Monseñor Nunzio Scarano, de 61 años, arrestado en Roma con millones de euros acusado de lavado de dinero y malversación de fondos, es un ejemplo de eclesiástico «mundano». Scarano era contador de uno de los principales departamentos financieros del Vaticano
Trabajaba en un banco antes de sentir la llamada al sacerdocio y eso le daba una buena preparación para trabajar como jefe de contabilidad de gestión de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), un departamento que administra fondos en viviendas y títulos quizá muy superiores a los 6.000 millones de la banca del Vaticano.
El problema con Scarano es que se dedicaba también a varias empresas de construcción en su Salerno natal; que había comprado por poco precio unos pisos de monjas en el centro de la ciudad, convertidos después en apartamentos de lujo; y que tenía amistades «peligrosas» con armadores buques de Nápoles.
Algunos medios italianos informan que la operación de contrabando de divisas de Suiza a Italia que le ha valido el arresto iba a ser por valor de 40 millones, antes de que se redujese a 20 millones. Y que los fondos pertenecen a sus amigos, los armadores de Nápoles.
Los fiscales del caso sostienen que la detención se realizó porque Scarano intentó trasladar 20 millones de euros en efectivo desde Suiza hacia Italia a bordo de un avión del gobierno italiano, sin reportar el dinero a las autoridades.
Por ese mismo caso, fueron detenidos el agente del servicio secreto italiano Mario Zito y el corredor de bolsa Giovanni Carenzio, quienes también estaban implicados.
Los otros enredos fiscales del contador
Este intento de movimiento de euros no es el único problema que enfrenta Scarano. De hecho, al funcionario se le conoce como el “monseñor 500” porque siempre anda con grandes fajos de billetes de 500 euros, según la prensa italiana La Reppublica.
La otra razón del apodo son los indicios que existen de que el prelado les pedía a sus amigos empresarios que le cambiaran bloques de 10 y 20 billetes de 500 euros por cheques de 5.000 y 10.000 euros, y ellos se encargaban de circular el dinero. Por esta razón, los fiscales lo investigan por presunto lavado de dinero en relación con su cuenta en el banco vaticano.
De hecho, ese fue uno de los tantos escándalos que motivó al Papa Francisco ordenar la reforma del IOR. La investigación que ya comenzó se deriva de transacciones que Scarano hizo en el 2009, en las que retiró 560.000 euros en efectivo de su cuenta bancaria personal y los llevó a Italia para pagar parte de una hipoteca por su casa en Salerno, ciudad italiana.
Para depositar el dinero en una cuenta de un banco italiano, y evitar que los miembros de su familia supieran qué había hecho con tanto dinero, le pidió a 56 amigos cercanos que aceptaran 10.000 euros en efectivo a cambio de un cheque o una transferencia bancaria por la misma cantidad. Scarano pudo entonces depositar esos montos en su cuenta italiana.
La fachada que el contador inventó para hacer semejantes transacciones de dinero fue que las transferencias llegaran a nombre de donantes que creían estar financiando una casa para enfermos terminales en Salerno, cuando en realidad el dinero iba directamente para el contador.
La defensa de su abogado, Silverio Sica, es que Scarano dio los nombres de los donantes a los fiscales e insistió en que el origen de la plata era lícito, que las transacciones no constituían lavado de dinero y que tomó esos recursos solo “temporalmente” para su uso personal.
Pero la realidad es que los miles de euros depositados por los “donantes” todavía no se han convertido en las casas para enfermos terminales.
Que.es / AP / BBC Mundo
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