viernes, 10 de junio de 2011

¿Valen menos los niños palestinos?


¿Por qué los discursos del presidente Obama, y más aún los medios occidentales en general, privilegian a los niños judíos por sobre los árabes? ¿Son más inteligentes, bonitos, blancos los niños judíos?



¿Merecen la compasión y solidaridad que se niega a los niños árabes, porque son inocentes e inmaculados por la culpa de sus padres, a los que a menudo se refieren como “hijos de Israel”? ¿O, será que los niños árabes son peligrosos, amenazantes, culpables, incluso morenos y feos, una situación que solo puede llevar al temor occidental a los niños árabes?
La inocencia y la infancia son temas comunes en el discurso occidental, oficial y extraoficial. Aunque es una perogrullada señalar que desde el fin del colonialismo europeo. EE.UU. y Europa han sido, en los ámbitos oficiales y extraoficiales, amistosos y alentadores hacia el proyecto colonial sionista y hostiles a los palestinos y a los árabes en su resistencia al sionismo, se podría esperar que un Occidente que insiste en su retórica en el “universalismo” de sus valores mostrara por lo menos un compromiso retórico con la igualdad de niños árabes y judíos como víctimas de la violencia impuesta a la región por el colonialismo sionista y la resistencia en su contra. Sin embargo, la compasión occidental manifiesta vale para los niños judíos como símbolos de la inocencia sionista e israelí. Esta compasión occidental se manifiesta primordialmente en la denuncia de la culpa árabe, incluida la culpa de los niños árabes.
Por cierto, la única vez que los niños árabes recibieron una cierta compasión en Occidente fue hace unos pocos años, cuando los medios de propaganda israelíes y estadounidenses, oficiales y extraoficiales por igual, montaron una gran campaña de propaganda para salvar a esos niños de sus bárbaros padres árabes y palestinos, que supuestamente los entrenaban para cometer actos violentos, o que los colocaban despiadadamente en medio del peligro, sacrificándolos a sus violentos objetivos políticos. El culpable de la muerte de niños palestinos no era Israel, sino los propios padres de los niños, indiferentes y crueles, que los colocaban en el camino de las balas judías israelíes, que no dejaban a los judíos israelíes otra alternativa que matarlos. Esto, claro está, es una antigua casuística israelí utilizada para justificar la carnicería de palestinos por Israel. Golda Meir articuló brillantemente el funcionamiento de la conciencia judía israelí como sigue: “Os podemos perdonar por matar a nuestros hijos. Pero nunca os perdonaremos por hacer que matemos a los vuestros.”
En el discurso oficial del poder de EE.UU. posterior a la Segunda Guerra Mundial, los niños judíos han sido frecuentemente invocados para ilustrar la inocencia de Israel, una tradición continuada fielmente por la retórica de Barack Obama. Negándose a reconocer siquiera a niños árabes como víctimas de Israel, Obama dijo a los árabes el 4 de junio de 2009 en su discurso de El Cairo: “No es una señal ni de coraje ni de poder el disparar cohetes contra niños durmientes, o hacer estallar a ancianas en un autobús. Así no se reivindica autoridad moral; así se pierde.” Lo reiteró en su discurso de los “vientos de cambio” del 19 de mayo de 2011, en el que declaró: “Durante décadas, el conflicto entre israelíes y árabes ha proyectado una sombra sobre la región. Para los israelíes, ha significado vivir con el temor de que sus hijos sean hechos volar en un autobús o por cohetes disparados contra sus casas, así como el dolor de saber que a otros niños en la región se les enseña a odiarlos.”
Durante la misma semana, en su discurso ante el Comité de Asuntos Públicos Israel-EE.UU. (AIPAC), Obama expresó su compasión por las tribulaciones que sufren los colonizadores judíos cuando se apropian de las tierras de los palestinos: “Vi la lucha diaria para sobrevivir en los ojos de un niño [judío] de ocho años que había perdido una pierna por un cohete de Hamás”. Afirmó que EE.UU. e Israel, presumiblemente a diferencia de los palestinos o árabes de un modo más general, “buscan ambos una región donde familias y sus hijos puedan vivir libres de la amenaza de violencia”.
Apoyando la ocupación ilegal de Jerusalén Este por Israel, afirmó: “También sabemos cuán difícil puede ser esa busca de la seguridad, especialmente para una nación pequeña como Israel en un vecindario difícil. Lo he visto de primera mano. Cuando coloqué mi mano contra el Muro Occidental y coloqué mi oración entre sus antiguas piedras, pensé en todos los siglos en los que los hijos de Israel han ansiado retornar a su antigua patria.” Aparte de tomar prestado del racismo blanco anti-negro estadounidense el uso de términos como “vecindario difícil” –un término que Binyamin Netanyahu tomó prestado por primera vez para referirse a Medio Oriente hace más de una década– en el cual los árabes son los “negros violentos” de Medio Oriente y los judíos los “pacíficos blancos”, el apoyo de Obama a la afirmación israelí de que Jerusalén Este forma parte de la patria judía es el primer apoyo oficial estadounidense a la ocupación ilegal de la ciudad por Israel.
A pesar de todo, la atención de Obama estaba en otra parte, en el miedo que expresa de los niños árabes. Primero articuló ese miedo en su discurso del 19 de mayo: “El hecho es que una cantidad creciente de palestinos viven al oeste del Río Jordán”. En su discurso ante AIPAC tres días después, Obama volvió a reiterar ese temor, como el primer “hecho” y amenaza que Israel, los judíos, y EE.UU. deben enfrentar: “Estos son los hechos que todos debemos enfrentar. Primero, la cantidad de palestinos que viven al oeste del Río Jordán aumenta rápidamente y remodela fundamentalmente las realidades demográficas tanto de Israel como de los territorios palestinos.” No se puede decir que sea un temor nuevo, ya que los israelíes realizan conferencias anuales, y han desarrollado todo tipo de estrategias políticas y militares para encarar su temor a los niños palestinos, a los que el presidente de Israel, Shimon Peres, califica de “bomba demográfica” que quiere desactivar. La propia Golda Meir reveló una vez a principios de los años setenta que no podía dormir por su preocupación ante la cantidad de niños palestinos que son concebidos cada noche. Si los niños son el futuro –excepto que los niños árabes son una negación de este hecho– el punto crucial del argumento es simple: Israel solo puede tener un futuro con más niños judíos y menos niños árabes.
Asesinatos de niños árabes
La historia de los niños árabes, y especialmente los palestinos, no solo es trágica en el contexto de la violencia israelí, sino también es ignorada, deliberadamente marginada, e intencionalmente suprimida en los medios estadounidenses y occidentales – y en el discurso político occidental. Cuando terroristas sionistas comenzaron a atacar a civiles palestinos en los años treinta y cuarenta, niños palestinos estuvieron entre las víctimas. Los más famosos entre esos ataques incluyen a sionistas que hicieron volar cafés palestinos con granadas (como ocurrió en Jerusalén el 17 de marzo de 1937 y colocaron minas con relojería eléctrica en mercados abarrotados (utilizadas primero contra los palestinos en Haifa el 6 de julio de 1938).
Mientras la violencia de los años treinta fue la primera introducción a Medio Oriente de una violencia terrorista tan horrible, los niños palestinos no fueron perdonados deliberadamente en la invasión sionista de 1947-1948 de aldeas y ciudades palestinas. En diciembre de 1947, uno de los primeros ataques de la Haganá (el ejército paramilitar sionista previo a Israel) –que se hicieron típicos en ese período– tuvo como objetivo la aldea palestina de Khisas en Galilea y mató a cuatro niños palestinos. Resultó ser un número pequeño en comparación con los subsiguientes asesinatos masivos cometidos por la Haganá que sufrieron los palestinos. Un soldado del ejército israelí, citado por el historiador israelí Benny Morris, describió como sigue una masacre que tuvo lugar en octubre de 1948 en la aldea de Al-Dawayimah:
La primera [ola] de conquistadores mató entre 80 y 100 árabes [varones], mujeres y niños. A los niños los mataron quebrándoles las cabezas con garrotes. No quedó una casa sin muertos… Un comandante ordenó a un zapador que colocara a dos ancianas en una cierta casa… y que la hiciera volar con ellas adentro. El zapador se negó… El comandante entonces ordenó a sus hombres que colocaran a las ancianas en el interior y estos cometieron su malvado acto. Un soldado alardeó de que había violado a una mujer y que luego la mató a tiros. Una mujer, con un bebé recién nacido en los brazos, fue empleada para limpiar el patio en el que comían los soldados. Trabajó un día o dos. Al final la mataron con su bebé.
Niños palestinos fueron asesinados junto con adultos en abril de 1948 en la masacre de Deir Yassin, para mencionar la matanza más conocida de 1948. Esto continuó no solo durante las guerras de Israel contra los árabes en 1956, 1967, 1973, 1978, 1982, 1996, 2006, y 2008, cuando miles de niños fueron víctimas de indiscriminados bombardeos israelíes, y también en masacres más directas: en Qibya en 1953 en la que la destrucción por Israel ni siquiera perdonó la escuela; en Kafr Kassem en 1956 donde el ejército israelí masacró a 46 ciudadanos palestinos desarmados de Israel, 23 de los cuales eran niños. La misma tendencia continuó. En abril de 1970, durante la Guerra de Desgaste con Egipto, Israel bombardeó una escuela primaria egipcia en Bahr al-Baqar. De los 130 escolares presentes, 46 fueron muertos, y más de 50 heridos, muchos de ellos mutilados de por vida. La escuela fue completamente demolida. La primera masacre israelí en Qana en el Líbano en 1996 no perdonó a ningún niño ni adulto, y la segunda masacre en la misma aldea en 2006 hizo lo mismo – aparte de los adultos, 16 niños fueron asesinados ese año.
La cantidad de niños palestinos muertos por soldados israelíes en la primera intifada
(1987-1993) fue 213, sin contar los cientos de abortos inducidos por granadas de gas lacrimógeno lanzado dentro de áreas cerradas contra mujeres embarazadas, y la cantidad de heridos. La filial sueca de Save the Children estimó que “entre 23.600 y 29.900 niños necesitaron tratamiento médico por heridas causadas por golpizas en los primeros dos años de la intifada”, un tercio de los cuales eran niños de menos de diez años. En el mismo período, los ataques palestinos llevaron a la muerte de cinco niños israelíes. En la segunda intifada (2000-2004), soldados israelíes mataron a más de 500 niños, hirieron a por lo menos 10.000, y arrestaron a 2.200. El asesinato televisado del niño palestino Muhammad al-Durra estremeció al mundo –pero no a los judíos israelíes, cuyo gobierno urdió la más indignante historia para exonerar a Israel. En el ataque israelí contra Gaza en diciembre de 2008, fueron muertos 1.400 palestinos, de los cuales 313 eran niños.
Esta exhibición de atrocidad no tiene que ver simplemente con regurgitar la historia y el presente del asesinato por Israel de niños árabes en las últimas seis décadas y más allá –una historia bien conocida en todo el mundo árabe– sino para demostrar cuán obscenas son las referencias de Obama a los niños judíos, al insistir ante los árabes en que deben mostrar compasión por los niños judíos, sin llamar jamás a los judíos a mostrar compasión por la cantidad mucho mayor de niños árabes matados por judíos. Pero el propio Obama no muestra ninguna compasión por los niños árabes. Si hubiera tratado de lamentar la muerte de niños árabes que cayeron y siguen cayendo por cientos, si no miles de niños árabes por cada niño judío, víctimas de la violencia israelí, los árabes podrían haber perdonado su indiscreción.
Por desgracia, Obama no guarda un lugar en su corazón para los niños árabes, solo para los judíos. Incluso logra infantilizar a soldados judíos israelíes que matan palestinos, como si no fueran otra cosa que niños inocentes cuyas familias los echan de menos. En su discurso ante AIPAC, Obama llama a Hamás “a liberar a Gilad Shalit, quien ha sido apartado de su familia durante cinco largos años”, pero no a Israel a que libere a los 6.000 prisioneros políticos palestinos, que incluyen a 300 niños palestinos, que languidecen en los calabozos de Israel desde hace muchos años más. Tal vez Obama hubiera podido mencionar al menos los informes sobre la tortura de niños palestinos detenidos por soldados israelíes publicados a fines de 2010 por grupos israelíes de derechos humanos. En el caso de palestinos de sexto año detenidos, aparte de haber sido golpeados y privados de sueño por soldados israelíes, dos niños de trece años testificaron que “lo peor que sucedía, era que cuando los soldados iban al baño, orinaban sobre nosotros y no utilizaban el inodoro. Uno de ellos lo grabó en vídeo.” Pero a Obama no lo afectó su sufrimiento, porque no eran niños judíos.
Sionismo y niños judíos
Es interesante que, a diferencia de Obama, el sionismo no haya mostrado siempre un amor similar hacia niños judíos, ya que nunca dudó en sacrificarlos por sus objetivos coloniales. En el período nazi, por ejemplo, dirigentes sionistas protestaron enérgicamente contra la concesión de refugio a judíos europeos en cualquier país que no fuera Palestina. En diciembre de 1938, David Ben-Gurion respondió a una oferta británica, después de la Noche de los Cristales Rotos, de enviar directamente a miles de niños judíos alemanes a Gran Bretaña, diciendo: “Si supiera que sería posible salvar a todos los niños en Alemania llevándolos a Inglaterra, y a solo la mitad transportándolos a Eretz Yisrael (la tierra de Israel), optaría por la segunda alternativa, porque debemos sopesar no solo la vida de esos niños sino también la historia del pueblo de Israel”. En noviembre de 1940, los sionistas respondieron a las restricciones impuestas por los británicos a la inmigración judía a Palestina, solicitadas hace tiempo por el pueblo palestino, haciendo volar a un barco con pasajeros civiles judíos en Haifa, matando a 242 judíos, incluidos numerosos niños. Para el sionismo, los niños judíos eran tan prescindibles como los niños palestinos y árabes, a menos que sirvieran sus objetivos coloniales. A la luz de estos hechos, es evidente que los niños sean judíos o árabes no son simplemente prescindibles, sino que lo que importa es su inserción en un proyecto político como personajes que puedan hacer progresar sus objetivos o que puedan constituir obstáculos a estos últimos.
El reclutamiento por Israel de niños judíos en organizaciones paramilitares, que comenzó en 1948, sigue adelante, y el mejor ejemplo es posiblemente su programa Gadna [“Jóvenes Batallones”], en el cual niños y niñas judíos son preparados temprano para su futuro servicio militar en el Estado más militarizado del mundo. El uso más indignante de niños judíos, sin embargo, fue ilustrado cuando el ejército israelí los invitó a escribir mensajes de odio sobre misiles que debían ser lanzados contra niños libaneses durante la invasión israelí del Líbano en julio de 2006. Capturada por un cámara de Associated Press, la foto de rubias niñas judías cerca de la ciudad israelí Kiryat Shmona mientras escribían mensajes de muerte a niños libaneses circuló por el mundo – aunque no se sabe si llegaron alguna vez al escritorio de Obama. Es importante señalar que Obama podría haber encontrado a las mismas niñas rubias cuando visitó Kiryat Shmona unos pocos meses antes, en enero de 2006. Más tarde recordó que la ciudad parecía un suburbio típico de EE.UU., donde pudo imaginar el sonido de niños israelíes “jugando alegremente como mis propias hijas”.
Enseñando a los niños a odiar
En vista de esta historia, no solo los niños palestinos son culpables de odiar a judíos israelíes, sino también, insiste Obama, no tienen motivos para odiar a los judíos a menos que sus malvados mayores los adoctrinen para que lo hagan. El propio Binyamin Netanyahu, en su discurso ante el Congreso de la semana pasada, reiteró la condena de Obama de palestinos que supuestamente “siguen enseñando a sus hijos a odiar”. ¿Y qué pasa con el odio a los árabes de niños judíos israelíes? Un sondeo de marzo de 2010 de la Universidad de Tel Aviv estableció que un 49,5% de los estudiantes judíos israelíes de secundaria cree que los ciudadanos palestinos de Israel no debieran ser dignos de tener los mismos derechos que los judíos en Israel; un 56% que no debieran ser elegibles a la Knéset (el parlamento israelí). Según un informe en enero de 2011 en el mayor periódico israelí Yediot Aharonot, maestros judíos en Israel señalaron que el racismo anti-árabe entre los estudiantes judíos alcanza niveles alarmantes, y que propugnaban que se matara a palestinos. Los maestros encontraron grafiti escrito en las paredes de las escuelas e incluso en papeles de examen que decían “Muerte a los árabes”. Según el informe, un estudiante en una escuela en Tel Aviv dijo a su maestro durante la clase que su sueño era llegar a ser soldado para poder exterminar a todos los árabes; varios estudiantes en su clase aplaudieron en su apoyo. Es, en gran medida, el resultado directo del plan de estudios racista de las escuelas israelíes con el que son adoctrinados regularmente los niños judíos.
En su discurso ante el Congreso, el primer ministro Netanyahu diagnosticó correctamente la situación en el terreno. Declaró: “Nuestro conflicto nunca ha tenido que ver con el establecimiento de un Estado palestino. Siempre ha sido sobre la existencia del Estado judío”. Lo que los palestinos deben aceptar para asegurar un futuro para los niños judíos y destruir el futuro para los niños palestinos es el establecimiento de una colonia de asentamientos judíos. Por cierto, es precisamente la negativa de los árabes a aceptar el temor a los niños árabes es el mayor impedimento para la paz en la región. Obama espera que un bantustán palestino pueda limitar la amenaza que los niños palestinos constituyen para la pesadilla que es “el Estado judío y democrático”. Reconoce que el mundo ya no puede afirmar que apoya el universalismo mientras apoya el derecho de Israel de discriminar contra no-judíos. Su discurso en AIPAC, significó precisamente eso cuando señaló al lobby de Israel que todo el mundo, incluyendo a Asia, Latinoamérica, Europa (y podría haber agregado África, a la que inexplicablemente excluyó), y el mundo árabe ya no pueden seguir tolerando el racismo institucionalizado de Israel: que en los hechos EE.UU. está actualmente solo junto a Israel. Evidentemente, el amor de Obama por los niños judíos no tiene límites. Sus puntos de vista que revelan el temor a los niños árabes, sin embargo, no son accidentales, sino motivados por su gran amor por los “hijos de Israel”, un amor que solo se puede materializar mediante el continuo odio y contención de todos los árabes, niños y adultos por igual.
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Joseph Massad es profesor asociado de política árabe e historia árabe moderna en la Universidad Columbia. Es autor de The Persistence of the Palestinian Question (Routledge, 2006).

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