Algunas presas han sido golpeadas hasta la muerte.
Condenada a dos años de cárcel por haber cantado “una oración antiputin” en la catedral del Cristo Salvador de Moscú, Nadejda Tolokonnikova, una de las militantes del grupo ruso Pussy Riot, acaba de anunciar que comenzaba una huelga de hambre. Rechaza, dice, “participar en la esclavitud del presidio”.
Las detenidas, obligadas a trabajar hasta diecisiete horas al día, solo tienen derecho a cuatro horas de sueño. Víctimas de castigos, burlas pesadas, abandonadas en el frío exterior, sin dejarles lavarse, algunas han sido golpeadas por las guardianas hasta la muerte.
Condenada por haberse atrevido a ridiculizar a Putin y a la iglesia ortodoxa, arriesga su vida por haber denunciado al régimen. Brutal.
Traducción de F.P.
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