El jueves 19 de enero del 2012 a eso del mediodía un cúmulo de personas – principalmente estudiantes universitarios y secundarios-
volvió a concentrarse en el foro de la Universidad de Concepción para una nueva marcha por la educación. Sin embargo, esta marcha posee ribetes especiales, para algunos el acto de cierre de la movilización estudiantil del año 2011, para otros la apertura de la movilización para este nuevo año.
Sin importar la visión que tengamos, este es el primer hito que marca la prolongación de un movimiento estudiantil, un movimiento que debe reconocer sus errores y limitantes, apostando a convertirse en un elemento dinamizador del movimiento social en Chile. La protesta por la educación se enmarcó además en un clima de arremetida por parte del gobierno, que busca por medio de la llamada “ley hinzpeter” criminalizar el movimiento social endureciendo todo tipo de penas.
Es así como cerca de mil personas marcharon por las diversas calles del sector céntrico de Concepción entre gritos, coloridos carteles, lienzos, y banderas. No importó el calor, se marchó de la misma forma en que se hacía en los meses de junio y julio, bajo tormentosas lluvias y frío que calaban en los huesos.
El movimiento superó la llamada estación de protesta –enfocada principalmente en el primer semestre-. Demostrando que importa poco el mes que se use para protestar, que lo único relevante son las ganas de decir “esto no va”, que el cambio debe emerger de abajo y así entre todxs gritar ¡queremos un mundo nuevo! Estamos nuevamente más fuertes y convencidxs que nunca.
Sin embargo creemos importantísimo abrir el debate con respecto a los errores cometidos por el movimiento estudiantil el año 2011. Entendiéndolo como un proceso importante en la configuración de un movimiento social fuerte que sea capaz de abrirse caminos a cambios mayores en la constitución de una nueva sociedad.
En este sentido las barreras que el sistema neoliberal interpuso frente a las demandas educativas son una defensa y ofensiva de este mismo, para resguardar el manto político impuesto en dictadura con fuego y sangre. Por lo mismo, un factor importante es cómo este movimiento por la educación puede atravesar la esfera gremial, saliendo de la mera demanda y pasando hacia la propuesta –“de la resistencia a la ofensiva”-. Articulándose de forma real con el resto de actores sociales, en base a demandas transversales que apunten a la construcción de una nueva sociedad. Que nos hagan sentir todxs parte de un mismo proyecto basado en la igualdad por las diferencias.
Por lo tanto, el movimiento estudiantil tiene que apostar a expandirse, pero no solo desde el mero discurso o apoyo anímico. No puede exigirle al resto del movimiento social –que raudamente se constituye y articula- que lo apoye así nada más. Sino que debe generar una retroalimentación con este. Un apoyo al resto de movimientos desde la socialización del conocimiento generado de forma colectiva y horizontal.
A la vez consideramos de suma importancia superar la petición economicista que envuelve al movimiento estudiantil. Nos referimos a expandir el debate más allá de la obtención de mayor cobertura pública en la educación. Debe entenderse y plantearse que la educación formal constituye un aparato de reproducción de la cultura y los modos de producción capitalista. La educación sea pública o privada está basada en los mismos parámetros culturales que fomentan la competencia y el individualismo. Las aulas, muchas veces, constituyen centros formadores de individuos sumisos y conformes, las dinámicas pedagógicas son sumamente retrógradas, autoritarias y verticales.
El aparato educativo fomenta el conformismo y niega la creatividad y la capacidad transformadora del individuo. En ese ámbito resulta de vital importancia incorporar estas problemáticas dentro del discurso del movimiento. Resulta triste que ni siquiera la llamada “Ultra” haya sido capaz de incorporar estos elementos al debate, muchas veces guiándose simplemente por la demanda economicista por mayores recursos económicos a las escuelas o universidades públicas. Es cierto que la demanda por mayores recursos para la educación es legitima en una sociedad extremadamente desigual, sin embargo seria iluso reducir la problematica educativa simplemente a una cuestión monetaria.
En esta misma dirección urge superar el carácter peticionista que tiene el movimiento. No puede ser que el discurso central del movimiento sea exigir soluciones al Estado. Debemos entender que la educación no se exige, si no que se construye. En este sentido son de vital importancia las instancias generadoras de una educación distinta en la práctica. O sea mediante la formación de escuelas, pre-universitarios y talleres autogestionados fuera del aparataje pedagógico Estatal.
Llámele educación popular, anti-autoritaria o comunitaria, da lo mismo, lo importante es construir alternativas educativas fuera del aparato privado y estatal, única manera de crear una educación sincera y autónoma, al servicio de la creatividad y libertad de los individuos.
Solo así con una construcción previa, se puede generar una expansión de la protesta social –en conjunto entre los diferentes actores sociales- desde una acción directa certera. Y así mismo, construir una alternativa real que le disputa terreno a la institucionalidad en base a la autogestión.
Por último este año debemos dar gran importancia no sólo a la forma en que el movimiento estudiantil se configura hacia afuera, sino también y sobre todo hacia adentro. Así hemos visto cómo en las urnas de las recientes elecciones federativas, en las diferentes universidades del país, se ha manifestado de forma mayoritaria la apuesta del sector movilizado por conducir sus propios procesos, accediendo a los cargos de representación estudiantil, lo cual posiblemente generará una actitud mucho más radical en las demandas educativas. Sin embargo esto implica una responsabilidad mucho más amplia, en tanto este movimiento no podrá generar ningún cambio copando las instituciones, si no se repiensan antes las lógicas de participación y “democracia” dentro de estos espacios.
En este sentido debemos dar vida a un proyecto que no sea implantado de forma mecánica, el cual busque “bajar la línea” a las bases y obtener su convencimiento, sino que se debe buscar una propuesta social integradora y horizontalmente generada, o sea evitando el vanguardismo de ciertas organicas que pretendan guiar procesos que son colectivos y construidos en conjunto.
Al decir que “incluimos a las bases dentro del movimiento”, hacemos un intento por captar a las personas, convencerlas, e incorporarlas a nuestras lógicas y dinamicas, a nuestras formas de hacer política, pero en ningún momento las invitamos a transformarlas, a cuestionarlas o a re-crearlas. Necesitamos una apuesta nueva, que invite a la gente no a “formar parte de mi organización”, sino a crear constantemente sus propios espacios, sus propias formas de organización, sus propias maneras de entender la educación. Por tanto la transformación de la sociedad debemos buscarla también dentro de nuestras formas de organización, en nuestras relaciones cotidianas y en nuestras relaciones de afinidad, mas que en nuestras relaciones de conveniencia programatica o estrategica dentro del “programa” que nos llevara a la “revolución”.
Un verdadero cambio en la sociedad no se hace exigiendo (al privado o al Estado), si no que se realiza transformando nuestras formas de hacer politica y nuestras formas de hacer organización. Solo un profundo cuestionamiento, no solo del sistema, si no que de nuestras propias formas de actuar y relacionarnos politicamente podran generar un real cambio revitalizador y transformador dentro del movimiento estudiantil, para de esta forma potenciarlo hacia niveles de trascendencia superior en correlacion y concecuencia con una mayor sinceridad en nuestras formas de organización.
Fuente metiendoruido.com
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