domingo, 4 de noviembre de 2012

Obsesión de fascista: Hitler buscaba desesperadamente la lanza que mató a Cristo

hitler
Adolfo Hitler sentía una obsesión enfermiza por las reliquias convencido de que su ‘poder mágico‘ le ayudaba a mantener en alza su imperio.
Entre otros, uno de los objetos que deseaba tener entre sus manos era la Lanza de Longinos, el arma que un soldado romano clavó a Jesucristo en la cruz y cuya leyenda afirmaba que su poseedor no perdería jamás una batalla
Este artefacto, también conocido como La Lanza del Destino, no fue el único objeto que Adolf Hitler trató desesperadamente de encontrar, sino que en su lista también se encontraban reliquias de tal calibre como el Arca de la Alianza o el Santo Grial.
Sin duda, las obsesiones del líder alemán parecen más bien propias de un guión de las populares películas de Indiana Jones.
La lanza se menciona solo en el Evangelio de Juan (19:33-34) y no aparece en ninguno de los evangelios sinópticos.
En el evangelio se indica que los romanos planearon romper las piernas de Jesús, una práctica conocida como crurifragium, que era un método doloroso de acelerar la muerte durante la crucifixión de los condenados a este tipo de castigo.
Momentos antes de que los soldados romanos así lo hicieran, vieron que él ya había muerto y por eso pensaron que no había ninguna razón para romperle las piernas. Para cerciorarse de que estaba muerto, un soldado le clava su lanza en un costado.
El nombre del soldado que atraviesa el costado de Cristo no es mencionado en la Biblia pero en las referencias más antiguas que se tienen de la leyenda, el evangelio apócrifo de Nicodemo, de fecha desconocida, alrededor del siglo IV, también llamado Hechos de Pilatos, el soldado es identificado como un centurión llamado Longinos.
Hitler descubrió que había por lo menos otras tres lanzas santas en Europa en esa época: una estaba en el Vaticano, otra había sido llevada a París en tiempos de las Cruzadas, y una más estaba en una iglesia de Cracovia, Polonia.
Se decía y se dice que esta lanza fue un talismán poderoso para Constantino el Grande, el primer emperador cristiano de Roma; para el rey franco Carlos Martel, que expulsó de Francia a los árabes en el siglo VIII; para Carlomagno y también para el sacro emperador romano Federico Barbarroja.

Según la tradición todos los que la habían poseído resultaron victoriosos. Estas cualidades místicas de la Lanza de Longinos fascinaron a Hitler.
El hombre que reveló la obsesión que tenía Adolfo Hitler por la lanza que supuestamente había pertenecido a Longinos era un sabio austriaco, el doctor Walter Stein, amigo de Hitler desde antes de 1914.
Según el doctor Stein, la creencia de Hitler en los poderes sobrenaturales de la Lanza de Longinos lo llevaron a la magia y el ocultismo.
Se consideraba a sí mismo como una reencarnación de Landulfo II de Capua, el terrible tirano siciliano del siglo IX que, se supone, también estuvo en posesión de la lanza. Stein creía que el ascenso de Hitler al poder había sido por la magia negra y la lanza de Longinos.
Cuando en 1938 Hitler anexó Austria al Tercer Reich, una de sus primeras disposiciones fue visitar el Museo Hofburg para reclamar su lanza.
Hizo todos los arreglos necesarios para que la transladaran a Nuremberg, donde fue colocada en una iglesia que ordenó convertir en santuario nazi.
Cuando más adelante las fuerzas aliadas bombardearon la ciudad, Hitler ordenó esconder la lanza en una bóveda que había mandado construir dentro de los cimientos del Castillo de Nuremberg.
Finalmente, el 30 de abril de 1945, las tropas estadounidenses entraron en Nuremberg, sacaron la lanza. Hitler, que en esos momentos se protegía en Berlín, no se enteró; horas después de suicidó.
En la actualidad, la Lanza de Longinos está de nuevo en el Museo Hofburg.
AGENCIAS.

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