Elecciones no habrá. Votaciones sí, con resultados predeterminados: uno de los dos candidatos de la corrompida partidocracia tradicional será presidente, con trauma o sin trauma en el conteo. Constitución, ley electoral, comercialización de la política, clientilización del voto, determinan en parte la polarización actual; reforzada por la carencia de una fuerza contestataria atractiva y capaz de romper la trampa tutelada por la oligarquía, el imperio y las mafias (civiles y militares).
La dispersión de las izquierdas (políticas, sociales, culturales, tradicionales o no) -agravada por la confusión y precariedad de pensamiento transformador que afecta partes de ellas- es causa importante de este déficit.
Hubo intentos y propuestas para avanzar, pero finalmente los esfuerzos promisorios fueron obstruidos por la mezcla de proyectos personales, conservadurismo y simplismo electoralista.
Por eso en esa competencia no hay ni siquiera una fuerza alternativa incipiente.
La promisoria unidad que se está gestando, está fuera del escenario electoral, porque su esfuerzo fue tardío; aunque de ninguna manera despreciable. Me refiero al Proyecto Unitario de las Izquierdas Revolucionarias.
De mi parte y de la corriente comunista-caamañista que represento, puedo decir que no tenemos ni boleta electoral ni candidato, y que como no estamos dispuestos a cargar con el costo político de los que prefirieron participar por su cuenta -sin chocar el sistema dominante, sin programa común y sin candidato unitario alternativo- decidimos no concurrir a las urnas.
No vamos a votar, lo que no equivale a satanizar a quienes se decidan hacerlo sin apoyar a los dos protagonistas de la trampa bipolar: Hipólito (PRD)-Danilo (PLD).
Ni tampoco subestimemos el poder succionante de esa trampa, a falta de una opción electoral capaz de estremecer las estructuras que sustentan a los grandes beneficiarios del círculo vicioso y viciado que habrá de repetirse. Esa carencia influye para que una parte de los posibles votantes, entrampados entre lo pésimo y lo peor, opte por la ilusión de considerar a uno de ellos “menos malo”, privilegiando el voto en “contra” en lugar de “por”.
Pero una corriente política como la nuestra, con los principios y la trayectoria asumidas, no tiene derecho a ir detrás de los que se empecinaron en ser marginales (por sectarismos, individualismos y conservadurismos); mucho menos a respaldar una u otra de las facciones dominantes de la partidocracia mafiosa y neoliberal.
Hay cosas más trascendentes que hacer para enfrenar mejor lo que viene después del 20.
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