Su guardarropa que hoy es un verdadero tesoro, no solo era una exaltación a la mexicanidad y casi una convicción política.
Frida Kahlo redimensionó con su personalidad al textil mexicano, vestía huipiles y conjuntos tradicionales.
Y eso es lo que se muestra en “Las apariencias engañan, los vestidos de Frida Kahlo”, el título de la exposición que se inauguró esta semana en la Casa Azul, la residencia de la pintora en la ciudad de México, que hoy es un museo.
La muestra devela algunos de los artículos personales de la mexicana hallados en 2004 al interior de un baño de la casa tras permanecer cerrados por 50 años por instrucciones de Diego Rivera.
El contenido de la exposición despliega el estilo y la personalidad de Frida. Desde aparatos ortopédicos hasta rebozos, faldas, blusas, enredos, mantos, zapatos, medias, corsés, enaguas, accesorios y vestidos.
La curadora de la muestra, Circe Henestrosa, asegura que la pintora supo ocultar con esta ropa las secuelas de un accidente de tránsito y de la polio que padeció.
“Si te das cuenta, los adornos de sus vestidos se concentran del torso para arriba. Si se le tenía de frente, distraía las miradas de sus piernas y su cuerpo… Las apariencias engañan”, explicó.
EL CONTENIDO
Se exhiben sus aparatos ortopédicos, un gabinete de artículos diversos y una decena de sus vestidos coronados por tocados creados por el especialista italiano Ángelo Seminara.
“El reto fue crear looks diferentes inspirados en los peinados de Frida a través de diferentes épocas de su vida”, detalló.
Colaboró también en la exposición, la diseñadora británica Judith Clark, quien concibió la museografía: “Lo que hice fue traducir la personalidad de Frida a través de estos objetos, pero sin intimidar al espectador”, indica: “Se trataba de ver cómo se enfrentaba a su discapacidad, cómo la vivía dentro de su contexto”, detalló.
Entre los vestidos que se exhiben, todos originales, restaurados, está el que lució en 1937 para la portada de la revista Vogue.
“Nos enfrentamos al reto de mostrar los vestidos a manera tradicional, pero a la vez con un toque contemporáneo”, explica Clark. A tono con la propia Kahlo, quien acostumbraba intervenir las telas con elementos personales, como zurcidos, añadidos o mezclas de atuendos de distintas regiones.
La muestra optó por presentar los vestidos, pero con peinados más arriesgados. Por ejemplo, Seminara diseñó para uno de los conjuntos un tocado que simula a un ave, en referencia a las alas que siempre deseó la artista para escapar del dolor y el sufrimiento.
En la restauración de las prendas participó Renato Camarillo Duque, quien cuenta que el guardarropa fue hallado en buen estado, sobre todo los textiles mexicanos, elaborados en un algodón cuya resistencia era mayor a las telas finas europeas. Cuenta que, en lo general, su guardarropa fue hallado en buen estado, sobre todo los textiles mexicanos, elaborados en un algodón cuya resistencia era mayor a las telas finas europeas.
Una excepción fue una falda totonaca de organdí con puntadas en hilo de artisela, que requirió una intervención mayor, a diferencia de los conjuntos tehuanos, que presentaban, a lo mucho, decoloraciones.
Algunas prendas estaban invadidas por elementos que decidieron respetarse, como unos zapatos con restos de pintura. “Esos signos se han respetado, se han dejado como evidencia”, destaca el restaurador.
Con esta muestra se busca explorar y profundizar la relación de Frida Kahlo y la moda, así como su identidad expresada a través de su imagen visual.
Y se centra, según Henestrosa, en dos significados clave: etnicidad y discapacidad. Etnicidad, porque encarnó la mexicanidad basándose en lo indígena, un concepto menospreciado ayer y hoy en este país. Y discapacidad, porque Frida dominaba su cuerpo dañado mediante su ropa.
La exposición se realiza con el apoyo de la revista Vogue México, BMW, The Anglo Mexican Foundation, las embajadas de Estados Unidos y Francia, Fundación Bancomer, Fundación Japón, Lasalle College of the Arts, Montblanc, University of the Arts London y Valention Parfums.
EL HALLAZGO
El guardarropa de la artista, fallecida en 1954, tiene también su dosis de surrealismo mágico: permaneció 50 años guardado en un cuarto de baño y varios baúles y roperos. Allí las relegó el testamento de Diego Rivera, que exigió 15 años de veto en un intento de preservar la intimidad de la pareja.
La albacea, Dolores Olmedo, se tomó el deber de preservar el legado con tanta seriedad que mantuvo cerrados los cuartos hasta su muerte en 2002. “Mi mamá pensó: ‘Si Diego quiere que se cierren, vayan a saber qué haya ahí dentro’”, explicó su hijo, Carlos Phillips, director del Museo Diego Rivera-Anahuacalli y del Museo Dolores Olmedo. Dos años después, un equipo abría por fin las habitaciones, “llenas de polvo”.
De los baños y los baúles salieron durante meses 6,000 fotografías, casi 200 prendas de vestir y montones de medicamentos, corsés, documentos, joyas… Trujillo recuerda aquel colosal descubrimiento como un evento emocionante que trae de nuevo la imagen de la pintora mexicana. Y reafirma la influencia de la pintora en la cultura pop y en el diseño internacional, que se evidencia en diseñadores como McQueen, Gaultier, Riccardo Tisci, Rei Kawakubo o Viktor & Rolf.
Frida vive y la prueba es que la revista Vogue, quien ya publicó en 1937 una foto de Frida tomada por Toni Frissell, también participará en la exhibición y lanzará un número dedicado a la artista, con su icónica y poderosa imagen en portada.
UNA VIDA DE SUFRIMIENTO
La vida de Frida Kahlo estuvo cruzada por el infortunio de una enfermedad infantil y por un grave accidente en su juventud que la mantuvo postrada durante largos periodos, llegando a someterse hasta a 32 operaciones quirúrgicas.
Su obra pictórica gira temáticamente en torno a su biografía y a su propio sufrimiento. Pintó unas 200 obras, principalmente autorretratos, en los que proyectó sus dificultades por sobrevivir. La obra de Kahlo está influenciada por su esposo, Diego Rivera, con el que compartió su identificación por el arte popular mexicano de raíces indígenas que inspiró también a otros pintores mexicanos del periodo posrevolucionario.
Expuso individualmente su obra en Nueva York (1938) y en París (1939). Hasta entonces había pintado solo privadamente y a ella misma le costó admitir que su obra pudiese tener un interés general. Aunque gozó de la admiración de destacados pintores e intelectuales de su época como Pablo Picasso, Wassily Kandinski, André Bretón o Marcel Duchamp, su obra alcanzó fama y verdadero reconocimiento internacional después de su muerte.
Fue descrita por André Breton como surrealista, pero ella misma negaba esta clasificación al considerar que no pintaba sueños, sino su propia realidad.
(Con información de El Heraldo)
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