiento sociológico, promesas al estilo Tatán, juramentos de respeto y fidelidad hacia las minorías afro/hispanas/orientales,  compromisos de dar término a las atrocidades como Guantánamo e invasión a países árabes… y un  discurso que obligó a recordar lo que habíamos aprendido, leído y aplaudido de Pericles, Cicerón, Lincoln, Gandhi y Mandela.
Pero, todo no era sino humo, veleidad y lenguajeo hipócrita, propio de un culto empleadillo de patrones al estilo Bilderberg. Mister Obama nos ha demostrado que un buen lacayo puede ser también un efectivo representante de los intereses que un grupo selecto de malhadados personajes viene imponiendo a la humanidad a fuerza de mentiras, bombardeos y clasismo económico-religioso desde hace décadas.
En palabras simples, mister Obama acaba de demostrar que su país –Estados Unidos de Norteamérica- nunca ha sido realmente independiente ni soberano, pues una cáfila de empresarios/banqueros/financistas/especuladores, de origen y prosapia no precisamente sajona, es la que determina políticas, economía y cultura en ese gigantesco territorio. Aquello de “sobre tierra de libres, la bandera sagrada” (que canta su himno patrio) no es sino simple música carente de fondo real, pues hace pocos días quedó claro que son los intereses económicos sionistas los que predominan y se imponen en el enrevesado mundo yanqui.
En un fugaz intento por imponer el poder norteamericano, Obama trató de lograr acuerdo con el primer ministro israelí, el ultraderechista Benjamin Netanyahu, respecto del delicado asunto de la franja de Gaza, donde Israel, por sí y ante sí, decidió aislar del planeta a los palestinos que allí habitan, yendo aun más lejos al propiciar la construcción de asentamientos judíos en territorios que nunca han sido israelitas.
En su inesperado discurso, un veleidoso Obama intentó convencer a Netanyahu con una propuesta de paz basada en una solución de dos estados en el marco de las fronteras anteriores a 1967, con intercambios equitativos de tierra (acordados mutuamente) para satisfacer las realidades demográficas en el terreno, pero la respuesta de Netanyahu fue un lapidario “No”, asegurando que Israel jamás volvería a las fronteras de 1967 porque ellas son “indefendibles”.
En su principal editorial, el periódico israelí Haaretz dijo que las fronteras realmente indefendibles son las actuales, ya que carecen de la legitimidad que otorga el reconocimiento internacional. Este periódico acusó a Netanyahu de argumentar a favor de una doctrina de “defensa por medio de la ocupación”, y de poner en peligro la última línea de defensa del Israel al ridiculizar al mandatario norteamericano ante la opinión pública mundial.
Pero, en la inflexibilidad de Netanyahu  había también una buena dosis de insolencia y desprecio. The Wall Street Journal escribió acerca de “la imagen televisada del primer ministro israelí intimidando al presidente Obama en la Oficina Oval”, y lo describió como una baja en las relaciones entre los dos países. De forma reveladora, el periódico norteamericano ijo que la reprimenda pública a Obama por parte de Netanyahu “significó un gran riesgo político”, pero no para el primer ministro israelí, sino para el presidente norteamericano”. Y Obama, en un gesto que lo retrata de cuerpo entero, finalmente calló, bajó la cerviz y aceptó, la orden. 
Para decirlo de forma clara y sin miriñaques, Netanyahu “escupió” en la cara a Obama –en la misma Casa Blanca- dejando claro que a Estados Unidos lo domina no la creatividad sajona sino el capital financiero sionista, asentado este en el gobierno Likud judío, y que pese a ser EEUU quizá el único ‘amigo verdadero’ que le resta a Israel en el planeta,  basta una orden emitida por el grupo de los ‘nueve canallas’ (como tilda Hamas a Netanyahu y sus principales asesores) para que Obama, Wall-Street, el Pentágono e incluso Hollywood, salten como marionetas impulsadas por un resorte activado desde Tel-Aviv.
Entonces, regresando a Chile (a nuestro pequeño, indefenso y aislado país, no resulta sorprendente ni extraño que ciertos mega empresarios  –asociados o dependientes del Bildeberg sionista- mediante un lobby que siempre fructifica en las veleidosas, ignorantes  y corruptas tropillas de aguachentos aristócratas criollos, hayan logrado dominar las escasas neuronas que distinguen a nuestros politicastros de allá y de acullá, para dar curso a un proyecto destinado –que alguien lo niegue con argumentos, por favor- a traspasar la Patagonia chilena, y las enormes reservas de agua dulce, a las manos de empresarios talibanes derechistas que obedecen al mandato de sus protocolos históricos.
Eso es “Hidroaysén”… un proyecto ideado y parido por intereses financieros y hegemónicos sitos en el escenario sionista-neoliberal, pero impulsado y defendido a muerte por políticos chilenos cuyos apellidos –Bitar, Poniachik, Golborne, Hinzpeter- obligan a pensar en la franja de Gaza y en el entreguismo que raya en traición a la patria, cobijados por un duopolio derechista que continúa asfixiado en su propio torpe acto de fe creyendo que el presidente Obama es quien determina la suerte del mundo occidental, olvidando (o desconociendo mañosamente) que allá en USA es el rabo quien mueve al perro, y no al revés.

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