Nueva York sigue siendo un lugar importante para Michelle Bachelet. Según explicaron en su comando, la ex mandataria viajó este mes a Estados Unidos para resolver ciertos “trámites personales”. No obstante, poca claridad existe sobre los asuntos pendientes de la abanderada y las reuniones que podría sostener con antiguas amistades, entre las que figura la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton.
“Bachelet habla perfecto inglés y su simpatía natural no desaparece frente a nadie. No importa si se trata del multimillonario George Soros o de los representantes de un sindicato norteamericano, todos parecen quedar encantados en su presencia”, reportó la revista Cosas en 2005, con motivo de una visita de la ex jefa de ONU Mujeres al Council of the Americas, en plena candidatura presidencial.
Luego de rendir cuentas en el think-tank de David Rockefeller – el mismo organismo que, años más tarde, la condecoraría con una Insignia de Oro en una cuestionada cena patrocinada por Barrick Gold – la futura mandataria se reunió durante 40 minutos con la entonces senadora y ex primera dama, Hillary Clinton, en sus oficinas de la Tercera Avenida.
Años más tarde, ambas volverían a encontrarse: días después del terremoto 8.8 de 2010, cuando Clinton comprometió apoyo financiero a la reconstrucción de Chile – refiriéndose a Bachelet como su “amiga” – y a finales de 2012, cuando la secretaria ejecutiva de ONU Mujeres participaba en una conferencia junto a la esposa de Ollanta Humala. Según destacó Cooperativa, Clinton dijo estar complacida por compartir el evento “con alguien a quien admiro tanto y con quien he tenido la oportunidad de trabajar en el pasado".
La relación entre las prominentes mujeres tendría sólo un carácter anecdótico, si no fuera porque Michelle, desde su cargo en el Ministerio de Defensa y luego como jefa de Estado, siguió un sendero de convergencia con el poder hegemónico, que en esencia se resume en la sumisión servil a los dictados estratégicos de Estados Unidos.
Bachelet fue la “seguidora más enérgica” de EEUU al “enviar a Haití una fuerza expedicionaria militar para que ayudara en las tareas de represión de los partidarios del democráticamente electo Bertrand Aristide”, escribe el sociólogo James Petras. “Unos 400 soldados chilenos armados hasta los dientes patrullaron las miserables calles de Puerto Príncipe en apoyo del régimen títere impuesto por Estados Unidos”.
Durante el gobierno de la candidata de la Nueva Mayoría, Chile continuó manteniendo estrechas relaciones con el Comando Sur de EEUU, las cuales permitieron que José Miguel Pizarro Ovalle, agente chileno de la CIA, pudiera usar instalaciones de la Armada para entrenar a mercenarios de Blackwater y enviarlos a la ocupación de Irak.
Como figura clave en la política exterior de Estados Unidos, Hillary Clinton representa todo aquello que los chilenos debiéramos aborrecer.
Fue durante el histórico escándalo de Watergate que el demócrata Jerry Zeifman expulsó a Hillary de la investigación, acusándola de ser una abogada “mentirosa y deshonesta”. Según Zeifman, la señora Clinton “conspiró para violar la Constitución, las reglas de la Cámara (de Representantes), las reglas del Comité y las reglas de confidencialidad”.
En su libro “Partners in Power: The Clinton and Their America”, el ex oficial del Consejo Nacional de Seguridad, Roger Morris, acusa al matrimonio Clinton de tener vínculos estrechos con la comunidad de inteligencia. Esta relación se habría iniciado cuando la CIA, durante la década de los setenta, reclutó a Bill Clinton para espiar a movimientos opositores a la guerra de Vietnam como parte de la llamada Operación Caos.
“Los presuntos nexos del Sr. Clinton con la CIA explicarían episodios posteriores, durante su período como Gobernador de Arkansas, cuando el estado se convirtió en un punto central de la iniciativa secreta del Presidente Ronald Reagan, para abastecer a los rebeldes de la Contra nicaragüense”, escribe el columnista Ambrose Evans-Pritchard.
Según Morris, Hillary era una “fuerte partidaria de los Contras”. La futura secretaria de Estado habría “usado su influencia en círculos liberales de Estados Unidos para socavar la legitimidad de activistas pacíficos y grupos eclesiásticos pro-sandinistas, que se oponían a las políticas del Presidente Reagan en América Central”, relata Evans-Pritchard.
El profesor de estudios internacionales Stephen Zunes, señala que Hillary abandonó el Departamento de Estado de Barack Obama con un legado de “apoyar a regímenes autocráticos y ejércitos de ocupación, oponerse al cumplimiento de leyes humanitarias internacionales”, y “defender soluciones militares a problemas políticos complejos”.
“Durante la Primavera Árabe, Clinton impulsó un apoyo más potente de Estados Unidos a dictadores pro-Occidente en Túnez, Egipto, Yemen y Bahréin, como también a la ocupación marroquí del Sahara Occidental”, continúa Zunes. “(Hillary) es una importante partidaria de la intervención de la OTAN en la guerra civil libia, y ha fomentado un rol más activo de EEUU en el conflicto sirio”.
“Vinimos, vimos y murió”, bromeó Clinton tras conocer la muerte de Muammar Gaddafi, el depuesto líder de Libia, a manos de mercenarios financiados por la CIA. En total, la campaña de subversión resultó en la muerte de 30 mil personas inocentes, entre hombres, mujeres y niños.
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