miércoles, 20 de noviembre de 2013

Desnacionalización de dominicohaitianos: Una autoflagelación

Palabras pronunciadas el 15 de Noviembre, durante La Noche de Compromiso y Acción por los Derechos Humanos, en solidaridad con las personas desnacionalizadas y en rechazo a la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional de República Dominicana, en el Auditorium del Martin Luther King Labor Center en Nueva York:
Hay un aspecto sociológico que toca, concretamente, a algunos sectores, a los que verdaderamente les preocupa el bienestar de la República Dominicana, pero que están señalando a los culpables equivocados de los problemas que hay en el país y no se percatan que ese señalamiento injusto, inhumano, agresor y discriminante, representa, afianza, reproduce y legitima, los grandes males sociales que nos afectan, en vez de confrontarlos.
Esos sectores bien intencionados, pero terriblemente mal informados y perversamente manipulados, son distintos, aunque arrastrados por  algunos grupúsculos y personajes, que tienen el odio, la corrupción, la injusticia y la opresión, como parte de un capital político, anclando en intereses económicos; que abogan por la segregación, la esclavitud, la negación del Estado de Derecho y el sabotaje a la escuálida democracia dominicana.
Son estos personajes trujillistas y grupos fascistoides, los que han promovido la crueldad, la persecución, el acoso y el hostigamiento que llega a un punto extremo, con la pretendida desnacionalización de una parte de la población dominicana.  Esto viene desde un litoral político, que prestigia la agresión y difunde la propuesta de elevarse, importantizarse y definirse a partir de la iniciativa de aplastar a otros, que somos nosotros, un pueblo que es una amalgama de componentes e influencias, con un fundamental ingrediente africano, que no se reconoce, ni valoriza.
Las sentencia 168 es uno más de los muchos síntomas de diversas limitaciones y padecimientos, presentes en la sociedad dominicana, entre ellos, la dificultad que tienen algunos para verse a sí mismos reflejados en “otros”, que como ellos, también padecen injusticias, discriminación y agresiones.
Tras 53 años de la muerte de Trujillo (personaje al que tienen en proceso de reivindicación histórica), la sociedad dominicana, sigue careciendo de educación y praxis democrática y una parte de ella adopta como suyas, las herramientas con las que ha sido oprimida y en esta ocasión, también las levanta para ayudar a agredir al sector más maltratado de si misma.
Los hijos, nietos, biznietos, tataranietos de los haitianos, son tan dominicanos como los hijos, nietos, biznietos o tataranietos de los nacionales de cualquier sitio, si nacieron en República Dominicana, bajo la Constitución dominicana que le otorga la nacionalidad dominicana a los nacidos en su territorio
Esto implica una terrible ceguera, ante los derechos elementales inherentes a los seres humanos. Una parte de la sociedad dominicana, que es incapaz de reconocer  los derechos de los dominicanos y dominicanas de origen haitiano, tampoco puede reconocer sus propios derechos, sean quienes sean sus ancestros.
No sabe cuáles son los derechos de los demás, porque tampoco conocen cuáles son los derechos propios, e incluso, sus integrantes tienen dificultades para saber que quienes ellos creen que son otros, en realidad son ellos mismos. No han aprendido a identificarse, reconocerse y apreciarse, porque por siglos se les ha domesticado para desconocerse, y para no verse en el espejo de los oprimidos de los que forman parte.
Se trata de una sociedad abusada, que reproduce parte de los abusos de los que ha sido víctima, repitiéndolos contra el segmento mas vulnerable de si misma; ese segmento que mas sistemáticamente ha sido discriminado, explotado y marginado, segregado económica, social, cultural y políticamente y al que han mantenido en el sótano de la pirámide social y ahora quieren enterrarlo aun mas abajo.
Esta sociedad abusada, que no ha podido articular una respuesta eficiente, para evitar y sancionar la corrupción y los robos de sus gobernantes y de sus grandes depredadores ubicados en el sector privado, en su inconsciencia,  puede aplaudir la brutalidad, los excesos y hasta los asesinatos cometidos por la policía, por ejemplo.
No tiene mecanismos funcionales para pedir cuentas a los grandes ladrones del país y encuentra una “justicia” falsa, en las ejecuciones policíacas de sospechosos de delitos comunes, relacionados con la marginalidad y las limitaciones de la miseria.
No puede llevar a la justicia a Leonel Fernández, ni a Féliz Bautista, ni al nuncio pederasta, ni a los curas violadores, ni a las mafias que existen dentro de La Policía y el Ejército, pero crea leyes para criminalizar a los niños y adolescentes descalificados, que viven en las calles en situaciones críticas, sin educación, sin posibilidad de empleos y sin perspectivas y que se involucran en delitos, por las circunstancias en las que subsisten cada día y en las que son abusados de todas las formas posibles.
Esta sociedad se autoflagela, cuando no reconoce los derechos humanos, que se apresura, temeraria e irresponsablemente, a despreciar y tampoco tiene muchas nociones de sus derechos ciudadanos y de sus derechos políticos.
Los derechos son vulnerados con la permanente aplicación de medidas lesionadoras al interés público, con un Congreso lleno de parásitos, que ademas no pagan un chele de impuestos, mientras nosotros nos dejamos meter, hace unos meses, una reforma tributaria, para pagar las dilapidaciones del grupo en el gobierno y mantener el enriquecimiento grotesco de una parte de ellos.
A una parte de la sociedad, le cuesta mucho trabajo reconocer los derechos de los que carece, con un Congreso que ha funcionado de espaldas a los clamores de justicia, educación, transparencia e institucionalidad y donde cada ladrón tiene su barrilito personal,  a través del cuál, saquea al país y eso sin contar los sobornos, los salarios superinflados, los lujos exorbitantes, el tráfico de influencias, las exoneraciones y los delitos impunes que muchos legisladores cometen, amparados en la investidura que son indignos de llevar.
Los derechos políticos tienen mucho de ficción, en un país secuestrado por la corrupción impune, con un gobierno con mas de 600 mil personas en la nómina pública, muchas de ellas, simples botellas, a las que con los recursos de nosotros, se les paga el favor político;  donde las campañas partidarias se costean con el dinero del erario, que se le resta al bienestar y al desarrollo colectivo y donde un período gubernamental puede clausurarse con un déficit fiscal de 200 mil millones de pesos, sin  que haya ningún responsable en la cárcel por ese atentado y esa traición a la patria, contra la que se conspira y a la que se agrede, cuando se firman, con multinacionales, o con nacionales, acuerdos no solo para robarse los recursos perecederos del país, como el oro de la Cotui, sino también permitiendo una explotación minera contaminante, deteriorando el medio ambiente o comprometiendo las fuentes de agua, como quieren hacer en Loma Miranda.
Nadie sabe a qué bolsillos han ido a parar los beneficios del tratado preferencial para la compra de los combustibles, firmado con Venezuela, pero sí se sabemos que la deuda acumulada pende sobre nuestras cabezas.
Tan escasa es la conciencia y el aprecio de nuestros derechos, que hay religiones que pueden funcionar como parte del aparataje estatal, imponiendo o apadrinando leyes que lesionan derechos de determinados grupos sociales y disponiendo de recursos públicos sin los controles pertinentes.
La discriminación y el acoso contra cualquiera que no se ajuste a lo pautado para el promedio, forman parte de las conductas oficiales y todos somos testigos impotentes, del  enriquecimiento obsceno de un grupito de funcionarios públicos, que se han convertido en potentados robándose el dinero de un país quebrado.
Me he referido a todos estos problemas para confirmar lo que dije al principio: la carencia de conciencia y aprecio por los derechos humanos y ante los derechos ciudadanos y políticos propios, se reproduce y multiplica en la negación de esos derechos para esa parte de nosotros mismos, que  por su vulnerabilidad, resulta mas fácil y más ventajoso  de despojar y lacerar y que históricamente ha sido el banquito de picar de gobiernos y oligarcas esclavistas.
Por eso, mucha gente no advertida, puede sumarse a los grupos y personajes que por mucho tiempo han formado parte de gobiernos tiránicos, que reniegan del Estado de Derecho y además promueven que las víctimas de eso, se comporten como si fueran verdugos.
Los hijos, nietos, biznietos, tataranietos de los haitianos, son tan dominicanos como los hijos, nietos, biznietos o tataranietos de los nacionales de cualquier sitio, si nacieron en República Dominicana, bajo la Constitución dominicana que le otorga la nacionalidad dominicana a los nacidos en su territorio.
Ellos son nosotros, los dominicanos y nosotros, los dominicanos, somos ellos, los hijos de inmigrantes llegados de diversos puntos del mundo y para quienes la República Dominicana es la tierra a la que nosotros pertenecemos y que nos pertenece a nosotros, con su nacionalidad incluida.
Basta de aplaudir abusos y de ignorar los derechos, si no porque se agrede a esos otros, que a muchos no les importan, porque los creen ajenos, al menos para preocuparse de que esos derechos existan, cuando el resto de nosotros los necesite.

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